
Ya han pasado 20 años desde la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), el cual supuso un gran cambio de paradigma educativo en Europa. Con él, las universidades introdujeron cambios, no solo estructurales, fundamentalmente promovidos por el marco político encargado de proporcionar las pautas básicas para organizar las enseñanzas en el sistema educativo, sino también en el enfoque de sus modelos educativos. El EEES trajo consigo la renovación metodológica para el desarrollo de las competencias y logro de resultados de aprendizaje en los estudiantes, y la movilización de los docentes a “innovar” en su docencia.
Aprendizaje basado en proyectos, flipped classroom, gamificación, aprendizaje basado en retos, design thinking, entre otros, son ya habituales en la dialéctica pedagógica y sustituyen prácticas tradicionales en el aula. Del mismo modo ocurre con la aplicación de nuevas tecnologías en los procesos de enseñanza y aprendizaje, como es la realidad virtual y aumentada. Y más recientemente, el reto de la personalización del aprendizaje y la neuroeducación. La neurociencia, cada vez más indispensable, nos permite una mayor comprensión del cerebro y de los mecanismos que influyen en el aprendizaje: cómo aprendemos.
La Universidad no puede permanecer ajena a todo ello, sino que ha de sumarse a la revolución y apoyarse en la innovación educativa para la aplicación de conocimientos emergentes, estrategias metodológicas y recursos para la mejora continua del aprendizaje. Es indiscutible que, más aún hoy en día, la innovación ejerce de motor de la transformación y de mejora continua de la educación frente a otros sistemas tradicionales de enseñanza u otras formas de enseñar menos convencionales.
El claustro es uno de los pilares fundamentales para la educación de los estudiantes y para facilitar su aprendizaje. Su pasión por la docencia y su valioso compromiso, hacen posible una formación de calidad para nuestros estudiantes.
Para apoyar y reconocer su práctica docente, la Universidad emplea diversos mecanismos. Así, por ejemplo, los planes de formación y desarrollo docente en las universidades tienen por objeto facilitar una formación continua de calidad a sus profesores, así como dotarles de herramientas y recursos para el desarrollo del modelo educativo y la innovación educativa. También la realización de eventos de innovación educativa, como son las Jornadas de Innovación Universitaria, cumplen un doble objetivo: por un lado, atraer conocimiento experto del ámbito de la educación, a un espacio colaborativo de aprendizaje para reflexionar sobre la práctica docente; y por otro, compartir las buenas prácticas que los docentes aplican en sus asignaturas.
En 2018, un año más, la Universiada Europea celebró las Jornadas de Innovación Universitaria bajo el lema “Educar con cerebro y corazón”, centradas en la innovación educativa, la evaluación de competencias y la colaboración como ejes principales. La neuroeducación fue uno de los temas protagonistas, junto con las buenas prácticas presentadas por los docentes que también participaron en la convocatoria de Premios Universidad Europea a la Innovación Docente.
Su relevancia radica en su efecto formativo e inspirador para el claustro, con el fin de que cuestionen su práctica docente y saber cómo mejorar continuamente y ser más innovadores en su docencia. Este tipo de jornadas pretenden conectar y estimular la transferencia de experiencias educativas innovadoras entre el claustro y la comunidad educativa. Además, evidencian que la educación de hoy es una educación inquieta, que apuesta por la innovación educativa para conseguir mejores resultados de aprendizaje en nuestros estudiantes.
La transferencia de la innovación educativa a la docencia, de la mano de la investigación para constatar su contribución al aprendizaje de los estudiantes, contribuirá a avanzar en la misión y visión de la Universidad. Dentro de veinte años la educación universitaria seguirá estando centrada en el desarrollo holístico de la persona, facilitando que pueda aprovechar al máximo sus propios recursos y los de su entorno, así como los tecnológicos, de un modo cada vez más sostenible, orientado también a dar respuesta a las necesidades de la sociedad y para contribuir al desarrollo integral de las personas con el fin de adaptarse a cambios cada vez más vertiginosos. Por ello, sigamos apoyando la formación y desarrollo de los docentes.