
El farmacólogo, en su papel como docente, tiene el compromiso de orientar el aprendizaje para fomentar en el estudiante una actitud responsable ante la elección del tratamiento, el manejo y la administración del fármaco. Esta labor, por tanto, va más allá de la transferencia del conocimiento.
Nos apremia una formación continuada que nos exige mantenernos en constante actualización y estudio, siguiendo los progresos biomédicos y la propia hiperdinámica del tratamiento. O lo que es lo mismo, las diferentes “etapas de la vida” de cada medicamento, que van desde que se idea como una hipótesis, se formula y diseña en un laboratorio, los ensayos clínicos y preclínicos, la autorización para su comercialización, las notificaciones de reacciones adversas, modificaciones en sus indicaciones o incluso en la retirada del mercado.
Es importante destacar que, como docentes, debemos despertar el espíritu crítico entre los alumnos (futuros profesionales sanitarios) para que desarrollen habilidades que les permitan leer, entender y criticar un estudio, extrayendo sus propias conclusiones. Tenemos la misión y responsabilidad de convertir al estudiante en el protagonista de su aprendizaje, inculcándoles y avivando en ellos una inquietud investigadora. Solo de este modo podrán ser partícipes en los necesarios e imparables avances de la biomedicina ya que, ante la incesante innovación farmacológica, no basta conocerla, sino que hay que formar parte de ella aportando. Esto, además, va a incrementar sus oportunidades profesionales y contribuir a elevar sus expectativas laborales.
La investigación y la Farmacología
El panorama actual de la investigación farmacológica, desde mi punto de vista, fuerza la formación de más grupos de trabajo multidisciplinares compuestos por investigadores básicos y clínicos, con el objetivo de llevar a cabo proyectos traslacionales. Estos estudios deben ser capaces de ligar e integrar básica con clínica, lo que proporciona una visión más amplia de la farmacología al establecer colaboraciones científicas entre los grupos.
Unir ambos “mundos”, el laboratorio con la consulta médica y el paciente, supone un gran reto, a la vez que un punto clave, para facilitar la transición de la investigación básica en aplicaciones clínicas reales y funcionales. De este modo, se pueden formular correctamente las preguntas en el laboratorio, para que respondan a las necesidades del paciente.
Es así como en el laboratorio de farmacología básica se idean y diseñan fármacos para extender nuevas dianas terapéuticas, técnicas de diagnóstico o de prevención, empleando como herramientas cultivos celulares humanos, muestras humanas y modelos animales. A partir de estos resultados se fijan nuevos puntos de partida, que representan la antesala de los ensayos clínicos, y más adelante pueden llegar a formar parte de los tratamientos para los pacientes. Y, de nuevo, se reiniciaría el ciclo que, a su vez, retroalimentaría los estudios de farmacología básica con nuevas preguntas.
La apuesta por la innovación es la clave del futuro; es lo que permite avanzar resultando esencial para incrementar y reforzar el conocimiento sobre los fármacos ya comercializados, descubriendo otros mecanismos de acción, nuevas aplicaciones, perfeccionar estrategias terapéuticas o detectar con mayor precisión reacciones adversas relacionadas con características específicas de determinados pacientes.
Ampliar el conocimiento de los medicamentos, en consecuencia, nos permite concretar el tratamiento más adecuado según las necesidades específicas de cada paciente y conseguir una mayor probabilidad de éxito. De hecho, y a pesar de que actualmente constituye un gran desafío, mirando hacia el futuro se pretende dirigir la farmacología hacia el diseño de tratamientos individualizados. Esto implica y garantiza una mayor aceptación y consecución terapéutica en los pacientes.
Actualmente formo parte de varios proyectos de investigación relacionados con la función vascular y la aterosclerosis. Uno de los estudios que hemos publicado recientemente se centra en el papel de NOD1 como una nueva diana farmacológica en la patología arterial. En concreto, estudiamos la aterosclerosis, que es una enfermedad cardiovascular crónica caracterizada por una potente inflamación arterial acompañada de retención de lípidos en las arterias, que genera una alteración en la estructura y función de las mismas, afecta al flujo sanguíneo y desencadena la formación de la placa de ateroma. El desprendimiento de la placa de ateroma madura da lugar a un infarto. Estudios previos realizados, han revelado que las células contienen unas estructuras específicas denominadas PRR. Estas estructuras celulares están fuertemente implicadas en el inicio y el desarrollo de esta enfermedad cardiovascular. En este proyecto nos hemos centrado en estudiar el papel de NOD1, que es una molécula capaz de interrelacionarse con PRR y que está presente en otras enfermedades del sistema circulatorio.
Con este fin, llevamos a cabo un modelo animal de esta enfermedad en ratones transgénicos que carecían de la molécula NOD1. Los resultados muestran que NOD1 predispone a los ratones a iniciar la formación de la placa de ateroma. De forma paralela, los resultados obtenidos in vitro demostraron que NOD1 afectaba de forma directa al correcto funcionamiento de las células vasculares y del sistema inmune, en su interacción en las etapas iniciales de la formación de la lesión cardiovascular. Por todo esto, concluimos que NOD1 contribuye de forma significativa en el inicio de la aterosclerosis temprana, definiendo por tanto a NOD1 como una diana terapéutica innovadora y una molécula con potencial valor pronóstico de esta y otras enfermedades cardiovasculares. La investigación farmacológica está VIVA, por eso, como profesora, me impregno de ilusión y pasión por conseguir una enseñanza aún más dinámica y con mayor calidad científica en todo aquello relacionado con el mundo del medicamento.