
Imagínate que tienes solo una pieza de ropa, un neopreno de manga larga, que es tu protección durante el día y la noche. Te protege bien de la lluvia y es fácil de lavar. Es negro y por lo tanto absorbe mucho calor, agradable en invierno, insoportable en verano. No deja que tu piel respire, el sudor se queda dentro, no transpira. Pero es útil para ir a muchos sitios, puedes moverte de una manera ágil. Además, si todo el mundo fuera vestido de la misma manera, solo nos diferenciaríamos por la complexión, la cara y el pelo.
Imagínate una ciudad con asfalto y muchos edificios, donde el 80% de la superficie está sellada. Es nuestro hábitat durante el día y la noche. Gestiona relativamente bien una lluvia ordinaria, aunque una tormenta da problemas. El asfalto es negro y por lo tanto agradable en invierno, insoportable en verano. No transpira, solo rebota y sirve para que nos movamos de una manera “cómoda”. Consigue que casi todas las ciudades resulten similares, solo sus formas y las arquitecturas son diferentes.
La funcionalidad del neopreno está pensada para casos concretos. Llevarlo 24 horas no es humano. ¿Por qué entonces tenemos ciudades pensadas únicamente desde una funcionalidad: la movilidad motorizada? Ese uso hace que nuestras ciudades no resulten humanas. Una ciudad sostenible es un entorno donde el ser humano es la medida y la referencia para diseñar los espacios. Donde el arbolado nos ofrece un ecoservicio (sombra, frescor, protección, colores, olores). Donde las viviendas pueden abrir la ventana y dejar entrar un aire limpio. Donde las calles son filtrantes y donde el coche ya no es un objeto en propiedad, sino un servicio al ciudadano. Una ciudad sostenible es una ciudad al servicio de la heterogeneidad del ser humano.
La ciudad combina dos espacios: el vacío, que es el espacio común, en gran medida el espacio público; y el lleno, los edificios, la arquitectura, los espacios donde vivimos y trabajamos. No solo el vacío pide un cambio de modelo, también el lleno, a la escala del edificio necesitamos una transformación hacia la sostenibilidad: más zonas comunes, compartidas, menos consumo energético, más flexibles en su transformación para otros usos, con muchas más zonas verdes en los patios y las cubiertas, con materiales saludables y reciclables, con más capacidad de iluminar y ventilar de una manera natural las viviendas. Una edificación sostenible no depende de máquinas para asegurar un confort diario, no depende de grandes infraestructuras que requieren mucho mantenimiento y energía para funcionar. Es una edificación que permite la transformación en el tiempo y que ofrece servicio a las personas, albergando muchas actividades y modos de vivir diferentes.