
«Es el momento de enseñar a los niños a entender el mundo».Noam Chomsky, abril de 2020
Resulta muy complejo y delicado aventurarse a hablar del futuro de la educación a nivel internacional en un momento en el que el mundo, la sociedad y la experiencia vital que hemos tenido hasta ahora se ha visto por completo trastocada por una crisis sanitaria sin precedentes. Cada circunstancia, situación o pequeño detalle de nuestra existencia se ha transformado por completo con el devenir de unos acontecimientos que hasta hace unos meses no hubiéramos podido creer de haber sabido el gran giro que iba a dar el rumbo de la historia del siglo XXI.
Como se ha podido comprobar en esta situación, la educación es un derecho que hay que proteger, pues es precisamente en situaciones de emergencia donde la escuela ofrece protección y estabilidad. En las siguientes líneas queremos hacer una reflexión en torno a uno de los pilares básicos en la formación del ser humano. Hablaremos de educación.
La vida de millones de personas se ha visto afectada de manera directa o indirecta por la COVID-19. Sin duda, el espacio educativo ha sido uno de los que está sufriendo las secuelas de forma más visible, con la consecuencia inmediata del cierre de centros escolares y la transformación de una docencia presencial a un entorno virtual en un espacio de tiempo que apenas dejó margen de actuación a la comunidad educativa para un reciclaje eficaz.
Los profesores y las profesoras hemos tenido que convivir con la incertidumbre de la continuidad, la preocupación por ofrecer una docencia de calidad, la impotencia de conocer cómo algunos estudiantes no pueden acceder a los dispositivos y herramientas tecnológicas debido a las desigualdades sociales, y también hemos tenido que lidiar con la desmotivación del alumnado.
Recordemos en cifras cuál ha sido el impacto de la epidemia del coronavirus en la educación a nivel internacional: A fecha de 1 de abril de 2020, ha habido un total de 1.598.099.008 estudiantes afectados, número que supone el 91,3% del total de estudiantes matriculados en el mundo. Con respecto a las escuelas, ha habido cierres totales en escuelas de 194 países.
A la vista de los datos, los docentes tenemos multitud de preguntas de difícil respuesta. ¿Qué escenario emocional nos espera en la educación tras la pandemia? ¿De qué recursos humanos disponemos? ¿Con qué herramientas tecnológicas contamos? Y lo que es más importante: ¿Qué formación pedagógica y psicológica necesitamos?
Probablemente debemos valorar la premisa de la que nos habla el gran filósofo y educador José Antonio Marina: ¿Debemos hablar de cambiar o reconstruir, es decir, debemos intentar volver a donde estábamos?
El papel de las TIC en el futuro de la educación
Dada la repentina y casi abrupta implantación del modelo docente virtual a la que hemos asistido, debemos valorar minuciosamente la presencia y utilización de aquellos recursos que gestionan, transfieren y comparten la información mediante soportes digitales. La innovación tecnológica va a desempeñar un papel fundamental de cara al futuro, pues las llamadas TIC (tecnologías de la información y la comunicación) aportan instrumentos de trabajo con múltiples posibilidades, que en el actual contexto educativo nos pueden permitir enfrentarnos al problema sanitario que supone la presencialidad. Las grandes ventajas que ofrecen estos recursos no se limitan a dar respuesta en este momento concreto de crisis; por el contrario, ofrecerán al alumnado la posibilidad de ampliar sus horizontes educativos. Mientras que el libro de texto es un elemento estático, los recursos en línea nos ayudan a cubrir las necesidades curriculares del alumnado de una manera más efectiva y pormenorizada. Es importante en este punto valorar el concepto del adaptative learning, entendido este como el proceso que nos permite adecuar la formación a los diferentes ritmos de cada estudiante. Vivimos en una sociedad del aprendizaje, y tal como explicaba el premio nobel de economía Joseph E. Stiglitz, la evolución y el avance de las sociedades están directamente relacionados con la capacidad de aprender.
Sin embargo, uno de los principales inconvenientes de la docencia virtual es la falta de acceso a los medios tecnológicos por parte de muchos estudiantes. Es por ello que uno de los factores que las autoridades internacionales deben tener muy presente es el déficit de acceso a la información en tiempos de pandemia, pues, sin duda, este hecho adquiere una relevancia muy grande en términos de desigualdad social. Solventar estas carencias forma parte de los objetivos prioritarios de las Naciones Unidas, como queda patente en el plan de trabajo del proyecto Agenda 2030.
Nuevas posibilidades y oportunidades en educación
Los docentes vamos a asistir a una profunda revolución educativa, cimentada sobre el pilar de la innovación tecnológica y de un nuevo escenario emocional donde la ética, el civismo, la responsabilidad individual y colectiva serán valores primordiales. Más que nunca, las instituciones educativas deben cumplir un papel formador, de naturaleza multidisciplinar, adaptativa y flexible. De un lado, la docencia virtual precisa del estudiante autonomía, responsabilidad, espíritu crítico, así como una notable capacidad de autoaprendizaje en los niveles superiores, especialmente en los universitarios.
Por otro lado, hay un aspecto fundamental que se diluye con la educación en línea y es la parte pedagógica basada en el afecto, en las relaciones interpersonales, en lo emocional. Los vínculos afectivos que se desarrollan en los centros de enseñanza son una parte indispensable de la formación del estudiante.
Es importante valorar el impacto que va a tener esta crisis en la fase de aprendizaje vital en la que se encuentra el alumnado. Parece, pues, el momento idóneo para llevar al aula una reflexión sobre el ser humano, sobre la sociedad y la interculturalidad. Esto puede ser viable a través de la inclusión de materias que contribuyan a potenciar el espíritu crítico; de hecho, son varias las voces que apuntan a la inclusión en los planes de estudio de la asignatura Ciencia de la evolución de las culturas.
Como puede comprobarse, hay grandes proyectos que esperemos no queden como meros propósitos. El gran reto, quizá utopía, es que todos los niños y las niñas, que los jóvenes del mundo tengan acceso a una educación de calidad, paliando así los efectos de las desigualdades sociales. Invertir en educación y alfabetización es invertir en el futuro de un mundo mejor.
Debemos tener presente que el gran valor del docente es lograr despertar la curiosidad por entender el mundo. La tecnología, la pedagogía, la innovación docente y la inteligencia colectiva serán nuestros mejores aliados. Afrontemos esta etapa, pues, con optimismo y esperanza.
Referencias en línea
https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/es-el-momento-de-ensenar-a-los-ninos-a-entender-el-mundo-noam-chomsky/
https://en.unesco.org/covid19/educationresponse
https://es.unesco.org/covid19/globaleducationcoalition
https://ethic.es/2020/04/jose-antonio-marina-coronavirus/
https://www.observatoriodelainfancia.es/ficherosoia/documentos/7138_d_COVID-INFORME-educacion.pdf
https://www.universidadsi.es/educacion-superior-en-pandemia-covid-2020/
Soraya Almansa es Profesora de Lengua Española en el Grado de Traducción e Interpretación y en el Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato