
Antes de comenzar con el análisis de lo que denominamos “presión fiscal” debemos entender de qué se trata. En términos generales podríamos decir que la presión fiscal o tributaria es la cantidad de dinero, que, por tributos, deben pagar los obligados tributarios a la Administración Pública.
Esta presión fiscal, o este pago de tributos, es la cantidad de dinero que pagan las personas físicas, jurídicas u otros entes, tomando como referencia el producto interior bruto (PIB).
Por lo tanto, para el análisis de la presión fiscal y su posible comparación entre países, se realiza el estudio de las ratios de ingresos derivados de los tributos sobre el PIB y de los tipos implícitos de las principales figuras tributarias, definidos estos últimos como el cociente entre los ingresos tributarios y las variables macroeconómicas que aproximan sus bases imponibles.
Tanto Eurostat como la OCDE publican datos relativos a la presión fiscal, que se encuentran disponibles para todo interesado. Si bien, teniendo en cuenta que dichos datos y medidas de presión fiscal pudieran tener limitaciones en función del método utilizado, que pueden afectar tanto a su cálculo como a su evolución, estos límites deben tenerse en consideración a los efectos de comparación.
(x) La presión fiscal se mide como la recaudación derivada de los siguientes impuestos: los impuestos sobre la producción e importaciones, los impuestos corrientes sobre la renta y el patrimonio, los impuestos sobre el capital y las contribuciones sociales efectivas obligatorias.
Estos ingresos se minoran por el denominado “ajuste por recaudación incierta”.
Presión fiscal
El desarrollo de los denominados estados de bienestar requiere de los gobiernos un mayor músculo económico. Es obvio pensar que la necesidad de dicho músculo viene acompañada de un notable aumento de la recaudación fiscal.
El análisis de esta circunstancia podemos y debemos analizarlo tomando como referencia la evolución de la ratio de ingresos impositivos sobre el PIB a escala internacional. Dicho análisis muestra cómo ha evolucionado la presión fiscal de los países y su repercusión en sus contribuyentes. Esa evolución no ha ido decreciendo, ya que, como consecuencia de lo anteriormente expuesto, la misma ha ido aumentando de manera progresiva y permanente.
Según los resultados que se desprenden del análisis de los datos que podemos obtener, observamos cómo en la segunda mitad del siglo XX ese aumento es imparable, aunque ya entrado en este siglo XXI se produce una estabilización de la misma con alguna que otra variación, consecuencia de ciclo económico vivido durante este siglo XXI.
Si analizamos cómo se ha desarrollado la presión fiscal en el entorno de la Unión Europea, la media ponderada de la misma ha ido en aumento, pasando de un 12% en los años 60 del siglo XX al 40% en la primera década del siglo XXI.
¿Qué significa esto? De manera simple podríamos decir que aquellas personas o entidades que pagan sus impuestos en un país del entorno económico de la UE destina un total de 146 días de trabajo o producción a pagar sus impuestos. Naturalmente estos datos hay que trasladarlos a las economías de cada uno de los países para conocer su exactitud.
Podemos llegar a la conclusión por el análisis de la presión fiscal de la UE, en comparación con otras potencias económicas, de que es superior aquí que en esas otras potencias. Por ejemplo, en el caso de Japón se alcanzó el 29% del PIB en los ochenta, estabilizándose posteriormente. Respecto a los Estados Unidos de América se han mantenido estables en las últimas décadas, siendo la ratio del 25%. Todo ello según datos de la OCDE.
Pero del análisis de la evolución de la presión fiscal en el largo plazo en la Unión Europea, se deduce que esta es similar en el conjunto de los países que la integran; sin embargo, las economías de dichos países no son homogéneas, existiendo distintos niveles entre ellos.
Si tomamos como ejemplo el ejercicio 2016, podemos observar que la presión fiscal se situó en el 38,90% en la media ponderada de los países de la UE, si bien, en Francia, países nórdicos y Bélgica la misma se situó en el 44%.
En Irlanda, Lituania o Bulgaria los niveles son inferiores al 30% del PIB.
¿Y España? En este caso nos encontramos en el grupo de economías de la UE con una presión fiscal del 33,3%, lo que nos colocaría en el vagón de cola respecto a la presión fiscal.
Dicho lo cual, debemos considerar que España no fue ajena a la tendencia europea de imponer una mayor presión fiscal a sus contribuyentes, aunque, teniendo en cuenta de dónde veníamos con anterioridad a la democracia, debemos realizar un análisis considerando el bajo nivel impositivo del que partíamos.
Tras 1978 y hasta 1989 la presión fiscal en España aumentó en 15 puntos porcentuales, lo que hizo que España se situara relativamente cerca del resto de países del entorno europeo, tan solo 5 puntos por detrás.
Tras ese repunte de la presión fiscal en España y hasta la década del 2000 al 2010, no se experimentaron cambios significativos en la presión impuesta al contribuyente. Debemos situarnos, pues, en la primera década de los años 2000, período en el que se experimenta en España un notable aumento de los ingresos tributarios, originados fundamentalmente por el aumento de los ingresos que el sector inmobiliario generaba y, obviamente, a un repunte de su economía. En este periodo la presión fiscal en España se sitúa muy cerca de la media europea, tan solo 2 puntos por debajo de la misma.
A grandes rasgos, destacaríamos que, tras ese periodo de expansión, España se sumió en una crisis económica que puso de manifiesto que el aumento de los ingresos derivado de los impuestos era consecuencia de un bum y que, por lo tanto, no tenían una base sólida para afrontar ese periodo de crisis en el que se encontraba.
Si a una débil estructura fiscal le sumamos una reducción de impuestos en el periodo expansivo, todo ello derivó en una notable menor recaudación, por lo que la presión fiscal sobre el contribuyente disminuyó de manera notable situándose cerca de un 5,4% menor que el periodo expansivo de la economía. Por el contrario, en el resto de la UE, a pesar de la crisis, la presión fiscal se mantuvo estable.
Si analizamos la media aritmética de España frente al resto de miembros de la UE, esta llegó a alcanzar los 7,2 puntos del PIB. Ello obligó a las autoridades fiscales españolas a implementar cambios significativos en la legislación con el fin de retomar la senda perdida, que, junto con la recuperación económica, han logrado reducir esas diferencias, situándose en 5,4 puntos del PIB con respecto a la media aritmética de la UE de los 15 o el 2,6% de la UE de los 28.
¿Qué nos espera en el futuro? Tras las últimas elecciones no podemos aventurarnos a predecir qué sucederá, pero si hacemos caso al programa, así como a las manifestaciones del Gobierno en funciones, el objetivo es el de aumentar la presión fiscal de España hasta acercarla a la media de la UE aplicando distintas medidas fiscales.
Referencias y fuentes:
Para la redacción de este artículo se han utilizado fuentes de Taxation Trends in the European Union y de la OECD Revenue Statistics. Informe del Banco de España 2018 (David López-Rodríguez y Cristina García Ciria).