
Una de las definiciones más extendidas de la creatividad es considerarla como la “capacidad para generar ideas”. En este sentido, para Mackinnon “la creatividad responde a la capacidad de actuación de las potencialidades creadoras del individuo a través de patrones únicos y originales”. También Parnes insiste en este aspecto al definirla como la “capacidad para encontrar relaciones entre ideas antes no relacionadas, y que se manifiestan en forma de nuevos esquemas, experiencias o productos nuevos”.
El concepto de competencia nos acerca al del rendimiento en el desempeño. En efecto, McClelland cita este término definiéndolo como “una característica personal que puede evaluarse y que permite diferenciar a aquellos empleados que tienen un rendimiento superior de los que tienen uno promedio”. Y esta capacidad está directamente relacionada con los conocimientos, las actitudes y las destrezas. Todo ello estará presente en la creatividad: la información como fuente de estímulo, la actitud creativa que afectará a la motivación y la habilidad para generar ideas que se adiestra a través del entrenamiento y la práctica.
Lo interesante de esta definición es que nos adentra en el concepto de “competencia”, dando a la creatividad un valor añadido. Así pues, si nos basamos en ella, aquellos individuos capaces de generar ideas a partir de cualquier estímulo tendrían la competencia de la creatividad. Entonces, ¿se puede desarrollar la creatividad? ¿Todos podemos ser creativos? Depende de nuestra predisposición, de nuestra intención de serlo, de nuestra actitud.
El talante creativo consiste en adoptar una sensibilidad abierta para percibir más allá de lo que ven nuestros ojos y advierten el resto de nuestros sentidos. En palabras de William Blake, sería algo como “ser capaces de ver en un grano de arena el mundo; y el cielo en una flor silvestre”. Por ello, De la Torre, sin olvidar la cualidad anteriormente citada, define la creatividad como la “capacidad y actitud para generar ideas nuevas y comunicarlas”. Insistiendo en este “estado” creador, creemos oportuno señalar la definición de Pereira por parecernos una de las más acertadas:
Ser creador no es tanto un acto concreto en un momento determinado, sino un continuo “estar siendo creador” de la propia existencia en respuesta original… Es esa capacidad de gestionar la propia existencia, tomar decisiones que vienen “de dentro”, quizá ayudadas de estímulos externos; de ahí su originalidad.
Desarrollar nuevas ideas y conocimientos requiere unas habilidades del pensamiento, propias de la persona inquieta, para alimentar la curiosidad y dar respuesta a las perplejidades cotidianas o profundas que se plantean continuamente. Ahí radica el arte de hacerse preguntas. La interrogación es la puerta principal hacia la creatividad. Provoca procesos de búsqueda y caminos de reflexión para aprender y transformar nuestro entorno e incluso a nosotros mismos. Plantearse interrogantes, querer saber, es el mejor motor de la actividad eficaz. No en vano, tanto Sócrates como Einstein, separados por siglos, coinciden en reconocer la pregunta como el principal alimento de la inteligencia. Por su parte, también Rudyard Kipling afirmó que los seis mayores maestros concebibles eran ¿por qué y cuándo, quién y cómo, dónde y qué?
La tendencia a hacerse preguntas sobre cómo superar algo que ya existe (¿cómo se podría diseñar un producto mejor?, ¿por qué este utensilio funciona tan lento?, ¿qué posibilidades hay de perfeccionarlo?…) implica la predisposición a agilizar el proceso creativo con el fin de buscar y encontrar diferentes alternativas de transformación y mejora. Esta es una actitud típica de las personas con pensamiento creativo: ven continuamente ocasiones de cambiar algo para mejorarlo; asimismo, descubren oportunidades de desarrollo, creación y negocio que a otros les pasan desapercibidas. Y no solo se trata de hacerse preguntas, sino de formular las adecuadas; como le ocurrió a Edwuard Jenner, que descubrió la vacuna contra la viruela cambiando la pregunta “¿por qué se contagia la gente de viruela?” por “¿por qué las ordeñadoras no se contagian con la viruela?; o a Henry Ford, que inventó la cadena de montaje con solo invertir la pregunta “¿cómo hacemos para que la gente vaya a trabajar?” por “¿cómo hacemos para que el trabajo llegue a la gente?” Sobre el modo de plantear las preguntas, a fin de que funcionen como estímulos inusuales para animar a pensar de forma diferente, insisten Birkinshaw, Bouquet y Barsoux, quienes proponen preguntas analógicas como la siguiente: “¿cómo podríamos lograr que la banca minorista se pareciera a su restaurante favorito?” Todo un reto, desde luego. En definitiva, se trata de darle otro enfoque, de cambiar la perspectiva, de mirar de otro modo.
También hay que insistir, al referirnos a la originalidad, en la importancia de tener una gran seguridad en uno mismo y en confiar plenamente en nuestras ideas, aunque no se correspondan a las de la mayoría.
En cualquier caso, la actitud creativa como entes individuales debería ser respaldada por un entorno (empresa, centro educativo, mercado y sociedad en general) abierto a la innovación. Aunque, en caso de no recibir la aceptación adecuada, alguien con auténtico talante creativo (además de emprendedor) no suele desanimarse para intentar nuevos retos.
Por otro lado, si bien puede haber personas más predispuestas a la creatividad, sabemos que esta puede potenciarse, así como la actitud orientada hacia ella. Así, Guy Caxton propone cuatro estrategias para desarrollar el pensamiento creativo: la detección, la capacidad de concentración, la sensibilidad poética y la atención mental. Cada una de ellas tiene que ver con nuestro modo de ver las cosas, con un tipo de mirada:
·La detección se refiere al desarrollo de la percepción, a través de la cual dotamos de significado a la realidad, ampliamos los matices del mundo, desvelamos nuestras perspectivas y sembramos nuevos interrogantes.
·La capacidad de concentración conlleva la activación de la mirada interna, que favorece la capacidad de introspección y la autoestima.
·La sensibilidad poética supone una visión metafórica de la realidad, una apelación de los símbolos universales, lo cual amplía la mirada, abre la mente y despierta la imaginación.
·La atención mental fomenta en este caso la mirada crítica sobre la realidad y sobre nosotros mismos, lo que nos facilita leer entre líneas, ver más allá de las apariencias, poner en duda nuestras propias convicciones y cuestionar o rectificar nuestros estereotipos y concepciones erróneas.
En definitiva, tal como ha destacado en sus entrevistas e intervenciones Ken Robinson, se puede ser innovador a cualquier edad y en cualquier circunstancia. La única condición es tener ganas.
REFERENCIAS:
Birkinshaw, J., Bouquet, C. y Barsoux, J.L. (2011). Los cinco mitos de la innovación. Harvard Deusto Business Review. nº de mayo. Ediciones Deusto. pp. 12-24.
Claxton, G. (1999). Cerebro de liebre, mente de tortuga. Barcelona: Urano.
De La Torre, S. (2003). Dialogando con la creatividad. De la identificación a la creatividad paradójica. Barcelona: Octaedro.
Mackinnon, D.W. (1962). The nature and nurture of creative talent. American Psychologist. 1. pp. 484-495.
Mcclelland, D.C. (1973). Testing for competence rather than for «intelligence». The American Psychologist. Jan. 28 (1). pp. 1-14.
Parnes, S. (1962). Can creativity be increased. En Fames, S. J. y Harding, F. J. (eds.). A Source Book for Creative Thinking. New York: Scribner. Pereira, G. M. (1997). Educación en Valores. Metodología e innovación educativa. México: Editorial Trillas.