
Antonio Garrigues Walker, presidente de honor del despacho Garrigues y doctor honoris causa por la Universidad Europea, visita la universidad con motivo del evento Desayuno Canal CEO y le entrevistamos para conocer en profundidad su opinión sobre el presente y el futuro de la abogacía, los retos a los que se enfrentan los abogados y el papel de las universidades en la formación de los mismos.
¿Cuál es el papel de la universidad en la formación de los abogados del futuro?
La Universidad y los abogados que estudian en esta universidad, y en concreto los juristas, tienen que ser conscientes de que el mundo tecnológico y el mundo científico les va a afectar de una manera decisiva, igual que afecta a otras profesiones liberales sin excepción. Hay que adaptarse a las nuevas circunstancias.
Un estudiante de esta universidad, tiene que darse cuenta de que no puede estar al margen de este tipo de avances tecnológicos y científicos porque forman parte de su vida profesional, en el sentido de no hay un solo avance técnico, ni un solo avance científico, que no tenga consecuencias jurídicas. Todos las tienen y a veces, muy importantes.
Estamos perdiendo el derecho a la intimidad, el derecho a la privacidad, incluso el derecho a la verdad y puede haber otros derechos en riesgo; por lo tanto, una persona que tenga sensibilidad jurídica, tiene que ser consciente de que los nuevos avances tecnológicos y científicos, en concreto la inteligencia artificial en todas sus formas, le está afectando y le va a afectar en su vida.
Una persona que salga de esta universidad sin conocer lo que está pasando en el mundo técnico y científico de una manera esencial, no está bien formado.
Nosotros hacemos una revisión permanente de nuestros programas y hemos integrado todos estos aspectos en nuestras titulaciones, pero, además de cómo afecta a nuestros derechos, ¿cómo va a afectar en la gestión de los despachos de abogados?
Ese es un tema muy delicado. En un despacho como del que soy presidente de honor, que dirige Fernando Vives, estamos dedicando una cantidad de dinero importante al tema de la inteligencia artificial porque sabemos que debemos tenerla en cuenta.
A través de la inteligencia artificial se puede acelerar el conocimiento jurídico y se puede profundizar en él. No es solo un tema de conocimiento, sino de hacerlo más profundo y más completo. En el mundo profesional, la inteligencia artificial, en todas sus formas, incluida la robótica, va a ser decisiva.
¿Cómo impacta esto en la profesión? ¿En el valor que aporta el abogado en el ejercicio de su profesión?
El abogado tendrá que demostrar que la inteligencia artificial le ayuda en su profesión, pero tiene que hacer algo más y aportar un valor añadido, que es lo que ha hecho siempre el abogado. No solo ha aportado el conocimiento de la ley, que es una condición sine qua non, sino el cuándo y el cómo hay que aplicarla. Cómo a veces hay que decirle a un cliente: “usted tiene todo el derecho a hacer esto, pero mi consejo es que no lo haga”.
Además de esta convivencia entre ciencia, tecnología y derecho, nos encontramos con el gran reto de la globalización y la internacionalización de las organizaciones y, al mismo tiempo, esa vuelta a los nacionalismos y a la defensa de aspectos más locales. ¿Cómo debemos educar a los estudiantes de Derecho para mantener ese equilibrio entre lo global y lo local?
El estudiante de Derecho debe conocer el conflicto entre el avance del populismo y la necesidad del universalismo. La universidad tiene que hablar del mundo y del universo, tiene que entender lo que está pasando en el mundo. Por mucha importancia que le demos a los populismos, un estudiante de esta universidad, y la propia universidad, no pueden renunciar a intentar educar de una forma global, a explicarle al estudiante que, además del mundo en el que está, hay otro mundo, mucho más importante que este, lleno de temas fascinantes, de culturas fascinantes… Hay una cultura jurídica china, hay una cultura jurídica japonesa, hay una cultura jurídica alemana… No digamos el mundo anglosajón… Hay sistemas jurídicos distintos y una persona joven que esté estudiando tiene que darse cuenta de que debe tener un globo terráqueo en la mente. Tiene que pensar que, además de esto, que es pequeño, hay otras cosas enormes. La universidad, por su propio carácter, tiene una obligación intrínseca de hacerle ver que tiene que ser sensible a ese proceso de universalización, de globalización y de internacionalización en el que estamos envueltos.
Los estudiantes, cuando terminan su carrera, se encuentran con la cruda realidad. ¿Nuestros despachos de abogados han abordado esa globalización de una forma correcta?
La propia universidad tiene la responsabilidad de hablarle a quien estudia abogacía de cómo se ejerce la profesión, tanto en España como en el mundo. A lo largo de las dos últimas décadas, la profesión de la abogacía en España se ha modernizado de una manera admirable. El mundo de los bufetes de abogados, independientemente de su tamaño, mantiene un equilibrio maravilloso. La profesión admite bufetes grandes, pequeños y medianos, incluso a quien practica la profesión solo. Hay espacio para todos ellos, pero tienen que saber cuáles son las opciones que hay, cuáles son las dificultades de crear un despacho colectivo. No es solo que se junten cuatro personas y ya está, hay que regularlo muy bien porque, si no, en el proceso de crecimiento, ese tema se enquista.
Pero comparado con Europa, que es con quien tenemos que compararnos, sobre todo con Europa Continental, yo diría que el grado de profesionalización y de internacionalización de las firmas españolas es totalmente aceptable.
Has comentado lo importante que es desarrollar la profesión y hay mucho debate sobre la necesidad de reformar el examen de acceso a la abogacía. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Cuanta más educación tenga un profesional, mejor. Siempre se ha criticado que la universidad formaba bien en temas teóricos, pero que tenía poca capacidad para educar en los temas prácticos. Acabamos de decir que la universidad tiene que preocuparse de cuál va a ser el futuro de un abogado que estudia en esta universidad y, por lo tanto, tiene que hablar de la vida profesional. Yo creo que es ahí donde todos tenemos que insistir. En que conozcan todas las posibilidades y opciones, no solo en España. Insisto en que, en estos momentos, un abogado que ha salido de esta universidad, que es una universidad de prestigio, no solamente nacional sino internacional, tiene que tener en cuenta que, además de trabajar en España, puede hacerlo en cualquier lugar del mundo sin la menor dificultad. En todos los continentes, incluido el africano, donde hay países admirables que están teniendo crecimientos económicos más importantes que los del resto del mundo.
Estamos en un mundo fascinante para la gente joven. Deben tener la mente abierta para tomar decisiones completamente nuevas y distintas de las que se están tomando.
La formación de los profesionales del futuro es un reto apasionante. La globalización, la convivencia entre ciencias y letras… La formación científica y humanística que debería recibir todo profesional. ¿Cuál es tu opinión?
Me alegra que una decana como tú acepte el principio de que la separación entre ciencias y letras es una separación equivocada desde hace mucho tiempo.
En el mundo anglosajón no hay separación entre ciencias y letras. Cada estudiante elige los temas que le interesan y pueden elegir entre historia, digitalización avanzada, nanociencia, neurociencia, inteligencia artificial o historia griega. Es decir, puede elegir lo que quiera. En España nos preguntamos continuamente si es usted de ciencias o de letras y esa pregunta tiene que desaparecer. Si tiene que desaparecer en la vida normal, también tiene que desaparecer en la universidad.
Un abogado que salga sabiendo las nociones clásicas de Derecho Civil, Procesal, Laboral, y no sepa nada de Derecho Tecnológico, que existe (hay un Derecho Tecnológico y hay un Derecho Científico), es una persona que no tiene una educación completa ni sustancialmente válida para la época hacia la que vamos. Especialmente ahora, porque hace 50 años no era este el tema, pero ahora sí lo es. El tema está en que un abogado no puede estudiar solamente letras, tiene que estudiar también ciencias; pero no porque sea bonito, sino porque las ciencias influyen en todos los aspectos de la vida jurídica, tanto en el ejercicio de la vida profesional como en la pérdida o en la recuperación de derechos que podrán ponerse en peligro como consecuencia de esos avances científicos y tecnológicos.
Sabes bien que nuestro modelo va más allá de la formación en conocimientos e incide en la formación de capacidades, competencias y valores. Si nos centramos en estos aspectos, ¿cuáles serían las capacidades que no debería dejar de desarrollar un estudiante que va a ejercer la abogacía?
En el mundo en el que estamos, un joven tiene que aceptar que el conocimiento idiomático no es un asunto puramente estético, es un conocimiento vital. Para ser un buen abogado debes saber inglés, que se ha convertido, queramos o no, en la lengua franca. A mí me hubiera encantado que el esperanto hubiera sido la solución, sería maravilloso que todo el mundo tuviera una lengua común, además de la propia lengua, porque sería una forma de comunicarnos en el mundo. Pero en este mundo, el esperanto es el inglés.
Si además del inglés, aprende idiomas significativos como chino, japonés o árabe, le dará una capacidad de acción y una amplitud de miras muy importante. Por lo tanto, el conocimiento idiomático no es un problema puramente estético, sino un problema profundo que puede influir, de una manera decisiva y muy rentable, en la carrera de un profesional.
El segundo tema que debe tener en cuenta un abogado en estos momentos, es que la globalización es una realidad. No debe de centrarse exclusivamente en este mundo y desentenderse de ese otro mundo. Como he dicho, hay sistemas jurídicos distintos. Está el sistema europeo, que es el de la codificación, está el sistema anglosajón, el common law, y está el sistema islámico, basado en un código jurídicorreligioso. Todos ellos hay que conocerlos para entender esta realidad. Lo que les pido es que tengan esa mentalidad. Eso vale para todo. No se trata de presumir de conocer el mundo árabe o el japonés, sino que es útil para entender mejor los problemas, sabiendo que hay versiones y opciones distintas del conocimiento.
Hemos hablado de recomendaciones para jóvenes que se están formando, pero me gustaría hacer recomendaciones a los que ya no son tan jóvenes y participan de forma activa tanto en la formación como en el desarrollo profesional de estos jóvenes. ¿Qué les dirías a los profesionales que contratarán a estos estudiantes y al docente que tiene que formarles?
Hay una frase de Ortega que le decía a los profesores y que a mí siempre me ha encantado: “Los profesores tiene que enseñar lo que saben y decir lo que no saben”. Lo que yo le digo ahora a la gente que enseña y a quienes reciben la enseñanza es que vamos a vivir tiempos de incertidumbre y que nos pagan para vivir tiempos de incertidumbre. No podemos eliminar la incertidumbre de nuestras vidas. En estos momentos estamos viviendo cuatro revoluciones simultáneas: la revolución sociológica, incluido el feminismo; una revolución cultural, hay unos valores en el concepto de la vida; una revolución tecnológica y una revolución política. Son muchas revoluciones al mismo tiempo y, por lo tanto, el grado de inseguridad sobre lo que puede pasar dentro de tres meses es increíble.
Yo no podría decir lo que dije hace tres meses porque se han producido tantos cambios en ese tiempo que tienes que adaptar tu pensamiento. Lo primero que hay que hacer con la incertidumbre y con la duda es aceptarlas; en segundo lugar, convivir con ellas. Se puede convivir con la incertidumbre y con la duda, no es necesario poseer toda la verdad ni tener conocimientos dogmáticos. Se pueden tener convencimientos flexibles. Incluso ahora se está hablando de un derecho dúctil; es un concepto peligroso, pero estamos hablando de este tipo de temas con los que se puede convivir perfectamente.
Recuerdo la frase de Eclesiastes, que me parece casi un libro de autoayuda, que dice algo así como que aunque la vida no sea predecible, siempre tienes que hacer lo que tienes que hacer. Eso es lo que tenemos que hacer, sin tener miedo porque no pasa nada y sabremos adaptarnos perfectamente. Lo hemos hecho hasta ahora de manera admirable y lo seguiremos haciendo.
¿Qué tenemos que aprender de nuestros estudiantes?
En mi opinión, tenemos que aprender que, en conjunto, son más empáticos. Están más acostumbrados al diálogo y a la civilidad. Habrá excepciones, pero en general creo que son más abiertos.
En segundo lugar, tienen más experiencia internacional que la que teníamos nosotros. Al menos en mi caso, tardé mucho en tener experiencia internacional aunque tuve el privilegio de tener una madre americana que, inevitablemente, me conectó con ese mundo.
En tercer lugar, y esto es un poder tremendo, muchos de ellos son nativos digitales, que es un valor decisivo. Yo puedo presumir de manejar un ordenador o un teléfono, pero no soy nativo digital y no tengo la naturalidad que tienen ellos para englobarse en un mundo que va a ser decisivo.
Esas son sus principales potencias. Lo que también tendrán que aprender es que eso de ser joven es un activo relativo.
Y por fin, y esto lo reitero, tienen que mejorar su nivel ético permanentemente. Ser ético no es fácil, es muy difícil. Hay que saber qué es ser ético y entender cómo serlo. El que una persona sea ética nunca lo conecto con valores de sacrificio, religiosos o morales; lo conecto en el sentido de decirle a los jóvenes: primero, si eres ético, tu capacidad va a ser sostenible; segundo, vas a ser rentable; y tercero, vas a ser más feliz. Lo de la felicidad no es una broma; una persona que se comporta éticamente es feliz, y una persona que no se comporta éticamente no es feliz. Puede tener más dinero o presumir de otras cosas, pero no es feliz.
Esas personas tóxicas, quienes practican bulling o acoso escolar o de cualquier otro tipo, esas personas se podrán divertir, pero no son felices. Por lo tanto, hay que conectar la ética con valores positivos y recordarles que es la única salida de cara al futuro. Necesitamos gente ética, ya hemos tenido suficiente corrupción
Muchas gracias por estar cerca de nosotros porque eres una inspiración.
Te lo he dicho muchas veces, y es verdad, lo que yo presumo de mi doctorado honoris causa de la Universidad Europea. Para mí es un privilegio y este ambiente universitario es una maravilla, rico, joven y optimista. El beneficio es mío, de verdad.