
El futuro a medio plazo de los nuestros centros de salud y hospitales se está diseñando ya en países como Alemania, Austria y España.
Normalmente, estas construcciones, además de ser grandes consumidoras de energía —un 22 % más que el resto de edificios—, tienen la mayor emisión de gases de efecto invernadero por metro cuadrado. Convertir estos bloques en edificios de consumo casi nulo es uno de los retos planteado por la Unión Europea (Directiva Europea 2010/31).
Por otro lado, según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, una media del 8,7 % de los pacientes de un hospital presenta infecciones nosocomiales o intrahospitalarias (las contraídas por pacientes ingresados en un recinto de atención como resultado de su permanencia en el hospital).
Así pues, la Comisión Europea ha determinado que los hospitales deben de cumplir la norma UNE 171340, que especifica los parámetros que deben de cumplirse para que la instalación de climatización de estas zonas críticas garantice el suministro de aire ambiental de calidad.
Las claves para la superación de estos objetivos tan ambiciosos pasa por un análisis exhaustivo de las frecuencias de ocupación (mediante la utilización de metadatos) así como un control de la calidad del aire a todos sus niveles: energético, CO2, componentes orgánicos volátiles y microorganismos.
Un buen ejemplo es el trabajo que se está llevando a cabo en el nuevo centro de salud que está construyendo en Lodosa la arquitecta Sara Velázquez Arizmendi junto al Gobierno de Navarra. Ante la ausencia de una trasposición nacional, la edificación es ejemplar en la aplicación de la Directiva Europea 2010/31: se tratará de un edificio de consumo casi nulo, e incluso el proyecto contempla ya las normas que serán necesarias para regularlo.
La obtención de estas metas nos otorgaría centros de salud donde se minimizarían los riesgos de contraer nuevas enfermedades y que serían extremadamente confortables sin que esto suponga una hipoteca energética para nuestra sociedad.