
La FIEP, en el Manifiesto Mundial de 1970, define la Educación Física como “el elemento de la educación que utiliza de un modo sistemático las actividades físicas y las influencias de los agentes naturales –aire, sol, agua– como medios específicos”, y esta definición se ha mantenido en la revisión que se hizo con el cambio de siglo.
Según investigaciones recientes auspiciadas por el Instituto Nacional de la Salud norteamericano, los procesos de reestructuración se van sucediendo en distintas áreas del cerebro, siguiendo una rigurosa secuencia cronológica. Los lóbulos parietales superiores y posteriores procesan los estímulos sensoriales y son las primeras regiones del córtex en transformarse. Su máximo volumen se alcanza a los 10 años en las niñas y a los 12 años en los niños. Quedan almacenadas las tres cualidades neurobiológicas: equilibrio, coordinación y planificación, denominadas psicomotrices.
A continuación, gracias al desarrollo de un hemisferio dominante, se van aprendiendo las diferentes habilidades y, de estas, los JUEGOS. En los dos o tres años finales de esta etapa, el tamaño aumenta entre 30 y 50 cm y el peso, unos 30 kilos. Se alargan notablemente piernas y brazos, lo que constituye un reto para el cerebro que asumen los lóbulos parietales.
Siguiendo a FIEP, “cualquier actividad motórica, transcurrido el período de ensayo y aprendizaje, constituye un medio o situación de juego; es más, exige juego”. En la primera zona cerebral citada, disminuye la sustancia gris mientras aumenta el volumen de los lóbulos temporales y frontal. En estas regiones, encargadas de poner en marcha los JUEGOS, los procesos cognitivos y emocionales, no se adquiere el volumen máximo hasta los 16 o 17 años. En el lóbulo frontal encontramos una superproducción inicial de sinapsis seguida de una rígida selección y, por último, la mielinización, manifestada en un aumento de la sustancia blanca.
Los centros del lenguaje, distribuidos por los dos hemisferios cerebrales, se comunican de forma más rápida y eficaz, y los movimientos corporales coordinados por el cerebro se manifiestan con soltura. El tiempo de reacción se acorta con respecto a la etapa anterior y el aumento de sustancia blanca en la corteza prefrontal, posibilita el funcionamiento del área responsable de la memoria, de la toma de decisiones y del control de la conducta. Comienza el pensamiento abstracto y se abren posibilidades de especialización deportiva o se descubren temas poliédricos de filosofía, literatura, música…
Siguiendo a FIEP, “para que el ejercicio físico entre en el dominio del Deporte es necesario que al final de la jerarquía de valores expuesta hasta aquí se añada LA VOLUNTAD DE ALCANZAR LA VICTORIA”. “Pero se desarrollará siempre dentro de un espíritu de noble competición, de generoso compañerismo, de aceptación absoluta de autoridad, sin perder la psicología de práctica por placer, llegando así al colofón; al DEPORTE como verdadera escuela de costumbres y sociabilidad”.
El deporte es el colofón de la Educación Física. Para que el deporte pueda asumir su papel, se necesita completar el último y decisivo paso en esta reestructuración del cerebro del adolescente. Se da en una pequeña área situada en el extremo anterior del lóbulo frontal, por encima de las órbitas oculares. Nos referimos al córtex órbitofrontal (COF). Funciona en conexión con otras estructuras que dirigen nuestra conducta social.
Las modificaciones en la conducta que resultan de su reestructuración, marcan el final de la adolescencia. El joven es consciente de su responsabilidad, desarrolla el sentido del valor moral de sus actos y completa la capacidad de ponerse en el lugar de los otros. Si el daño del COF ocurre durante la infancia, se interrumpe el desarrollo emocional y social. Los adultos con un COF que no haya madurado adecuadamente, se muestran incapaces de integrarse en la sociedad o de anticiparse a las necesidades y reacciones de los demás.
El deporte, sin duda, ayuda a desarrollar algunas de las múltiples inteligencias, pero, cualesquiera que estas sean, el deporte ayuda a mejorarlas, ya que se identifica con los cinco componentes de la Inteligencia Auxiliar o Instrumental: ORDEN, CONSTANCIA, VOLUNTAD, MOTIVACIÓN y CAPACIDAD DE OBSERVACIÓN. (Rojas, 2016: 45).