
Anónimo se aplica a la obra o escrito que no lleva el nombre de su autor. También se refiere al autor cuyo nombre no es conocido. (1)
Anónimo: “… Frente a la insustancia de lo anónimo (lo tímido, lo prudente, lo ‘invisible’, lo ‘integrado’, lo desapercibido, lo discreto, lo aburrido) una arquitectura más extravertida. Expresiva. Una arquitectura capaz de comunicar la propia lógica dinámica –y las tensiones– que la configuran (su topología) y de reaccionar ante los estímulos exteriores que la solicitan”.(2)
Anonimato es la condición o carácter de anónimo. (3)
Anonimato. Experiencias que sentimos habitualmente en las grandes áreas comerciales, en los aeropuertos o al transitar por la periferia de las grandes ciudades. (4)
Anonimato. Según Marc Augé, los espacios del anonimato están representados por los no lugares. Los no lugares son los espacios del anonimato, las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, estaciones, aeropuertos, medios de transporte [automóviles, trenes, aviones]). El no lugar es lo contrario de un lugar. Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico definirá un no lugar. (5)
Anónimo procede del griego anṓnymos, sin nombre. (6)

En la era actual de la sobremodernidad, surge la representación del movimiento anónimo. El anonimato se produce en unos parámetros mucho más evolucionados en relación a los planteamientos de Jameson, en la infinitud de desplazamientos que se producen a través de ellos.
Jameson plantea la transformación espacial en la arquitectura, adelantando aspectos que se producen hoy:
“Hay tres entradas al hotel Bonaventura (…). Ninguna de las entradas presenta un aspecto parecido a las viejas marquesinas de hotel o a las puertas cocheras mediante las cuales los suntuosos edificios de antaño acostumbraban a escenificar la transición desde las calles de la ciudad hacia un interior más antiguo. Las entradas del Bonaventura parecen más bien laterales y concebidas como entradas de servicio (…). Mi primera sugerencia de estas curiosas vías de entrada sin señalizar es que parecen impuestas por una especie de categoría de clausura que domina el espacio interior de todo el hotel (…). El Bonaventura encierra la aspiración de ser un espacio total, un mundo entero, una especie de ciudad en miniatura (y añadimos que a este nuevo espacio total corresponden nuevas prácticas colectivas, un nuevo modo de congregarse y moverse los individuos, algo así como la práctica de una hipermultitud nueva e históricamente original). Así pues, en este aspecto, la miniciudad ideal del Bonaventura de Portman no debería tener entradas en absoluto, puesto que la entrada es siempre una abertura que liga al edificio con el resto de la ciudad que lo rodea: el edificio no desea ser parte de la ciudad sino, antes bien, su equivalente o el sucedáneo que toma su lugar (…). Esta separación de la ciudad circundante que caracterizó a los grandes monumentos de estilo internacional: en estos últimos, la separación era violenta, manifiesta, y tenía un significado simbólico muy marcado, como en el gran pilotis de Le Corbusier, cuyo gesto separa radicalmente el nuevo espacio utópico de la modernidad de la ciudad degradada y decadente que, de ese modo, repudia explícitamente (…)”. (7)
En la actualidad, la separación y la fracturación como conceptos que se podían aplicar a las ciudades clásicas hasta el posmodernismo están desapareciendo. La presencia de las masas anónimas en la escenificación de la arquitectura (y de las ciudades) de hoy deriva –como si fueran descomunales grandes vidrios de Duchamp– hacia lo permanentemente cambiante, lo modificable, lo inestable, preparadas para recibir, a su vez, cambios.
Hoy parece que se hablaría de filtros, de fluidez, de infinidad de penetraciones.
José Luis Pardo, en relación a la impenetrabilidad de las ciudades, significa que no ha de confundirse la llegada a ellas con la entrada. Los espacios vacíos de la ciudad supermoderna no se separan violentamente, como en el Movimiento Moderno; y tampoco existen aberturas que conecten unos ámbitos con otros (tanto de los edificios con los espacios exteriores o entre los vacíos urbanos), en el sentido de Jameson. Parece que hoy toda la ciudad se podría entender configurada como una gran abertura, como un gran intersticio continuo, sin solución de continuidad, por el que se producen anónimos desplazamientos. No hay entradas, pero hay llegadas. No hay puertas, pero hay filtros continuos de desplazamientos.

Espacio del anonimato urbano-paisajístico. Skyline de Benidorm en el paisaje
Ibelings remarca así al carácter de anonimato de la arquitectura en las ciudades de hoy:
“…Aunque hoy en día sea posible destacar la naturaleza multicultural, multiforme, de las áreas urbanas en todo el mundo como una señal de creciente heterogeneidad, los argumentos más sólidos parecen favorecer al partido de la homogeneidad”. (8)
“La tendencia aparece más clara que en ninguna otra parte en las ciudades asiáticas, objeto de numerosos reportajes recientes en publicaciones del oficio que describen, con una mezcla de sorpresa y admiración, el desarrollo frenético de ciudades como Seúl y Shanghái. Surge en todo el hemisferio norte esta marea de estructuras anodinas (…). Durante largo tiempo, este fenómeno, por el cual nada está vinculado a ningún lugar en concreto, ha sido un axioma económico que ahora empieza a manifestarse en la arquitectura.“ (9)
José Luis Pardo describe la sustitución de lo privado por lo público:
“…Los ‘acontecimientos públicos’, los sucesos políticos como las guerras o las elecciones legislativas son servidos a cada individuo en un espacio privado de su propiedad exclusiva. Lo que Aristóteles decía del hombre, que es un ‘animal político por naturaleza’, ya no sería verdad de los individuos que componen nuestra ‘sociedad’: los individuos no encuentran su lugar en la ciudad, en la calle, sino tan solo en el interior, en la casa o en algún otro espacio ‘privado’ milimétricamente vigilado e invadido por el poder. Y lo que seguimos llamando ‘espacio público’ no es sino la aglomeración desordenada de espacios privados, de interiores vigilados. Si el criterio negativo de demarcación de la ciudad es ‘lo que no es privado ni individual’, entonces apenas podemos decir que hay ciudades, pues lo que no es privado o individual son los espacios desolados, desiertos o inhumanos: asilos para los desechos sociales –los que carecen de espacio privado– o plazas inhóspitas habitadas únicamente por el viento higiénico que airea las cloacas, cuando no campos de batalla. Lo privado –lo privativo, excluyente– ha devorado por completo la ciudad, que ya no aparece jamás como espacio público de intercambio y comunicación…”. (10)

Jameson plantea las nuevas formas de desplazamiento y movimiento, entendidas como trayectorias dinámicas:
“…Creo que no deberíamos considerar estos ‘transportadores de personas’ (según un término del propio Portman tomado de Disney) como simples aparatos funcionales o ingenios mecánicos. Sabemos, en cualquier caso, que la teoría arquitectónica más reciente ha comenzado a utilizar los resultados obtenidos en otros contextos por el análisis narrativo, y que pretende considerar nuestros trayectos físicos a través de estos edificios como posibles historias o relatos, como trayectorias dinámicas y paradigmas narrativos que a nosotros, sus visitantes, se nos exige satisfacer y completar con nuestros cuerpos y movimientos. En cualquier caso, el Bonaventura constituye una superación dialéctica de este proceso: se diría que las escaleras mecánicas y los ascensores sustituyen a partir de ahora al movimiento, pero también, y sobre todo, que se autodefinen como los nuevos signos y emblemas que reflejan el movimiento propiamente dicho (…) que es lo que queda en este edificio de las antiguas formas de movimiento, y especialmente del propio caminar”. (11)
Los vacíos de las ciudades del anonimato de hoy se entenderían desde la óptica del paradigma del movimiento, del desplazamiento y de la velocidad, en las que se han ido desdibujando las antiguas formas de la movilidad. Ahora los intersticios de las ciudades configuran nebulosas de extrañamiento y de desplazamientos, por las que los anónimos ciudadanos transitan o circulan azarosamente, atravesados, a su vez, por nubes informacionales y múltiples codificaciones.
Frente al anonimato, surge, con Baudrillard, la figura del pensamiento:
“En realidad, el pensamiento es una forma dual, no corresponde a un sujeto individual, se reparte entre el mundo y nosotros: nosotros no podemos pensar el mundo porque, en algún lugar, él nos piensa a nosotros. Así pues, ya no se trata de un pensamiento sujeto, que impone un orden situándose en el exterior de su objeto, sosteniéndolo a distancia. Puede que esta situación no haya existido nunca; sin duda no es más que una majestuosa representación intelectual que ha conocido, de todos modos, una expansión fantástica”. (12)
En la era de la sobremodernidad, surge la representación del movimiento anónimo. El anonimato se produce en unos parámetros mucho más evolucionados en relación a los planteamientos de Jameson, en la infinitud de desplazamientos que se producen a través de ellos.

La velocidad –como plantea Deleuze– no se identifica con la rapidez, con intentar llegar lo antes posible a un destino, sino con los deslizamientos y con los devenires. Las nociones de contexto, identidad y lugar pierden su significado. El modo en el que el ciudadano del anonimato plantea su relación con los vacíos de las ciudades –como señala Augé– se está transformando y uniformizando en todo el planeta. Esta relación anónima y globalizada, sin rostro, se complica según las azarosamente infinitas trayectorias dibujadas en los mapas de la complejidad de las ciudades de hoy.
Desde la Sobremodernidad se proponen desde aquí los nuevos superlugares –más allá del entendimiento planteado por Augé como espacios del anonimato y del desplazamiento–, que se despliegan de manera diversa, pudiendo ser entendidos, desde la antropología de lo social, como un engranaje poético o como un sueño apasionado y envuelto con palabras e imágenes. Son capaces, asimismo, de generar y conectar arquitecturas, situaciones vitales, relaciones espaciales y temporales, presencias no evidenciadas ni perceptibles hasta ahora en los vacíos sin significar de nuestras ciudades.
Estos superlugares transmutan la inalterable multiplicidad inmanejable de la diversidad humana en un ser unitario; convierte el anonimato abstracto de los vacíos de nuestras urbes, donde se desplaza como un autómata la vida deshumanizada, en nuevos y emocionantes ámbitos que, ahora, aparecen súbitamente pegados a través de los infinitamente mudables rostros de los medios de comunicación.
Notas
(1) Definiciones procedentes del Diccionario de la Lengua Española. R.A.E.
(2) Gausa, M.; Guallart, V.; Muller, W.; Soriano, F.; Morales, J.; Porras, F.: “Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada”. ACTAR, Barcelona, 2001. p. 47.
(3) Definiciones procedentes del Diccionario de la Lengua Española. R.A.E.
(4) Gausa, M.; Guallart, V.; Muller, W.; Soriano, F.; Morales, J.; Porras, F.: “Diccionario Metápolis de Arquitectura Avanzada”. ACTAR, Barcelona, 2001. p. 47.
(5) Véase: Augé, Marc.: “Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad”. Editorial Gedisa, Barcelona, 1998.
(6) Diccionario de la Lengua Española. R.A.E.
(7) Jameson, Fredric.: “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado”. Ed. Paidós Ibérica, Barcelona, 1995, p. 89 y sig. Jameson analiza la cuestión del movimiento y la transformación del espacio en la posmodernidad -en la década de los ochenta- en el apartado “El posmodernismo y la ciudad”, a través de la descripción del Hotel Buenaventura de Portman en Los Angeles.
(8) Ibelings, Hans. “Supermodernismo. Arquitectura en la era de la globalización”. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1998. p. 67.
(9) ibid. p. 69.
(10) Pardo, José Luis. “Las formas de la exterioridad”. Ed. Pre-textos, Valencia, 1992. p. 229.
(11) Jameson, Fredric.: “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado”. Ed. Paidós Ibérica, Barcelona, 1995, p. 93. (12) Baudrillard, Jean. “Contraseñas”. Editorial Anagrama, 2002. p. 87.