
La impresión en tres dimensiones (3D) es una realidad dentro de la medicina. Esta tecnología se está desarrollando de forma acelerada en el sector y ya se utiliza con normalidad en diferentes ámbitos: para la reproducción de órganos artificiales para el estudio o la práctica médica, para crear instrumental personalizado para el paciente o en prótesis de titanio. Dentro de poco la mayor parte de los hospitales contarán con un laboratorio de 3D y veremos a médicos e ingenieros trabajando codo con codo para replicar huesos, órganos o tejidos con una “simple” impresora.
Todavía parece cosa del futuro pero no lo es. La impresión en 3D, tal y como explica Rubén Servando, profesor de Arquitectura de la Universidad Europea de Canarias, “es una tecnología de fabricación digital aditiva que permite la creación de objetos físicos a partir de modelos digitales tridimensionales”. Gracias a esta, una máquina va creando capa a capa el objeto diseñado previamente en el ordenador y en el material que hayamos elegido (plástico, titanio…). Lógicamente, esta tecnología dentro del mundo de la medicina ofrece un sinfín de posibilidades: réplicas exactas de huesos, estetoscopios de bajo coste para países sin recursos, tórax de titanio adaptados a la estructura del paciente o, incluso, impresión en 3D con células madre.
Con este potencial, los avances en impresión 3D son imparables y esto está consiguiendo que esta práctica se convierta en una herramienta fundamental para el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades. En el hospital Gregorio Marañón de Madrid, por ejemplo, utilizan esta tecnología para analizar y comprender cuál es la mejor forma de extirpar un tumor. Realizan un escáner o resonancia al paciente y crean un modelo virtual en 3D. Con esta pieza estudian cómo proceder y la utilizan, a su vez, para explicarle al enfermo el procedimiento a seguir durante la intervención. De este modo, el equipo médico llega a la mesa de operaciones con mucha más información y mejor preparado. Este paso intermedio, además, reduce la duración del procedimiento haciendo que el paciente corra menos riesgos, mejore la precisión y se ahorren costes. Además de esto, en el hospital Gregorio Marañón también están utilizando la tecnología 3D para crear instrumental personalizado para el paciente y guías quirúrgicas.
Réplicas en 3D para “practicar” antes de una operación
Con este mismo enfoque, el de la preparación y el estudio, en la Universidad Europea se está realizando un proyecto de simulación clínica avanzada con el Centro de Entrenamiento en Robótica y Telemedicina (CERTEM) adscrito al Hospital Universitario de Canarias (HUC). Tal y como explica Servando, “utilizamos la fabricación digital, disciplina entre la que se encuentra la impresión 3D, para producir modelos físicos fieles a la realidad que puedan emplearse para la formación de residentes de distintas especialidades como la neurocirugía, la anestesiología, la cirugía maxilofacial o la cirugía general”.
Hoy en día, tal y como apunta Fabricio Santos, socio fundador de la Red Española de Creación y Fabricación Digital (CREFAB), también se ha avanzado mucho en la “impresión en 3D de córneas completas, en tan solo cuestión de minutos, y donde los extrusores son jeringuillas y los materiales son viscosos”. Para conseguirlo, los investigadores utilizan células madre de la córnea de un donante sano con una solución de alginato y colágeno. Después la impresora hace el resto. Y aunque todavía pasarán años hasta que estas córneas artificiales puedan implantarse en pacientes, este hallazgo permitirá paliar la escasez de donantes.
El campo de la medicina dental, tal y como explica el profesor adjunto de Odontología de la Universidad Europea, Carlos Serrano, lleva algunos años de ventaja en la impresión 3D ya que se viene utilizando dentro del proceso de producción en los laboratorios dentales. Sin embargo, su democratización será clave en la “confección de estructuras protéticas intermedias, temporales o definitivas que disminuyen el número de visitas y posibilitan intervenciones más cómodas para los pacientes”, según Serrano. También influirá, por supuesto, en “la confección de modelos tridimensionales que constituyen una herramienta de ayuda al diagnóstico y de transmisión de información en el caso de tratamientos multidisciplinares”.
El gran desafío: los biomateriales
La idea es crear (casi) de todo con una impresora 3D. En el espacio FabLab de la Universidad Europea, “se están realizando prototipos de un corazón para realizar implantes, un cerebro, vértebras…”, desvela José Real, coordinador del taller de FabLab. Y se podrían hacer muchas cosas más, como, por ejemplo, “diseñar una prótesis para un niño en África, enviar el diseño a Maker Space cercano y que allí impriman la pieza”, explica.
El principal desafío de la impresión en 3D dentro de la medicina está siendo la investigación y hallazgo de “materiales y biomateriales que reúnan características específicas de resistencia, flexibilidad y compatibilidad”, comenta Sergio Alonso del Campo, profesor en Arquitectura y Diseño de la Universidad Europea de Valencia. Ha habido resultados con tejidos óseos, células madre…, pero este campo está aún en pleno desarrollo. De hecho, desde la Universidad Europea y en colaboración con diferentes empresas, se están llevando a cabo experimentos que tratan de superar estas limitaciones. El profesor Adolfo Nadal Serrano declara que “además de reproducción de órganos, se está tratando de emplear bacterias (tales como la combucha o el micelio) para combinar estructuras de edificación y materiales vivos que superen la lógica estricta de la construcción”.
Como señala José Real, “el futuro de la impresión 3D es hoy”, y aunque quedan muchos obstáculos por salvar, esta tecnología está moldeando la medicina actual. Es por ello que la investigación en este campo avanza de manera espectacular y está permitiendo grandes avances en la salud de las personas y el conocimiento del cuerpo humano. Y todavía nos queda mucho por ver.