
Qué quieres que te cuente, si en cada esquina aparece alguien con algo más interesante que decir. Cómo puedo captar tu atención si hay gente más erudita que yo. No me pidas que te descubra un mundo nuevo si todos los rincones están explorados… Entonces, ¿qué hago escribiendo? ¿Qué haces leyendo? Sencillo, porque todo lo que he dicho antes es mentira. Las historias no se agotan, siempre tenemos algo interesante que decir y descubrir.
Está claro que la sobrexposición tecnológica está produciendo una saturación de contenidos. Esta saturación está aumentando la cantidad de historias y devaluando la calidad de las mismas. Esto provoca que la audiencia pierda interés por profundizar y dar seguimientos a los contenidos. Los creadores tenemos la sensación de que la tecnología nos está superando continuamente. YouTube, blogs y microblogs, el streaming, Periscope, Snapchat, Facebook, Instagram, 360, VR, AR, AVR… la lista es interminable.
Como una manera de dar sentido a todo este contenido líquido, muchos profesionales vieron una ventana de oportunidad en las narrativas transmedia. A priori parece un hallazgo inmejorable. Un universo de historias en constante expansión y adaptación daría lugar a un storytelling completísimo y unas ventanas de explotación comercial inagotables. Pero la realidad suele ser más compleja que nuestros planes y así se ha mostrado en esta nueva manera de contar historias. Vayamos por partes:
-Escribir transmedia es muy distinto a escribir una historia única y cerrada. Desde el punto de vista del guionista, uno debe afrontar la elaboración del texto como una construcción. Denominado arquitecto transmedia, el guionista debe planificar finales abiertos y cerrados, multiplicar el número de personajes o profundizar en la caracterización de los necesarios. Es fundamental y novedosa la labor del guionista como community manager e interactor/coautor de contenido en tiempo real.
-No existe un blockbuster transmedia. Apuntado por Brian Clark como uno de los cinco puntos de la mentira del transmedia, el hecho de que nunca haya triunfado un producto transmedia de origen hace pensar que el interés de la audiencia es relativo. Podemos citar Matrix, XX o El Ministerio del Tiempo como ejemplos de transmedia de éxito. Pero son expansiones del contenido principal, una estrategia de marketing y difusión más que puramente narrativa.
-La tecnología no lo puede todo. En cualquier rodaje se suele escuchar la infame frase de “esto lo arreglamos en pospo”. Sabemos que la edición puede mejorar las cosas, pero no puede hacer milagros. Lo mismo pasa con el transmedia, se piensa que con poner un contenido en las redes, por ejemplo, este se hará viral por ósmosis. Recordad, el contenido fue, es y será el rey.
-Los costes de producción se multiplican exponencialmente. Esto es un concepto de producción básico: a más tiempo más dinero. Si multiplicamos las producciones y alargamos su distribución y gestión debemos disponer de más financiación.
-Ahora más que nunca, nadie sabe nada. Tienes que tener mentalidad de un buen jugador de casino, puedes perder todo lo que has puesto sobre la mesa y ello no debe suponerte la ruina. El éxito de los contenidos sigue siendo una serendipia tan grande como antes.
Como conclusión, menos es más. Explora la tecnología, pero crea algo dimensionado a tu contenido, audiencia y presupuesto. Seguramente esto te lo habrán dicho mil veces ya. Yo lo he escuchado un millón. Entonces, ¿por qué seguimos cometiendo los mismos errores?