
Sin duda BIM es un acrónimo que hoy incluso neófitos en la materia reconocen y detectan repetidamente en noticias y publicaciones. Su significado (Building Information Modelling o Modelado de la información de la edificación) da algunas pistas con respecto al objetivo de este novedoso entorno de trabajo en arquitectura y obra civil, pero la síntesis más nítida (aunque no necesariamente más certera) sería la del “gemelo virtual” de cada edificio, puente o puerto construido o por construir. Esta mimesis de una realidad futura no se limita a un modelo geométrico digital sino que incluye todos los datos físicos, mecánicos, temporales y económicos imaginables: una auténtica realidad paralela.
El potencial de este concepto es totalmente disruptivo: la construcción de un proyecto deja de estar basada en la interpretación de su representación gráfica parcial y descompuesta en planos, su descripción escrita anexa o una valoración monetaria paralela. El enorme e inevitable riesgo de incoherencias entre representaciones abstractas e inconexas ha supuesto un perenne talón de Aquiles en la industria AEC (acrónimo de “architecture, engineering and construction”) y consecuente pago de ingentes sobrecostes por imprevistos que, para más inri, han supuesto además un freno adicional a la innovación ya que únicamente la experiencia previa permanecía como garantía cierta para una terminación exitosa.
Los flujos BIM, en cambio, desarrollan un modelo virtual en continuidad, desde los primeros esbozos conceptuales hasta el Facility management del edificio terminado, pasando por la fase de definición en detalle y su construcción real. El modelo virtual se va enriqueciendo sucesivamente con los datos necesarios en cada momento, permitiendo simulaciones energéticas, estructurales o económicas que influyen en el diseño en fases tempranas, habilitando para un verdadero diseño creativo responsable y coherente. El testado iterativo del modelo previo a su realización acota enormemente su nivel de incertidumbre y abre adicionalmente un campo de mejora proyectual basado en evidencias.
¿Por qué ahora?
En realidad el concepto BIM no es en absoluto nuevo (lleva más de 30 años desarrollándose) por lo que surge la pregunta inevitable sobre la razón última para que sea ahora, o mejor dicho, justo hace 10 años, en el mundo anglosajón y países nórdicos (solo 5 en buena parte del resto del mundo, como España). Existe la tentación de pensar que es la mera evolución del software y hardware la que lo ha hecho posible o viable tanto técnica como económicamente. O que la implantación normativa por los diferentes países ha constituido el pistoletazo de salida para su desarrollo real.
Pero no, no son estas en realidad las razones primigenias. Una vez más, hay que recurrir al aforismo de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”. La industria AEC, como uno más de lo actores macroeconómicos, precisa habilitar un claro futuro de optimización de beneficios, o lo que es lo mismo, disminuir el ya mencionado factor de incertidumbre del negocio, hoy solo compensado por las cíclicas pero imprevisibles ganancias puntuales de burbujas especulativas. Es esta seguridad para inversiones y retornos de beneficios regulares la que habilitará para atraer fuertes sumas de inversión de fondos y empresas, en directa competencia con las innovaciones en energía, IA o genética que protagonizan nuestro futuro inmediato.
Un segundo pilar para la implantación de flujos BIM resulta indudablemente de su capacidad de aportar, en todas sus fases, los datos necesarios para dar soporte a todas las vertientes de sostenibilidad (medioambiental, energética, económica y social). En la propia edificación es la simulación ya en fases tempranas de diseño la que alimenta la optimización del diseño energético y facilita el análisis en continuo del ciclo de vida (ACV, equivalencias en CO2 de materiales y procesos), mientras que a nivel urbano habilita para la modelización e interconexión con la Smart City sostenible del futuro.
¿Y cuáles son los problemas?
Obviamente la implantación de procesos BIM sufre, como toda innovación, las tradicionales reticencias de los profesionales senior ya plena y exitosamente asentados en la profesión y en la docencia que, por un lado, desconfían de un entorno que cuestiona su liderazgo y del cual desconocen cómo obtener beneficios, y por otro, desprecian (aún por poco tiempo) las tosquedades que perviven en las rutinas de diseño y desarrollo proyectual de los software BIM actuales.
Siendo como es un hándicap indudable, son otros aspectos los que terminan por introducir importantes palos en las ruedas del proceso de implantación. En primer lugar hay que señalar que los beneficios de un modelo virtual cargado de datos los obtiene principalmente el último actor de la cadena, el facility manager, mientras que el mayor esfuerzo de introducción de datos (junto a la inversión en equipos y software) corre a cargo del arquitecto o ingeniero, sin que ello haya repercutido en un aumento real de honorarios (pocos países, como en Alemania las HOAI, valoran el desarrollo BIM con honorarios específicos).
En segundo lugar, se vislumbra la evidente repercusión de una “transmisión en cadena” de los modelos BIM por todos los actores: desde el arquitecto, contratista, cliente, reguladores al facility manager, entre otros. Claramente resulta muy poco deseable para cualquiera de ellos dejar que otros “hereden” su know how y limiten su margen de maniobrabilidad y beneficio, base de su negocio actual. Y si, además, añadimos la nueva responsabilidad sobre los datos “transmitidos” (los siguientes actores “edifican” sobre estos) que pueden dar lugar a reclamaciones millonarias (apoyadas por evidencias informáticas tipo Blockchain), creo que podemos hacernos una idea bastante aproximada sobre el panorama que es preciso volver a ordenar tanto económica como legalmente.
¿Y la aportación en la educación?
En esta área el presente y futuro es indudablemente positivo: BIM es un nuevo y valioso recurso que, lejos de pretender sustituir dinámicas docentes ya asentadas y valoradas, enriquece por medio de un entorno virtual “realista” plenamente actual y motivador: en pantalla, realidad virtual / aumentada u hologramas. La “inmersión” experiencial (similar al gaming) estimula la implicación del estudiante con su propio aprendizaje, fomentando que entienda, asimile e integre conocimientos parciales previos (conceptuales, constructivos, espaciales, materiales, etc.) para un todo coherente. La facilidad con la que simulaciones iterativas inciden en la mejora sucesiva de propuestas (en trabajo individual o colaborativo) habilita para un diseño por evidencias realmente científico, interdisciplinar y profesionalizante, que enlaza perfectamente con innovadores recursos de diseño paramétrico y la materialización automatizada por medio de la fabricación digital (cortadoras, impresoras 3D, robótica) tanto en aula como en la realidad constructiva inmediata: sin necesidad de planos, del modelo virtual directamente a la fabricación.
José Jurado Egea es profesor de Arquitectura en el Grado en Fundamentos de Arquitectura