
Nosotros trabajamos hace tiempo en la introducción de la conciencia corporal en el ámbito universitario por los beneficios demostrados que tiene en el proceso de aprendizaje de los alumnos, en la mejora de la relación profesor-alumno y su impacto positivo en ciertos parámetros fisiológicos relevantes para la salud. Nos encantaría, por tanto, hablaros de abordajes que nos estimulan como la danza movimiento terapia, el body mind centering, el katsugen undo o el movimiento auténtico, disciplinas y herramientas con las que trabajamos y que son desconocidas para el gran público. Sus efectos beneficiosos para la salud seguramente son tan positivos, si no más, que los que conlleva la práctica del mindfulness que se encuentra tan en boga en estos momentos, pero no están tan bien demostrados a nivel científico. El problema es que no se puede hablar de estas herramientas sin mover el cuerpo, es la limitación que presentan. Por lo que os convocamos a una de nuestras clases para que podáis descubrirlo; y, mientras, os hablaremos de otro abordaje con el que podemos empezar a mejorar nuestra atención y nuestra conciencia corporal.
Todos hemos oído hablar en alguna ocasión de La ceremonia del té, chanoyu en su denominación japonesa, pero pocos occidentales hemos podido disfrutarlo en su verdadera dimensión. Si acaso, hemos asistido a alguna imitación grosera, parecida a comerse una fabada asturiana elaborada por un asiático en un restaurante londinense. Pues se trata de algo realmente exigente y complicado, y eso que, como dijo un sabio, solo se trata de “hojas y agua caliente”. Exigente porque el chadō o camino del té, un camino espiritual de búsqueda de uno mismo, requiere de estudio durante años. A los extranjeros nos resulta difícil entender la profundidad de una ceremonia que puede durar 4 horas, y en la que la mayor parte del tiempo permaneces sentado sobre tus talones sobre un tatami de paja de arroz, quieto, muy dolorido en cuanto pasan tres minutos, sin hablar si no te preguntan, bebiendo té con sabor a algas, o a acelgas en el mejor de los casos, tragándote el polvo con el que vienen las acelgas y, en ocasiones, compartiendo un único chawan (taza sin asas de cerámica donde se sirve el té matcha) con todos los asistentes.
No parece a priori que, con esta descripción, sea algo para recomendar a los occidentales que vivimos en plena trinchera de la hiperactividad en busca de mejorar nuestra salud. Es cierto, no debemos recomendarlo tal cual. Pero sí podemos sacar partido de lo que otros han aprendido antes que nosotros. Con respeto, con curiosidad, sin desvirtuar la esencia, con la comprensión y ternura que sentimos hacia los niños que aprenden a caminar o montar en bici. Pero esta vez, con nosotros mismos. ¿Cómo hacerlo, por tanto?
Despacio. Buscando el instante y el lugar para estar solos. Únicamente entonces, despliega con cuidado en la mesa, frente a ti, el pequeño mantel de té hecho de bambú o ese de bonitos colores que te regaló tu madre o un amigo. Sin quemarte, coloca tu mano sobre el recipiente dónde estés calentando el agua. Cierra los ojos y concentra_Té en las sensaciones que percibes cuando el agua empieza a vibrar. Olvida_Té del resto, solo tú y tu cuerpo. Calienta la taza y la tetera, si vas usarla, enjuagándolas con el agua ya caliente. Con mimo y mucha atención, deposita en el fondo, en cualquiera de sus formas, en polvo, en hojas, el té de tu elección. El que sabes que tiene lo que tú necesitas o simplemente quieres probar. Vierte el agua con cuidado, sien_Té el tiempo que transcurre y… ¡disfrútalo! Con todos los sentidos: el brillante color, su calor a través del chawan, su aroma, diferente del sabor que luego experimentas, la aspereza en la lengua, los aromas que persisten en la garganta largo tiempo, el olor del chawan una vez vacío… Todo junto es lo que los asiáticos llaman cha qi. Simplemente, la conciencia que le has puesto en lo que acabas de hacer, cuidar_Té, mejorará tu salud. Tan simple como que buscar el lugar y el tiempo que dedicar_Té y poner conciencia en lo que haces es ejercer la mayor responsabilidad hacia tu salud.
¿Qué tal? ¿Ha sonado un poco etéreo, místico? No pasa nada, disculpadnos, es que en ocasiones la teína se nos sube a la amígdala. Os lo contaremos de nuevo en el siguiente post, pero entonces será con más química y para el lado izquierdo occidental.