
La Epidemiología surgió como la ciencia que se ocupaba del estudio de las epidemias de enfermedades infecciosas y de ahí procede su nombre. Desde mediados del siglo XX, el método utilizado por la Epidemiología comenzó a aplicarse al estudio de otras enfermedades como las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, que emergieron como importantes problemas de salud pública en los países socioeconómicamente más desarrollados. Aunque el término que utilizamos sigue siendo el mismo, actualmente la Epidemiología se ocupa del estudio de las dinámicas relacionadas con cualquier problema de salud en las poblaciones humanas y, por lo tanto, ya no se debe identificar como una disciplina científica que se ocupa exclusivamente del estudio de las epidemias.
Podemos definir la Epidemiología como la ciencia que, mediante un método de trabajo científico, estudia la frecuencia y la distribución de las enfermedades en las poblaciones humanas, sus causas y los mecanismos que las desencadenan, así como los factores biológicos y sociales que influyen en ellas. Esta definición de Epidemiología se refiere a lo que llamamos Epidemiología general o Epidemiología de salud pública puesto que su enfoque es poblacional y sus objetivos persiguen promocionar la salud y prevenir enfermedades en la población.
La Epidemiología clínica, en cambio, tiene como objetivo mejorar la salud de cada paciente, es decir utiliza los métodos de la Epidemiología para alcanzar la mejor práctica asistencial posible. Puesto que utiliza un método de trabajo muy bien definido, se considera que la Epidemiología clínica es una ciencia básica en Medicina que sirve de armazón a la investigación clínica de la que se obtienen los conocimientos aplicables a la mejora de la atención clínica. Por todo ello, en el siglo XXI la Epidemiología se ha convertido en un área de estudio fundamental para cualquier especialidad médica.
En los años sesenta del siglo XX, se inició un movimiento de crítica a la variabilidad y falta de fundamento científico de la práctica médica. Se publicaron diversos trabajos que incidían en la falta de resúmenes críticos de los estudios publicados y en la ausencia de base científica de las decisiones clínicas, entre ellos el realizado por A. Cochrane, que daría pie al primer registro de ensayos clínicos. (Cochrane AL (1972) Effectiveness and efficiency: Random reflections on health services. Nuffield Trust).
El concepto “evidence-based medicine” (MBE) se utilizó por primera vez a inicios de los 90 en un artículo publicado en la revista JAMA (Journal of the American Medical Association), una de las revistas médicas más prestigiosas y de más amplia difusión en todo el mundo. Este término fue creado por un grupo de profesores de Epidemiología Clínica de la Universidad de McMaster (Ontario, Canadá) y se tradujo incorrectamente al español como medicina basada en la evidencia, ya que el término evidence significa prueba u observación científica y no evidencia en el sentido de algo obvio o irrefutable. La MBE consiste en la integración juiciosa de la experiencia clínica individual con las mejores pruebas provenientes de la investigación científica y teniendo en cuenta los valores de cada paciente. El artículo publicado en JAMA se titulaba Evidence-based medicine. A new approach to teaching the practice of medicine y hacía referencia a la necesidad de un nuevo enfoque en la enseñanza de la Medicina en la que los estudiantes aprendieran que las decisiones clínicas deben basarse en las mejores pruebas científicas disponibles. Esto hace imprescindible una formación adecuada en Epidemiología clínica que permita a los médicos seleccionar y analizar con espíritu crítico las investigaciones publicadas y les inculque la idea de que deben actualizar continuamente sus conocimientos médicos. Desde nuestro punto de vista, la formación que reciben en sus estudios de grado en Medicina debería integrar contenidos de estadística en las materias que incluyan Epidemiología puesto que la estadística es la herramienta utilizada por el método epidemiológico para ordenar y analizar lo que se observa y llegar a conclusiones científicas y generalizables (Rubio M, Hernando A, Mohedano R (2014). “Aprendizaje integrado de Epidemiología y Bioestadística: valoración de los estudiantes”. Revista de Investigación educativa. http://dx.doi.org/10.6018/rie.32.1.172601).
Por otra parte, los estudiantes de Medicina necesitan una buena formación para poder gestionar adecuadamente toda la información bibliográfica disponible. Esto implica conocimientos y desarrollo de habilidades para realizar búsquedas bibliográficas eficientes y para seleccionar con buen criterio los estudios médicos de mayor calidad científica. Una vez seleccionada la bibliografía deben ser capaces de comprender los métodos utilizados para el estudio, detectar posibles errores y limitaciones e interpretar correctamente los resultados. Esta formación les servirá de base para la práctica de la MBE, independientemente de la especialidad médica a la que se dediquen en el futuro, y debe continuar a lo largo de toda su vida profesional.
La adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior supuso una oportunidad para rediseñar las estrategias de aprendizaje en la educación universitaria. La formación universitaria no se centra solo en la adquisición de conocimientos, sino también en el desarrollo de competencias que se realiza a través de metodologías docentes en las que el estudiante tiene una participación activa. En el aprendizaje de la Epidemiología tenemos un ejemplo de la importancia que pueden tener esas metodologías, que pueden situar al estudiante ante problemas y situaciones que va a tener que afrontar como profesional y le proporcionarán las herramientas para responder de forma adecuada (Rubio M, Sánchez-Ronco M, Mohedano R, Hernando A (2018) “The impact of participatory teaching methods on medical students’ perception of their abilities and knowledge of epidemiology and statistics”. PLoS ONE. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0202769).
La práctica de la MBE ha sido criticada por el enfoque excesivamente científico de la Medicina, que parece dejar a un lado el enfoque humanista. Como respuesta ha surgido el concepto de medicina centrada en el paciente, que hace referencia a la consideración de cada paciente como individuo único, teniendo en cuenta sus particularidades, su percepción de la enfermedad, sus valores y preferencias. En realidad, no son conceptos antagónicos, sino que un buen médico debería ser capaz de integrar los dos enfoques para conseguir una práctica clínica individualizada y humanizada, pero también basada en las conclusiones de los estudios de mejor calidad científica.