
El pasado mes de mayo se celebró el 64º Festival de Eurovisión, un certamen que está creciendo en número de seguidores a nivel europeo y mundial como no lo hacía en muchos años. El festival está creado y promovido por la EBU (European Broadcasting Union o UER en español), donde están representados los principales medios públicos de Europa. De hecho, el llamado Big Five son los países que poseen las radiotelevisiones públicas más fuertes de Europa (RTVE, RAI, ZDF y ARD, France TV, y por supuesto la BBC), que, a su vez, sufragan en gran medida los costes del evento junto con el país anfitrión. La fuerza de la institución organizadora no explica que se esté viviendo una nueva etapa dorada en este evento, ya que está creciendo en número de espectadores televisivos año tras año, llegando a más de 200 millones de telespectadores a nivel mundial.
Además, este evento ha vuelto a tener la percepción de ser un certamen de calidad, que había perdido en cierta medida años atrás, atrayendo a un público que hacía décadas había desconectado con Eurovisión. El certamen es la fiesta de la música continental, pero también es un punto de encuentro de todos los europeos; no existe distinción de raza, etnia, país, sexo, edad u orientación sexual.
Eurovisión comparte los principios y fundamentos que han construido la Unión Europea, y anualmente es un recordatorio televisivo de lo que debe ser esta, donde la fraternidad y compañerismo entre los países miembros y sus representantes supera al hecho de ser o no el ganador (nunca perdedor) de la gala. Además, es un escaparate y una publicidad inigualable tanto para el país anfitrión como para la exhibición de tecnología audiovisual más vanguardista, y, por supuesto, el lanzamiento internacional de las carreras artísticas de algunos cantantes y compositores; se crea un cóctel con todos los ingredientes para otorgar al certamen la importancia que tiene. El fenómeno eurovisivo ha calado también en España y, a pesar de que, como en la mayoría de ediciones, hemos quedado mal posicionados en las votaciones, en cambio el número de espectadores y seguidores en otras ventanas no ha parado de crecer.
Este triunfo mediático del Festival de Eurovisión, no solo televisivo (ya que la televisión es solo una de las ventanas donde se emite la gala), se debe a diversos factores, algunos ya comentados, y es totalmente independiente del triunfo o posición de los distintos representantes. La mayoría de las razones de esta etapa dorada del certamen se debe a las siguientes cuestiones:
- Representantes elegidos en formatos o galas televisivas de gran impacto televisivo. Hay que tener en cuenta que en la mayoría de los países el proceso de selección del representante nacional para ir al certamen es un evento televisado con muy buenos datos de audiencia, lo que predispone por “efecto arrastre” para que funcione la propia gala de Eurovisión meses después. Ejemplos como Operación Triunfo, Star Academy, Got Talent, o Festival de San Remo como procesos de selección son emisiones muy vistas en España, Francia, Reino Unido o Italia respectivamente.
- Uso de las redes sociales acertado. Desde Facebook, Twitter hasta llegar a Instagram, han sabido adaptar el mensaje y la forma de comunicarse a través de estos medios, siendo atractivos para las nuevas generaciones de espectadores Y (Millenials (1981-1995), Z (Centenials 1996-2010) y T (Táctil 2010-Actualidad). Cada una de estas generaciones está inmersa en diferentes plataformas o redes sociales, tienen lenguajes distintos, pero a todos ha sabido comunicarse perfectamente el Festival, no solo haciéndoles llegar los participantes y las actuaciones musicales, sino además haciendo suyas las reivindicaciones principales y luchas de cada generación. Las redes sociales son el nuevo lugar de encuentro donde comentar la emisión. Hace tan solo 10 años, el lugar predilecto para ello era el salón de casa en familia, en pareja o con amigos, o bien el punto de reunión “typical spanish”: los bares y cafeterías. Las redes sociales han convertido el individualismo del consumo audiovisual en un fenómeno compartido por millones de usuarios de manera internacional, ampliando el sillón de casa a todos los desconocidos conectados a una misma red social. En estas plataformas es donde surge el término eurofan, un seguidor del festival no de un país en concreto, siendo en muchos casos férreo defensor de un artista de una nacionalidad diferente en cada edición, pero que disfruta con el propio certamen dándole igual (salvo excepciones) quién resulte ganador, lo que le distingue de otros tipos de fans más ligados a un artista en concreto o al fan deportivo.
- Nuevas tecnologías y apps. Destacan principalmente dos aplicaciones móviles por encima de todo, Spotify y Youtube. La creación de distintos vídeos resúmenes, videoclips, actuaciones (por ejemplo, todas las actuaciones del festival están subidas de manera individual al canal), comentarios e “Influencers” hablando del festival ha conseguido llegar sobre todo a los Centenials y a la Generación Táctil. Eurovisión es la puerta de entrada a las principales listas de éxito y radiofórmulas de toda Europa. El ganador, y muchas otras veces los no ganadores, consiguen una fructífera carrera internacional gracias a sus actuaciones y canciones en el festival. Los compositores de estas canciones también son conscientes de ello, por eso muchos apuestan por crearlas en la lengua de Shakespeare. Sin olvidar que hay un porcentaje de éxito relacionado con que la canción sea en inglés. Spotify no deja de ser una aplicación donde la gente busca las canciones que les gusta y se deja recomendar en cierta medida, pero solo hay que observar un solo dato, como es que la lista de “Eurovisión 2019” de esta aplicación es una de las más reproducidas en el último año. Spotify, además, es un buen termómetro de las canciones favoritas para llevarse el galardón, dado que el 50% de los votos son otorgados por los eurofans a través de las aplicaciones, SMS y llamadas de pago, y esta aplicación musical desvela las preferencias a nivel internacional de las distintas canciones con el número de reproducciones, y también las que se han marcado como favoritas. Por ejemplo, en esta última edición, Suecia y Países Bajos partían como favoritas tanto en las casas de apuestas como para los profesionales especializados, pero es cierto que en el caso de Italia (que estaba bien posicionada también) su canción era de la más reproducidas en Spotify, y al final fue el público el que dio la victoria al representante transalpino. El caso de la participación española fue similar; el jurado no le otorgó casi ningún punto, pero el público, en cambio, le dio un buen puñado de puntos (como así preveía el número de reproducciones en Spotify), que, aunque no consiguió dejarnos entre los primeros, sí evitó haber quedado último o penúltimo. Cabe mencionar en este punto las diferentes apps de Euro Song Contest donde se puede acceder a contenido exclusivo, votar (aunque no gratuitamente), etc… Por ejemplo, en España se podían descargar las siguientes aplicaciones móviles oficiales para seguir el certamen: Eurovision Song Contest, Eurovision-rtve.es y eurovisión-spain|ES. Estas tres apps son del organizador o coorganizadores oficiales y permitían seguir el festival, acceder a todo tipo de contenidos, foros y noticias, así como la posibilidad de votar.
La relación de las redes sociales y las diferentes apps son un vínculo para las nuevas generaciones, desde millenials hasta táctil, convirtiendo a los espectadores en “prosumidores” (Toffler, 1980), generando a su vez una fidelidad sin precedentes a este festival. Y, a su vez, ha conseguido despolitizar en parte las votaciones típicas que se solían dar, por lo que cualquiera puede ganar, siendo esto a su vez un factor atrayente de nuevos espectadores.