
La portada del último número de National Geographic ha impactado la conciencia ecológica de muchos. En ella aparece un iceberg que resulta ser, en realidad, una bolsa de plástico flotando a la deriva. El mensaje está claro: o cambiamos el modelo productivo y eliminamos los plásticos o destruimos el planeta definitivamente y con él nuestro futuro.
De cambio de modelo productivo se viene hablando –y mucho– desde hace algunos años. El modelo actual, lineal, donde el final de la vida útil de un producto es convertirse en residuo, ya no funciona. Es hora de apostar fuerte por un nuevo modelo: la economía circular.
Este nuevo sistema permite aprovechar los recursos de los que disponemos de una manera mucho más efectiva y sostenible. Consiste en la reutilización de esos recursos y mantenerlos durante el mayor tiempo posible en el sistema de producción en función de su usabilidad y la segunda vida que puedan tener. Así se expresó en el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) en 2017.
Tanto es así que desde la Unión Europea se han establecido ya nuevas directivas de economía circular aprobadas por el Parlamento Europeo en diciembre de 2017. Centrándonos en España, desde el Ministerio de Medio Ambiente se estuvo trabajando en la Estrategia de Economía Circular cuya puesta en marcha está prevista para el verano de 2018.
Pero ¿qué ventajas aportaría la implantación a nivel mundial de este modelo de producción?
En primer lugar, la economía circular se convertiría, gracias al reciclaje y la recogida selectiva de residuos, en una solución para los problemas ambientales del planeta derivados de una mala gestión de deshechos. Los plásticos que forman ya islas en los océanos son la imagen más clara de este problema.
Desde la implantación en España de la Ley 11/1997 de Envases y Residuos de Envases, los resultados en nuestro país han sido buenos. Gestionados por la empresa Ecoembes, en la Península se recicla el 76% de los envases que se tiran a la basura. Sin embargo, no es suficiente.
Además de reutilizar, reducir y reciclar (lo que se conoce como la regla de las 3R), se busca ahora aumentar estos pasos a cinco. La pirámide de jerarquía de residuos quedaría ordenada así (de mayor a menor impacto medioambiental): prevención, preparación para la reutilización, reciclado, otras formas de valorización (incluida la energética) y por último la eliminación.
Solo de esa manera se conseguiría invertir la tendencia actual, donde se elimina en vertederos un mayor porcentaje de residuos de los que se reciclan (según Eurostat, en España, en 2016, del total de residuos domésticos, el 56,74% fue al vertedero y solo se recicló el 29,70%).
Otro problema que podría encontrar solución gracias a la economía circular sería la reutilización de los materiales. Un ejemplo se encuentra en los nuevos usos que se da al plomo obtenido en las baterías de los coches. Algo que contribuiría a evitar la contaminación producida por la minería para su extracción.
También la empresa se vería beneficiada con la implantación de este nuevo modelo económico. Empezando por la reducción de costes de producción que se han producido en las compañías que han apostado por ello. Los planes de prevención incorporados en la Ley 11/1997 de Envases y Residuos de Envases, y en la Ley 22/2011 de 28 de julio de Residuos y Suelos Contaminados, han conseguido disminuir el tamaño y peso de los envases, lo que implica menos gastos para las empresas que se han acogido a este sistema.
Por otro lado, la aparición del concepto de Responsabilidad Ampliada del Productor (determinado por el artículo 32 de la citada Ley 22/2011) hace que las empresas deban responsabilizarse de los residuos que generan al poner en el mercado sus productos.
El próximo reto que se deberá afrontar estará enfocado en la prevención a través de la innovación y el ecodiseño de productos y/o procesos productivos que pongan en valor el respeto medioambiental. La tendencia será crear productos que alarguen al máximo el ciclo de los recursos utilizados, permitiendo que dichos productos sean, desde su origen, una fuente de futuros materiales reutilizables.
La imagen corporativa de las empresas que pongan sus esfuerzos en este tipo de comportamiento responsable con el medio ambiente se verá reforzada. De hecho, los consumidores están muy concienciados con estos valores y cada vez más buscan compañías que demuestren este tipo de prácticas sostenibles.
Incluso legalmente estas prácticas están potenciadas por la Directiva europea 2014/95/UE, cuya trasposición al ordenamiento jurídico español se ha realizado según el Real Decreto-Ley 18/2017. En ella se fomenta la divulgación de información no financiera, en sociedades cotizadas, como las prácticas ambientales que se llevan a cabo desde estas compañías. Algo que podría convertirse en una nueva creación de valor para este tipo de empresas, permitiéndoles aunar el beneficio empresarial y social y asumir un verdadero compromiso de Responsabilidad Social Corporativa.