
No habrá Brexit duro, pero hay Brexit. Es una amputación a la UE que tendrá sus costes económicos, políticos y sociales. A corto plazo más para Reino Unido que para los 27. La economía británica ya ha sufrido sus efectos desde el referéndum de 2016. A nivel político interno, Escocia pedirá una nueva consulta de independencia e Irlanda del Norte queda más cerca de Dublín que de Londres con frontera económica en el mar del Norte.
En la UE ha habido sectores como el automovilístico o el agroalimentario que han respirado hondo al saber que no se aplicarán fuertes aranceles sobre sus productos. Aun así, nada eximirá a estas industrias de declaraciones aduaneras o controles fitosanitarios que incrementan la burocracia y los costes haciendo sus productos menos competitivos.
Los automóviles que se compren o vendan de un lado al otro del Canal de la Mancha deberán demostrar que el 50% de sus piezas son de origen británico o europeo para evitar aranceles. En el caso de los vehículos eléctricos, las baterías deberán ser origen europeo o británico para evitar el sobrecoste arancelario; y en estos momentos, el mayor productor de baterías a nivel mundial es China.
El sector agroalimentario deberá someterse a controles sanitarios, y los trámites aduaneros no favorecerán a los alimentos perecederos.
Sin embargo, serán la pesca y el turismo los sectores más afectados. Las cuotas pesqueras en aguas británicas se reducirán en un 25% y a partir de 2026 se negociarán nuevos acuerdos. Actualmente 88 barcos españoles faenan en Reino Unido, y el acuerdo comercial puede provocar pérdidas de 500 millones de euros al año. Veremos qué parte de los 5000 millones, con los que dotará la UE a los sectores afectados por el Brexit, llegan al sector pesquero.
Más de 15 millones de turistas británicos llegan a España anualmente. Su menor poder adquisitivo si la libra se sigue depreciando, podría disminuir los viajes a España y el gasto de estos turistas en sectores como el inmobiliario o el hostelero.
El sector aéreo también se verá afectado pues las compañías en las que el 50% del capital no estén en manos europeas no podrán realizar vuelos internos entre países comunitarios. Veremos cómo afecta esta situación a Iberia que pertenece a IAG, de capital británico y de terceros países.
A nivel educativo, se acabó el programa Erasmus con Reino Unido y las tasas para los europeos que quieran estudiar en universidades británicas se duplicaran como poco.
El sector financiero, uno de los más importantes para el PIB británico, ha quedado fuera del acuerdo comercial. Las empresas financieras y aseguradoras británicas ya no gozan del pasaporte europeo que les permitía operar en el mercado único y ahora necesitarán el acuerdo de los distintos estados para poder hacerlo bajo el sistema de equivalencia
Los ciudadanos británicos y europeos pierden con el Brexit. La libre circulación de personas ya es historia y será necesario viajar con pasaporte con una validez mayor de 6 meses y para estancias de más de 90 días será necesario el visado.
Además, trabajar en las islas británicas se ha puesto complicado pues será necesario un buen nivel de inglés y un salario de cerca de 30.000 euros. Tampoco habrá reconocimiento automático de las cualificaciones profesionales como había hasta ahora.
En cuanto a las tarjetas sanitarias europeas en vigor podrán seguir utilizándose hasta que expiren, pero el gobierno británico recomiendo contar con un seguro de viaje.
En conclusión, que no hay muerte, pero sí hay susto con el Brexit suave, y habrá que ver cómo se van adaptando los distintos sectores económicos y la ciudadanía de ambas partes del Canal. No es tan duro como aplicar las normas de la Organización Mundial de Comercio, pero tampoco un camino de rosas.
Miguel Ángel Benedicto es profesor de Relaciones Internacionales en el Grado de Relaciones Internacionales