
Vacío, ausencia de transcendencia, cambios de rol, asunción de identidades diferentes, likes, matches, ambivalencia, permisividad… El entorno digital, y más concretamente las redes sociales, han puesto en jaque a la sociedad en su conjunto. Ya nada es lo que parece, todo puede ser defendido o atacado, los límites quedan para lo analógico y las consecuencias en un “ya se verá”.
Esta sociedad ligera a la se refirió Lipovetsky vive su momento de esplendor. El modelo ideológico impuesto a nivel económico condujo a los individuos, y más aún a los más jóvenes, a creerse futuros propietarios del todo, convirtiéndoles en víctimas y verdugos de la sociedad de consumo. Una sociedad en la que todo puede ser comprado y vendido y donde todo, absolutamente todo, tiene su caducidad. Lo increíble del hecho es que el individuo, en plena simbiosis con el contexto, incorpora valores de mercado a circunstancias vitales arrojando la vida al más absoluto vacío.
La generación milenial, la más conectada hasta el momento dejando fuera a los que les preceden, los Z, por recién haber cumplido los 18, viven absortos en su realidad virtual. Es un medio que les permite ser quien ellos desean cuando quieren.
La historia, el pasado, los modelos de pensamiento o las ideologías carecen de sentido para ellos. Lo que les permite la construcción de modelos frágiles, únicamente sustentados en la creencia individual, abocando al individuo a la inseguridad emocional y vivencial. Estas conclusiones poco esperanzadoras están presentes en nuestro proyecto de investigación Percepciones de seguridad y actitudes de riesgo en ‘millennials’ vinculados al uso de aplicaciones informáticas afectiva/sexuales.
Era esperable que el entorno digital supusiera un cambio en las formas de relación de los individuos, pero no es ahí donde debemos poner el foco. Como planteamos desde el Grupo Conocimiento-Investigación en Problemáticas Sociales, el gran problema reside en los modelos que se implementan en esas relaciones y más concretamente en las afectivo-sexuales. Ya que, si profundizamos en esos arquetipos, encontramos violencia, machismo, agresividad, hiperindividualismo, riesgo; lo que favorece la perpetuación de patrones solo concebibles y asumibles dentro del entorno digital, en cuanto que la identidad cyborg lo soporta y lo permite.
Pero ¿qué consecuencias tiene este cambio de comportamiento en las relaciones afectivo/sexuales por parte de los milenials? Fundamentalmente consecuencias de carácter epidemiológico. Por ejemplo, el uso de profilaxis durante la práctica sexual con compañeros desconocidos y no garantes de una buena salud sexual disminuye o incluso desaparece en algunos colectivos. Es más, se ha llegado a identificar un grupo de interés predispuesto a mantener relaciones sin protección con personas con ETS, todo ello argumentado desde la búsqueda de placer a través de la adrenalina y el morbo.
En el ámbito de la salud mental, la normalización de actitudes agresivas y violentas presentes en las formas de generar acercamiento, contacto y relaciones expone a los individuos a situaciones controvertidas que no toleraría en el mundo off line, lo que tras un uso prolongado les hace sentirse sucios, humillados, ultrajados, cosificados, vacíos, indignos, repercutiendo negativamente en su salud mental. Se nos han narrado procesos de angustia, agobio, estrés, decepción, desánimo y desgana que se trasladan a las formas de relación en el mundo off line.
En el plano criminológico, se observa una mayor asunción de riesgos por parte de los individuos, lo que ineludiblemente aumenta su nivel de victimización individual y colectiva.
Además de unas formas líquidas de entender las relaciones, el amor y la pareja que no garantiza la salud mental ni física del individuo. El descrédito, el desengaño y el vacío social al que se enfrentan con esta forma de relacionarse les conduce a no creer ni confiar en nadie.
Pero como lo más importante es el like o el match, a veces se produce un singular recorrido en busca del lugar de mayor reconocimiento o empoderamiento que conduce a la dilución de la identidad sexual o los límites entre las tendencias sexuales.
Es necesario y obligatorio finalizar afirmando que la redes democratizan las relaciones, del mismo modo que hay que reconocer que empodera a colectivos hasta hace muy poco estigmatizados o con un rol secundario a nivel social. Pero no debemos quedarnos con la primera capa, debemos seguir profundizando en el análisis.