
Mil cien millones de niñas, según datos de la ONU, están a punto de descubrir su futuro, un futuro que les traerá porvenir o las perpetuará en la discriminación. Y aunque no todas viven la misma realidad, sí que podemos afirmar que la inmensa mayoría sufre de un modo u otro una discriminación de género.
Dependiendo de la zona del mundo en la que nos encontremos, algunas estarán empleadas como mano de obra barata, acumularán tareas domésticas y tratarán de formarse; y otras convivirán con modelos de sexualización y adulteración de la infancia propios de sociedades líquidas (Bauman, 2017) banalizadas, en las que realizarán las mismas tareas, pero desde el juego. Con un único fin: no decepcionar a la sociedad respecto al papel que esta designó para ellas en el futuro.
¿Y por qué hablar del día de la niña, si ya tenemos el de la mujer? Porque la mujer que demanda su lugar en la sociedad ya llega tarde, ya está viviendo su futuro como ser dominado, haciendo uso de la terminología usada por Bourdieu (1998). Estas mujeres, en el mejor de los casos, podrán llegar a mejorar sus condiciones en sociedad, pero ellas, las niñas, forjarán sus vidas a partir del logro alcanzado, lo que les permitirá convertirse en agentes generadores de cambio social. Y eso gracias a que las mejoras que ellas obtengan serán un beneficio para la comunidad en su conjunto.
El hecho de que las instituciones tomen conciencia de la importancia de lograr el empoderamiento de las mujeres y las niñas, así como la igualdad de género (Objetivo 5 de la Agenda para el Desarrollo Sostenible), ayuda, pero no es suficiente. En la mayoría de las ocasiones cada una de estas afirmaciones se hacen en el seno de organizaciones internacionales no vinculantes, lo que confronta, en ocasiones, con los intereses de los Estado-Nación, unos Estados que se resisten al cambio, en cuanto que no quieren romper el statu quo; lo preestablecido como válido. Es decir, parece no estar en el ADN de los países que las mujeres, las niñas, sean individuos de plenos derechos, como ya afirmaba en el año 1792 Mary Wollstonecraft en su obra Vindicación de los derechos de la mujer.
Además, el surgimiento de partidos populistas de extrema derecha en Europa, que rechazan la ideología de género y que son secundados por un significativo número de ciudadanos, hace que seamos conscientes del largo camino que queda por recorrer.
Así que mientras en países como Níger, Etiopía, Yemen, Afganistán, República del Congo, etc., las niñas y las mujeres luchan por alcanzar los derechos que se les garantizan en Europa, las europeas luchan porque no se los conculquen. Un claro ejemplo de que, en realidad, la mujer y la niña no tienen garantizados de manera efectiva y duradera sus derechos en ninguna parte del mundo.
Por lo que ante la pregunta de por qué siguen existiendo los estereotipos de género, la respuesta resulta evidente: porque a aquellos que tienen el poder les interesa perpetuar el modelo patriarcal, utilizando como uno de los vehículos el estereotipo, en cuanto que este está íntimamente ligado con la discriminación y el prejuicio. Por tanto, eliminar los estereotipos pasa por la construcción de otros modelos de sociedad: justa, equitativa e igualitaria. Plantear patrones alejados de lo heteropatriarcal y trabajar en nuevas masculinidades.
Pero este cambio pasa, ineludiblemente, por una respuesta masiva por parte de la sociedad civil, no solo como demandante de cambio, sino como agente del mismo, ya que todos y cada uno de nosotros participamos en nuestro día a día de una violencia invisible y simbólica que perpetúa esos estereotipos.
Pondremos un ejemplo: ¿no es, acaso, habitual que los chicos se rían de las chicas en el colegio o en el instituto cuando tienen la menstruación, se las cae una compresa, un tampón o se manchan? ¿No es un hecho que en nuestros grupos de amigos y familiares, ya como adultos, todavía se nos sigue achacando a las mujeres, cuando mostramos posicionamientos o reacciones contrarias a las esperadas, que tenemos un mal día por tener la regla? Quizá en estos momentos muchos de ustedes estén esbozando una leve sonrisa, mientras un pensamiento asalta su mente, [¡bah, no es para tanto!]. Pues resulta que sí lo es. El 6 de septiembre de 2019 en Kenia (región de Bomet), una niña de 14 años decidió suicidarse porque su profesora la ridiculizó públicamente por haber manchado su ropa de sangre al venirle su primera menstruación y no disponer de compresas. En una entrevista para el Daily Nation, su madre Beatriz Koech dijo que la llamó sucia delante de todos los compañeros y la echó de la clase. Posteriormente la chica decidió quitarse la vida. Quizá ahora seamos conscientes de la violencia que encierra para una mujer un acto de este tipo.
Por eso, la eliminación de las violencias invisibles a través de la negación de la participación en las mismas es tan necesaria como crear espacios de reflexión, trabajar en el ámbito educativo, estar atentos a la transversalidad educacional en la escuela y en casa, o instruir al empresario en la maternidad, la paternidad y la conciliación.
No podemos permitir que nuestras sociedades estigmaticen a las niñas por cuestiones puramente biológicas que permiten la perpetuación de la especie, ni que su educación las lastre para siempre al adquirir inmediatamente conciencia de que son diferentes a los niños, ni que se crean predestinadas a encontrar su media naranja.
El empoderamiento de las niñas, futuras mujeres, pasa por formarlas como individuos al margen de su género, libres pensadoras, con semejantes posibilidades de desenvolverse en el plano social, cultural, político y económico. Y alejadas de condicionantes supuestamente propios de su género que no son más que construcciones sociales tóxicas y discriminatorias.
Nosotras las mujeres también debemos participar del cambio, haciendo por mantener los derechos adquiridos, luchando por avanzar y haciéndolo extensivo a otras regiones o mujeres de otras partes del mundo, que a lo mejor por principios de la globalización tenemos al lado. Evitando que el trabajo, que como mujer de sociedad desarrollada no estoy dispuesta a hacer, sea encomendado a mujeres de sociedades empobrecidas que han llegado a nuestros hogares a través de la inmigración y a las que únicamente vemos en el perfil de cuidadoras de ancianos, niños y asistentes del hogar. Porque en este caso seremos nosotras las que dominamos a las dominadas, perpetuando el modelo patriarcal.
Bibliografía
Bauman, Z. (2017). La cultura en el mundo de la modernidad liquida. Madrid: Fondo de Cultura Económica
Bourdieu, P. (1998). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.
ONU (2019). Día Internacional de la Niña, 11 de octubre. Extraído en noviembre de 2019 de: https://www.un.org/es/events/girlchild/
Wollstonecraft, M. (2018). Vindicación de los derechos de la mujer. Madrid: Cátedra.