
Hace 75 años tan solo se podían hacer 3 llamadas simultáneas en una misma ciudad. En 2015 se realizaban 34.000 llamadas por segundo. Los diez empleos más demandados en 2013 aún no existían en 2004. El 65% de los niños de hoy desempeñarán profesiones que todavía no han sido inventadas. Nuestros hijos no solo trabajarán en 10 o 15 organizaciones diferentes que vivirán inmersas en un estado de metamorfosis constante, sino que cambiarán de profesión en 4 o 5 ocasiones a lo largo de su vida laboral.
La idea de seguridad con la que hemos crecido ha desaparecido por completo. El mundo se ha transformado radicalmente de un tiempo a esta parte. Poco o nada queda de la sociedad predecible de décadas atrás. El cambio es tan constante y acelerado que hace que el futuro vaya tan rápido que se convierta en pasado a gran velocidad. Algunos de los factores que provocan estos cambios son la globalización, la hiperconectividad y la irrupción de los países emergentes con sus más de 4.000 millones de habitantes.
Los entornos estables del pasado se han transformado completamente y han dado lugar a una nueva realidad que ya denominamos como entornos V.U.C.A., caracterizada por la Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad que crearán un nuevo marco de referencia en el que nos moveremos. Entornos que nos plantean el reto de transformarnos en aprendices ágiles, en un escenario donde las reglas cambiarán tanto y a tanta velocidad, que los límites serán mucho más difusos.
Ya no tienen cabida los modelos rígidos de dirección caracterizados por la vehemencia, la agresividad y la masculinidad excluyente. No todo vale. Los nuevos escenarios V.U.C.A. exigen nuevos entrenamientos. No es de extrañar que cuando se consultó a los 75 miembros del Consejo Asesor de Stanford Graduate School of Business sobre cuál era la capacidad más importante para ser desarrollada por los líderes, su respuesta fue casi unánime: autoconocimiento.
La autenticidad de este nuevo liderazgo requiere demostrar pasión por un propósito, liderar desde los valores centrales de manera consistente y dominar el autoconocimiento y la inteligencia colectiva. Un liderazgo donde el protagonista es el equipo en un entorno donde la fragilidad es el denominador común.
Liderar en un entorno V.U.C.A. consiste en regalar contextos tan estimulantes e incómodos donde las personas puedan retarse y aprender. Por eso el liderazgo necesita equilibrar la exigencia máxima hacia el profesional con el profundo respeto hacia la dignidad de la persona. Y esto es una asignatura pendiente para la mayoría de nuestros líderes.
Por este motivo las dos grandes competencias que van a emerger como fundamentales en un futuro que fue ayer son la serenidad y la conexión emocional con las personas y los equipos. La serenidad no es otra cosa que la capacidad de mantener la calma en entornos de alta complejidad. La conexión emocional por su lado nos permite interactuar con el ser humano que desarrolla una tarea profesional en un entorno cambiante, empatizando con sus necesidades más vitales: la necesidad de autonomía, de competencia y de relación social. Todos las personas necesitamos sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos y contribuir socialmente a ello. Y para eso necesitamos revisar en profundidad lo que entendemos por liderazgo.