
El ser humano fue bautizado por Benjamin Franklin como el homo faber, el animal que fabrica. Diseñamos y fabricamos productos, equipos y artefactos que, en general, podemos denominar sistemas. El ámbito de aplicación de estos sistemas va desde el fondo del mar al espacio exterior, a lo largo de todos los sectores industriales.
En el fondo del mar tendremos un submarino de propulsión nuclear capaz de alcanzar profundidades de 800 metros, o los dispositivos denominados XMAS Trees instalados a profundidades de hasta 3.000 metros para la extracción de gas y petróleo. En la superficie encontraremos buques, si estamos en el mar, o vehículos, robots industriales, trenes de alta velocidad, ordenadores cuánticos, equipos de electromedicina, teléfonos móviles con infinidad de aplicaciones, radares meteorológicos, etc. El aire lo surcarán aviones y drones, con satélites orbitando alrededor de la Tierra. En el espacio exterior, los rovers Mars Exploration Spirit y Opportunity recorren la superficie del planeta Marte y la sonda espacial Voyager 2 explora el espacio interestelar.
Lo que tienen en común el diseño de esos submarinos, XMAS Trees, rovers marcianos y sondas interestelares es la disciplina y metodología que posibilitó su concepción y diseño: la ingeniería de sistemas. Ingeniería de sistemas es el proceso de analizar necesidades u oportunidades identificadas, y diseñar y desarrollar los sistemas que las satisfagan de manera eficaz y efectiva durante toda su vida operativa. Se trata de una disciplina surgida a finales de la década de los 40, como consecuencia de los formidables retos que supusieron muchos de los programas acometidos, como por ejemplo el programa Apollo, de una complejidad sin precedentes.
Si en vertical podemos imaginar ese espectro que va del fondo del mar al espacio exterior, en horizontal podríamos considerar el espectro de ámbitos industriales y profesionales en los que encontramos aplicaciones de la ingeniería de sistemas. No importa el sector industrial ni el tamaño o complejidad del sistema para ser desarrollado. Las características de la ingeniería de sistemas, entre las que se encuentran la visión de conjunto, la separación de los dominios del problema y de la solución, la existencia de un objetivo y la importancia de la realimentación (verificación y validación), entre otros, la convierten en la mejor manera de analizar problemas u oportunidades para diseñar los sistemas que aporten a sus usuarios las capacidades necesitadas o requeridas.
En las ingenierías convencionales se estudia el diseño de determinados tipos de sistemas (así, un ingeniero aeronáutico diseñará artefactos que vuelen, mientras que un ingeniero naval diseñará artefactos cuyo hábitat sea el mar). Sin embargo, la verdadera innovación se da cuando no se prejuzga el tipo de solución que se va a concebir. Al separarse el dominio del problema del dominio de la solución, se enfatiza la definición de las capacidades requeridas del nuevo sistema, sin prejuicio de cómo vayan a conseguirse. Esto no quiere decir que un ingeniero de sistemas pueda diseñar cualquier sistema, desde un submarino a una sonda interestelar. Lo que sí puede es liderar con éxito equipos multidisciplinares de expertos en diferentes áreas de conocimiento que, aplicando la metodología de la ingeniería de sistemas, logren traducir las necesidades identificadas y oportunidades detectadas, en sistemas que las satisfagan. Los ingenieros de sistemas suelen ser expertos en algún área de conocimiento, relacionada con su ámbito de formación inicial (son, normalmente, graduados en alguna de las ingenierías convencionales), que después evolucionan a una mayor visión de conjunto a través de amplia experiencia profesional y de una educación formal en ingeniería de sistemas. Del fondo del mar al espacio exterior, y en cualquier sector industrial, la ingeniería de sistemas es la mayor garantía de éxito que el profesional posee para resolver los retos de complejidad creciente a los que la sociedad se enfrenta.