
Una década después de la crisis económica, de la Gran Depresión de principios de siglo, 2018 parece ser el año de consolidación del final de la crisis y el principio de una etapa, la poscrisis, en la que muchas personas se preguntan qué sociedad queda tras la crisis y si vivirán peor o mejor las siguientes generaciones.
Los datos macroeconómicos apuntan a que la sociedad ha salido de la recesión, pero sale a un mundo convulso, en el que muchos aspectos ya no serán iguales: unas sociedades que avanzan hacia la digitalización, nuevos entornos laborales, crisis del estado de bienestar, incremento de la desigualdad. Estos son solo algunos de los retos sociales a los que debemos enfrentarnos en los próximos años. Y a los cuales la sociedad española no es ajena.
¿Cómo percibe la sociedad española esta etapa de poscrisis? ¿Que preocupa a los españoles y qué consecuencias sociales arrastra esta sociedad tras la crisis vivida? Según muestran diferentes estudios (Barómetros del CIS, encuesta 40Db:2018, entre otros), la radiografía social de la España de poscrisis viene marcada por un sentimiento de incertidumbre y desconfianza entre la ciudadanía ante lo que depara el futuro, y se apuntan algunas cuestiones claves que preocupan. La situación económica global, el paro y la precarización del empleo (especialmente en los jóvenes); y un crecimiento de la desigualdad (más precariedad, más pobreza y menor protección social).
En primer lugar, el sentimiento de incertidumbre se asocia claramente a la situación económica. Si bien es cierto que durante 2018 se ha constatado una reactivación del consumo y un menor endeudamiento de las familias, datos que dibujan una situación de repunte y dinamismo económico, esta situación contrasta con la percepción de gran parte de la sociedad, tal y como apuntan diferentes barómetros del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). Si nos fijamos en la pregunta que analiza mes a mes la percepción que sobre la situación económica tienen los españoles, observamos cómo la mayor parte califica la situación económica actual como regular (44,1% en septiembre y 33, 5% en octubre) y es muy amplia la percepción de quienes opinan que la situación sigue siendo mala o muy mala (49,1% en septiembre y 55,2% en octubre). Por lo tanto, la percepción, siendo algo menos pesimista que en pasados años, no llega a ser positiva. Esto se corresponde con la situación objetiva del paro estructural que arrastra el país y de las dificultades de las familias para superar la crisis.
Desde la crisis económica iniciada en 2009 y hasta 2014, la tasa de paro en España no dejó de aumentar hasta llegar a alcanzar el dato insostenible del 30%. En 2014 se empezaron a percibir signos de mejora disminuyendo esta tasa al 24% para, actualmente situarse en torno al 16% y 15% en el mes de octubre. A pesar de la recuperación del empleo, España sigue teniendo una de las mayores tasas de desempleo de Europa, donde la media es actualmente de un 8,7%, (según datos de Eurostat). En consecuencia, con esta situación objetiva, el paro aparece casi constantemente en los barómetros del CIS como el principal problema al que se enfrenta la sociedad española. En los últimos meses el paro continúa siendo el mayor problema y una de las tres primeras preocupaciones para el 59,8% de los españoles. (Barómetro CIS, octubre 2018). Las preocupaciones de índole económico aparecen en cuarto lugar (solo superadas por la preocupación ante la corrupción y el fraude y los políticos).
Otra de las consecuencias de la crisis es la precarización y pérdida de calidad en el empleo y especialmente entre los jóvenes. El paro es mayor entre los jóvenes, que presentan la segunda tasa de paro juvenil más elevada de la UE, con un 37,9%. En relación a la calidad, persiste el empleo a tiempo parcial, una alta temporalidad y una disminución y/o estancamiento de la retribución salarial (menor en cuanto a salarios medios y salario entre los jóvenes que en 2009, cuando ser mileurista era considerado un fracaso; ahora es casi una utopía). Según el último estudio realizado por el Centro de Estudios Reina Sofía, al finalizar la crisis, la juventud actual, especialmente la que tenía alrededor de 15 años en plena crisis, se enfrenta con un mercado laboral precario, sufren gran temporalidad y a pesar de tener una buena formación, si consiguen un empleo remunerado, el salario es más bajo que antes de la crisis.
Según datos de ese mismo centro de estudios, está situación ha provocado entre estas nuevas generaciones una desconfianza y aceptación de la merma del estado de bienestar. Esto, junto con la dificultad percibida de encontrar un empleo estable, está impulsando a estudiar de nuevo. Concretamente el estudio citado confirma que, más de la mitad del colectivo de jóvenes (53%) cree que la crisis implica una obligación de prepararse más para el futuro, y que la precariedad y la incertidumbre parecen parece haber generado posturas más proactivas que les llevan a confiar más en el esfuerzo personal (frente a la pérdida de poder de intervención que otorgan al Estado).
Esta concienciación de prepararse para el futuro (recordemos que antes de la crisis muchos jóvenes dejaron de estudiar debido a la facilidad de encontrar empleos en sectores poco cualificados) es una de las consecuencias sociales positivas de la crisis.
Finalmente, otra de las consecuencias sociales que claramente perciben los ciudadanos es el crecimiento de la desigualdad y la pobreza. Un 91% de las personas encuestadas en el sondeo mencionado (Db4: 2018) opinan que la crisis ha supuesto más sacrificios para los que menos tienen. Un 73% cree que, tras la crisis, existe en España más pobreza y un 67% está de acuerdo con que existe más desigualdad social. Estas percepciones vienen avaladas por datos objetivos. En relación al crecimiento de la pobreza, el informe sobre el Estado de la Pobreza y la Exclusión en España 2018-2017, elaborado por EAPN a partir de datos del INE, aunque apunta a un descenso en la tasa Arope (indicador propuesto por la Unión Europea para medir el riesgo de pobreza y exclusión) por tercer año consecutivo hasta el 26,6%, todavía no ha disminuido al 23,5% de 2008. Además, en términos absolutos, el riesgo de exclusión social y pobreza afecta a 12.338.187 de personas. Otros datos de este informe confirman la situación precaria antes descrita ya que, según las cifras, el 14,1% de las personas ocupadas se encuentra en riesgo de pobreza, lo cual confirma que tener un empleo no garantiza salir de la pobreza. Nuevamente son los jóvenes entre de 16 y 29 años de edad el grupo más afectado, pero además se apunta que el riesgo continúa siendo «extraordinariamente elevado» entre los menores de 16 años, alcanzando un 31%. Ante este panorama, las familias seguirán jugando un papel central para hacer frente a la crisis, aunque gran parte de ellas se encuentren con dificultades económicas y menor nivel adquisitivo. Una parte de los hogares debilitados por la crisis pueden encontrarse en riesgo de exclusión social y pobreza concretos en los posibles cinco años.
Estas consecuencias de la crisis, unidas a la evaluación negativa de las políticas practicadas durante la misma y la corrupción política vívida en estos últimos años, ha llevado a una desafección de la ciudadanía hacia las instituciones (la banca, los partidos políticos, el Estado e incluso el poder judicial). Parece ampliarse la brecha entre la sociedad y el Estado, que es percibido, en la línea que apuntan Zygmunt Bayman y Carlo Bordoni (2014), como “debilitado”, y que “no puede hacer frente a los grandes retos del bien común”.
Por contraposición con esta situación de alejamiento del Estado y sus instituciones, se observa una sociedad civil más participativa en asuntos sociales, más comprometida y más solidaria. De hecho, un 43,4% de los encuestados piensa que la crisis ha hecho a la ciudadanía más participativa socialmente y un 40,8% opina que ahora la sociedad es más solidaria. La tendencia hacia nuevas formas de activismo social y un mayor compromiso comunitario se manifestarán (como ya se ha comprobado) principalmente entre los jóvenes cada vez más concienciados con temas como el feminismo, la sostenibilidad o las economías colaborativas.
Para terminar, no podemos olvidar que todas las crisis económicas suponen un cambio de valores, una convulsión social no exenta de posturas radicalizadas. Ante las problemáticas sociales apuntados solo cabe una respuesta por parte del Estado, la aplicación de políticas públicas activas y adecuadas que garanticen la continuidad del estado de bienestar y una implicación de todos los actores sociales en la sostenibilidad y mejora de nuestra sociedad para que la respuesta planteada al inicio de si vivirán mejor las futuras generaciones sea positiva. De momento, la respuesta está por construir.
Referencias.
Barreiro, Belen (2017): La sociedad que seremos, ed. Planeta.
Centro de Estudios Reina Sofia (2018): “La sombra de la crisis. La sociedad española en el horizonte 2018”, elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud,
CIS (Centro de investigaciones sociológicas: barómetros, septiembre, octubre 2018. http://www.cis.es/cis/opencms/ES/7_ServiCiudadanos/
Llano Ortiz, C. (2018): El estado de la pobreza y exclusión social en España.2008-2017, EAPN-ESPAÑA
Zygmunt Bauman y Carlo Bodoni (2016): Estado de Crisis. Paidós.
40DB (2018). Informe para el EL PAIS. Díez años de crisis. Valoraciones cambios tras la crisis. (sondeo 40dB).
https://datosmacro.expansion.com/paises/espana. Consultado a 26 de noviembre de 2018.
https://elpais.com/politica/2018/11/10/actualidad/1541872607_568994.html. Consultado a 20 de noviembre de 2018
EPA (Encuesta de Población Activa). Años 2008, 2017, 2018) INE España.