
Cuando mi padre nació en 1941, en Jaén solo se podían hacer tres llamadas de teléfono simultáneamente. Hoy son millones las llamadas que podemos hacer de manera simultánea.
Lejos han quedado los días en los que los cambios se producían de manera lineal y predecible. Ya estamos inmersos en lo que conocemos como entornos VUCA, donde la volatilidad, la complejidad, la incertidumbre y la ambigüedad son compañeros diarios de viaje que nos exigen surfear de manera ágil sobre las olas de nuestra vida personal y profesional.
Igual de lejos, o incluso más aún, quedan las herramientas que un día aprendimos para manejarnos en el mundo de los adultos. Las necesidades de estos nuevos entornos nos exigen nuevos aprendizajes. Pero, sobre todo, nos impone la necesidad de desaprender lo aprendido.
Ya somos conscientes de que el secreto no está en gestionar bien el cambio, sino en preguntarnos si mientras el cambio sucede, estamos mejorando o no.
Por este mismo motivo también ha quedado desfasada la idea de aprender a gestionar el tiempo. En estos nuevos entornos empezamos a entender que la clave no está en gestionar bien el tiempo, sino en mejorar nuestra gestión de la atención en el tiempo que tenemos. Los estímulos tecnológicos son infinitamente superiores a los de hace apenas unas décadas y por ende las distracciones son uno de nuestros grandes enemigos para ser más productivos. El bombardeo constante de e-mails, wasaps y otras aplicaciones son cada día más frecuentes. Y nuestra capacidad de resistir a la respuesta inmediata de las mismas es cada vez menor. Ya existen aplicaciones que nos informan del uso de la tecnología que manejamos diariamente y es preocupante advertir el mal uso que hacemos en muchas ocasiones.
El Foro Económico Mundial desarrolla de manera recurrente un estudio donde trata de anticipar las competencias que serán necesarias incorporar en un futuro que cambia tan rápido que lo que sucederá mañana casi fue ayer.
Fruto de este trabajo de investigación el WEF, también conocido como el Foro de Davos, ha elaborado este listado de las 10 habilidades más demandadas en el 2020
- Resolver problemas complejos
- Pensamiento crítico
- Creatividad
- Gestión de personas
- Coordinación con otros
- Inteligencia emocional
- Toma de decisiones
- Orientación al servicio
- Negociación
- Flexibilidad cognitiva
No podemos entender este listado de habilidades como conceptos genéricos aplicados a cualquier entorno. Estas habilidades enriquecen su valor cuando se aterrizan a los puestos de trabajo específicos y se entienden desde ahí.
Tampoco podemos caer en el error pendular de acercarnos a las habilidades alejándonos del conocimiento. Ambos están íntimamente interrelacionados. Es imposible tomar una buena decisión sin un conocimiento profundo y actualizado.
Es interesante observar cómo en este ranking entra por primera vez la flexibilidad cognitiva, entendida como esa capacidad de aprender a desaprender para adaptarse de manera ágil a las necesidades y demandas del entorno.
Un entorno que ya definió el fallecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman, padre del concepto de la modernidad y de la sociedad líquida. Son muchas y valiosas sus aportaciones sobre este nuevo paradigma donde la mayor de las preocupaciones de nuestra vida es “cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro. Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales y con las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre”.
Y en esta realidad líquida se hace cada vez más evidente el dilema eterno entre libertad y seguridad. Tener más seguridad reduce la libertad y viceversa. Si bien antes la apuesta por la seguridad era la opción más instaurada, hoy en día nos enfrentamos a la necesidad de gestionar la incertidumbre por las buenas o por las malas, sin tener herramientas suficientes para ello. La libertad tiene un alto precio que no todo el mundo puede o quiere pagar.
En estos entornos líquidos donde la Inteligencia artificial ya tiene más acierto en la toma de decisiones que muchos de los mejores especialistas en sus materias, es posible que las personas necesitemos comprender que nuestro valor empezará a estar en hacer nuevas preguntas y crear nuevos escenarios de pensamiento. A mayor inteligencia artificial más importante es humanizar lo que hacemos. Si las interacciones humanas van a ser menores, necesitamos que esas relaciones sean cada vez de mayor valor.
Un futuro incierto lleno de oportunidades y de riesgos.