
RESUMEN. La depresión puede ser una enfermedad muy agotadora si el enfermo no posee un entorno en el que apoyarse. El artículo desarrolla un caso clínico de la patología estudiando los antecedentes, las
posibles causas, tratamientos y la influencia que ejerce el entorno del afectado sobre la enfermedad.
Palabras clave: depresión, caso clínico, tratamiento, antidepresivo, entorno.
ABSTRACT. Depression can be a very exhausting disease if the patient does not have a supportive
environment. The article develops a clinical case of the pathology by studying the background, possible
causes, treatments and the influence of the affected person’s environment on the disease.
Key words: depression, clinical case, treatment, antidepressant, environment.
El presente artículo cuenta con el consentimiento informado del paciente del caso clínico.
1. Introducción.
La depresión es una enfermedad de salud mental que afecta al 5% de la población adulta en todo el mundo. La persona deprimida experimenta un estado de ánimo caracterizado por tristeza, sensación de vacío, irritabilidad y una pérdida de disfrute en actividades que previamente resultaban placenteras.
El entorno que rodea al enfermo es clave en el progreso de la enfermedad, en especial, la familia. Existen
evidencias de que las acciones y hábitos que ejerce el entorno sobre el depresivo pueden ser vitales en la
mejora de los síntomas de la enfermedad.
Este artículo tiene como objetivos mostrar los diferentes factores que pueden originar la patología, el
desarrollo de la enfermedad en el depresivo y en su entorno y las posibles vías de tratamiento desde la
perspectiva del entorno del deprimido.
2. Descripción del sujeto de estudio y acontecimientos previos.
El sujeto de estudio en este artículo es una mujer de 22 años que cursa estudios universitarios con un buen progreso. Es la mediana de tres hermanos, los otros dos varones. Sus padres están divorciados desde que tiene 12 años. Posee antecedentes familiares por depresión. Inició un cuadro de ansiedad a los 16 años con síntomas tales como cefaleas, sudoración, mareos y sensación de falta de aire. Un especialista de medicina familiar y comunitaria le receta Diazepam, sin mejora aparente. Ha acudido a dos sesiones con un psicólogo y las ha interrumpido por no presentar mejoría de los síntomas.
3. La convivencia con una persona con depresión.
Cuando conoces a la persona, no observas síntomas reales de lo que puede estar sucediendo, todo parece
normal de cara a la sociedad. De repente, un día te das cuenta de que no sonríe tanto y está algo más triste, observas irritabilidad en sus acciones y decides preguntar qué es lo que está ocurriendo. En un acto de máxima confianza, decide contarte que ha sido diagnosticada con depresión hace unos años y que su estado anímico es fruto de esta condición.
Siendo esta una enfermedad cuantitativa no solo hay que tener en cuenta las posibles variantes ambientales, sino también los factores genéticos que hacen que unas persones se encuentren en un umbral más próximo a la enfermedad que otras. Por este motivo es importante conocer si el paciente posee en la familia antecedentes de la patología. En este caso, el sujeto de estudio poseía antecedentes por depresión, por lo que será un factor para tener en cuenta ya que la heredabilidad de esta patología se estima en un 40%. Esto no significa que el 40% de los hijos de un afectado vayan a estar enfermos, sino que poseerán variaciones en su genoma que aumentarán el riesgo de poseer la patología si entran en contacto con determinados factores ambientales. Estos individuos serán los que más cerca se encuentren de la enfermedad en el umbral de individuos sanos.
A pesar de que pueda haber profesionales de la salud mental atendiendo al paciente, es lógico pensar que
su entorno más cercano intentará ayudar al enfermo. Aquí debes saber que ya no solo deberás velar por su salud, sino también por la tuya. Aunque suene muy egoísta, la autoprotección debe ser prioritaria a los sentimientos que te liguen a la persona deprimida y a tus esfuerzos por ayudarla. De no ser así, ambos quedaréis hundidos en un estado del que es muy difícil salir sin el apoyo suficiente, y por supuesto, de la voluntad del propio individuo.
Es importante saber que hay sentimientos como la frustración, la tristeza o el resentimiento por no poder ayudar a la otra persona, que son comunes entre los que conviven con personas con depresión, pues siempre es doloroso ver sufrir a aquellas personas a las que quieres. Saber lidiar con estos sentimientos y asumir que la relación con el afectado no va a ser una experiencia gratificante, es fundamental para poder ayudar en la lucha con la enfermedad. La clave para mantener alejados este tipo de sentimientos reside en enfadarse con la enfermedad y no con el enfermo reforzando de este modo la relación entre ambos para derrotar a un enemigo común. De este modo, es necesario que el enfermo disponga de momentos de distracción pues frecuentemente suelen poseer pensamientos negativos en los momentos en los que se encuentran solos.
Otro aspecto que destacar en el curso de la enfermedad es la incapacidad del deprimido para afrontar
problemas cotidianos sin desesperarse o pensando que el resultado iba a ser negativo. Esto es debido al
hundimiento y la tristeza que genera la enfermedad haciendo que el afectado no pueda ver más allá por la magnitud del dolor. También es normal que no quiera poseer vinculación alguna con nadie por ser una “carga”, sin embargo, es necesario sentir apoyo cercano para afrontarlo, pues necesita constante auxilio para salir de situaciones cotidianas que afrontan como algo complicado y que realmente, desde la
perspectiva de su entorno no lo será tanto.
En el caso expuesto, la paciente ya poseía asistencia de un profesional, aunque no en todos los casos es así, por lo que es necesario pararse a buscar un profesional competente en materia de salud mental que nos pueda escuchar y aplicar terapia o medicamentos en caso de ser necesario. En estos momentos es normal que el afectado rehúse a acudir a consulta con el pretexto de pensar que está loco o que no tiene ningún tipo de problema. Actuar en este tipo de situaciones es vital con el fin de evitar que la enfermedad se agrave y llegue a un “punto de no retorno” como puede ser el suicidio, vía de escape que lamentablemente muchos afectados eligen por no haber recibido atención temprana.
En muchos casos, la visita a un psicólogo deriva en un psiquiatra, pues es necesaria terapia medicamentosa para combatir la enfermedad. De este modo el especialista recetará antidepresivos, que necesitarán un tiempo de actuación prolongado, de dos a cuatro semanas, y que pueden provocar numerosos efectos secundarios entre los que destacan la somnolencia o la falta de apetito. La paciente de nuestro caso de estudio acude a consulta con un cuadro de ansiedad generalizado derivado de los exámenes. Tras una exploración por parte de un psiquiatra se le diagnostica un trastorno depresivo recurrente siendo el episodio actual moderado y se le pauta media pastilla de Rivotril de 2 miligramos al despertar y una antes de dormir y durante las posibles crisis de ansiedad que pudieran originarse. El Rivotril es un fármaco que contiene clonazepam como principio activo y que pertenece al grupo de las benzodiazepinas, psicotrópicos que actúan sobre el Sistema Nervioso Central con efectos ansiolíticos, anticonvulsivos y sedantes, principalmente. Así mismo, el psiquiatra recetó la ingesta de una pastilla de Paroxetina de 20 miligramos una vez al día, al despertar. La Paroxetina pertenece al grupo de medicamentos denominados ISRS, es decir, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Todas las personas tienen en el cerebro una sustancia denominada serotonina. Las personas que sufren depresión o ansiedad tienen niveles de serotonina más bajos que el resto de la población. No se conoce exactamente cómo actúan este tipo de medicamentos, pero, lo cierto es, que pueden ayudar a aumentar los niveles de serotonina en el cerebro.
Es normal que el deprimido se sienta desesperanzado en las primeras semanas al ver que el medicamento no hace efecto. Aquí nuestro apoyo deberá de ser persistente, pues este tipo de fármacos actúan de manera escalonada y debería de tener un efecto total hacia el final del primer mes de tratamiento. Es importante mantener una supervisión sobre el afectado para que mantenga una regularidad en la ingesta del medicamento y en la prohibición del consumo de alcohol, depresor del sistema nervioso central, y, por tanto, inhibidor del fármaco.
Cuando el médico ha logrado dar con la medicación más adecuada comenzará la etapa de mejora y por
tanto el momento hacia la ansiada normalidad. Esta etapa puede ser prolongada en el tiempo, el psiquiatra irá regulando la medicación y el psicólogo realizará seguimiento mediante sesiones terapéuticas. En este momento, cuando el paciente vuelve a recobrar un estado ánimo normal, es cuando solemos darnos cuenta de que la actitud que en ocasiones había estado siguiendo el deprimido con nosotros era fruto de la enfermedad y quizá no debería de ser tenida en cuenta.
4. Conclusiones.
La terapia que aplican los profesionales de salud mental sobre las personas con depresión es esencial, sin
embargo, la escucha y acompañamiento de una persona con depresión se realiza principalmente por medio del entorno cercano. El simple hecho de tener que convertirse en cuidador del enfermo conlleva una sobrecarga de factores afectivos, emocionales y físicos. Para llevar a cabo este tipo de cuidados es necesario una implicación absoluta por parte del entorno, pues es una experiencia muy difícil y dura.
Si bien es verdad que cada vez se está estudiando más esta enfermedad, todavía hay aspectos como la terapia medicamentosa o la conexión del entorno con el paciente y la enfermedad que necesitan ser investigados con mayor profundidad para poder establecer una relación más precisa.
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