
El cerebro humano es fruto de la evolución y su desarrollo cuenta la historia del hombre en el tiempo. Llegar hasta aquí ha supuesto el recorrido de un camino de varios millones de años. El cerebro humano presenta una enorme complejidad en estructuras y funciones. Su peso es de alrededor de 1,5 kilogramos y su forma es la de un imbricado entramado de circuitos y tejidos.
A lo largo de la historia, el cerebro ha pasado por varios cambios adaptativos que han tenido implicaciones morfológicas, las cuales que han reordenado sus capacidades. Uno de los cambios más relevantes en la etapa de los primates fue la importancia que adquirió la neocorteza, presente en todos los mamíferos, lo que supuso el aumento de la flexibilidad, una mayor capacidad de asociación de la información, así como una mejor adaptación al entorno. Esta evolución incrementó la inteligencia de los primates.
La neocorteza humana es el lugar donde residen las capacidades netamente propias de nuestra especie como el razonamiento, la anticipación, la planificación, la conciencia de uno mismo o la regulación emocional. La evolución de la neocorteza se vincula con el desarrollo de la inteligencia social, si bien hay otras áreas implicadas. Así, la neocorteza nos ha posibilitado el establecimiento de relaciones complejas y la creación de mecanismos de alianzas, de cooperación o de colaboración, entre otros, que tan relevantes son para el avance y el progreso.
Pensar es un acto humano que encumbra a nuestra especie. El pensamiento crítico es una tabla de salvación en medio de la tempestad de esta era incierta, repleta de desafíos y de embestidas. La expansión de la tecnología, la necesaria transformación digital, los cambiantes escenarios económicos, las nuevas realidades geopolíticas, la diversidad cultural, el cambio de los entornos laborales o las causas sociales provocan agitaciones que han de ser integradas, resueltas o aprovechadas para generar cambios. Para todo ello se necesita pensar y ubicar al hombre en el horizonte de esta nueva era.
Esta es la base sobre la que se ha de motivar a las nuevas generaciones a pensar, a discurrir, a debatir, a reflexionar, a plantear qué papel desean desempeñar en la sociedad, rescatando el sentido del ser en sí mismo y consolidando la dignidad del ser humano. La formación de los estudiantes debe estar en consonancia con este enfoque.
El Humanismo es la clave para que el hombre contemporáneo no se pierda en una vorágine de inestabilidades, en un cúmulo de incertidumbres y en una batería de inquietudes desconcertantes. El hombre es un centro creador y un impulsor de innovación, creatividad, aprendizaje y mejora continua.
Asumir la complejidad, por tanto, es prepararse para considerar las nuevas demandas en habilidades, capacidades y competencias que se van a requerir a los profesionales, siendo el pensamiento crítico un eslabón imprescindible.
Ante este escenario, ¿cómo se explica el hecho de que materias como la Filosofía se ausenten del currículo escolar cuándo en muchos comités de dirección se requiere la figura de filósofos para diseñar estrategias y pensar con criticidad? ¿Cómo es posible que se deforme la enseñanza de la Historia cuando los historiadores están siendo reclamados para entender el mundo y sus cambios, analizar las variables del macroentorno y tomar decisiones para el futuro? ¿De qué forma encaja la ausencia de la Ética en el aula cuando la Inteligencia Artificial requiere de un marco delimitado y de un cauce claro en el que moverse?
Arrinconar a la Filosofía hasta hacerla desaparecer del itinerario académico es un grave error de consecuencias devastadoras. Las nuevas generaciones se quedan sin sustento, suspendidas en el vacío y se las condena a un oscurantismo cruel.
La Filosofía aporta luz y desvanece las sombras de la confusión, abre sendas alternativas y complementarias para que el pensamiento se expanda y alumbre la reflexión y el análisis. Sin filosofía dejamos de ordenar las ideas y de colocarlas en redes creativas para la solución de problemas que conlleven el desarrollo de la humanidad.
El futuro de un país no es una moneda de cambio electoral. Las nuevas generaciones tienen que aprender a pensar, a analizar las situaciones dentro de la complejidad y a representar su papel como actores relevantes de la realidad.
El conocimiento no puede ser sustituido por la opinión hueca, ni el discernimiento por el conformismo al que nos lleva la corriente del pensamiento único que otros diseñan para que sea consumido por todos.
El conocimiento lleva a la verdad y ésta a la libertad. A una sociedad se la puede empobrecer a través de la falta de acceso al conocimiento y se la puede privar de la libertad que otorga la creación de ideas propias. Pensar nos hace libres, pensar nos hace humanos. Sin pensamiento se nos arrebata el derecho a ser ciudadano, que consiste en contribuir y en aportar valor.
La educación es una reina en el tablero de ajedrez y se erige como la gran protectora del pensamiento en todas sus dimensiones, el cual capacita a las personas para ampliar sus perspectivas. La evolución no nos ha traído hasta este punto para que dejemos a medias la partida. No dejemos, pues, que la educación sea usada como herramienta al servicio de una interesada operación de involución de las capacidades cognitivo-reflexivas del ser humano.