
Estamos viendo últimamente en los medios, tanto científicos como generalistas, artículos que reflejan nuevos y sorprendentes avances de la inteligencia artificial y la robótica.
Es por esto que, ante esta difusión que se está haciendo de los enormes avances de la inteligencia artificial, haya personas que se cuestionen si tenemos que preocuparnos. Recientemente, han surgido iniciativas que plantean vigilar la IA y la robótica, algunas planteadas por personalidades muy relevantes como Elon Musk. Incluso se ha llegado a registrar una propuesta en el Parlamento Europeo para obligar a que todos los robots que se fabriquen tengan un botón de “desconexión total” para el caso de que se rebelen.
Pero la realidad es que estos miedos vienen heredados de la cultura adquirida influenciada por las películas y novelas de ciencia ficción.
Muchos hemos crecido leyendo las novelas de Asimov y sus leyes de la robótica, o con películas como 2001: Una odisea en el espacio o Terminator, en el que los ordenadores y los robots eran los malos que querían destruir la humanidad.
La realidad, sin embargo, está muy alejada de lo que veíamos en las películas. La inteligencia artificial puede hacer cosas espectaculares, pero no tiene (ni va a tener) una conciencia. Las probabilidades de que un robot se rebele contra la humanidad son tantas como que tu cafetera de casa se rebele contra ti.
¿Significa esto que no debemos preocuparnos por la inteligencia artificial?
Pues por desgracia no. Existen otros peligros de los que tenemos que estar muy pendientes. He comentado que estos sistemas no cuentan con una conciencia propia, pero tampoco ningún tipo de empatía, de igual forma que tampoco saben diferenciar, si no se lo indicamos explícitamente, lo qué es políticamente correcto de lo que no.
La mayoría de estos sistemas aprenden de ejemplos del pasado, y si no se tiene cuidado con los datos, se pueden construir modelos que reflejan comportamientos inadecuados (racistas, sexistas, insolidarios…). De hecho, ya pasa.
Pongamos un ejemplo: un sistema de inteligencia artificial que decide cuál es el salario más justo que se debe ofrecer a un trabajador en función de sus curriculum y capacidades. Si ese sistema se entrena sin eliminar atributos como el sexo, y se entrena con datos históricos (en los que recordemos que, por desgracia, los hombres ganan más que las mujeres), el sistema de inteligencia artificial aprenderá que un hombre debe ganar algo más que una mujer por el hecho de ser hombre. Este es el tipo de comportamientos de los que debemos preocuparnos y que debemos vigilar, y no de que puedan decidir conquistar el mundo.