
Desde el pasado siglo XX, cuando la forma intelectual del liderazgo empieza a adquirir trazos de contenido grueso, se ha escrito y debatido mucho sobre este concepto. Tanto es así que hay quienes se creen originales por hablar de ello en sus escritos, cuando lo único que hacen es repetir los mismos esquemas pero añadiendo algunos giros semánticos que solo sirven para decir lo mismo, por mucho que se empeñen en calificarlo como nuevo.
En este artículo, el concepto de nuevo paradigma hace alusión a viejas recetas pero aplicadas a un nuevo tiempo que ha sido definido por las consecuencias de la pandemia. Al margen de este hecho histórico, todo lo demás incluye perspectivas que ya han dado su valor en otros periodos de tiempo. Lo inteligente es saber diagnosticar y aplicar remedios sabiendo leer las situaciones. Y esa es, precisamente, la lección que se extrae de lo ocurrido en las elecciones vascas y gallegas del mes de julio. El liderazgo ha pasado a ser observado y definido por los liderados, que han decidido basándose en unos criterios –a los que el lenguaje político denomina mensajes– que van a identificar a los líderes de la próxima década.
El resultado de las votaciones marcará el destino del liderazgo, y los líderes que quieran mantenerse en esa condición deben tomar buena nota. El mensaje se ha lanzado desde las urnas de dos territorios, pero sería un error lamentable no adherirlo a otras esferas, a otras realidades, ya sean empresariales, sociales, etc.
Los tres criterios que han definido el nuevo paradigma del liderazgo son transparencia, confiabilidad y seguridad.
El primero, el de la transparencia, supone exigir un líder que sea capaz de cumplir lo que dice. Ya no valen los charlatanes que usan el verbo con maestría y utilizan recovecos indescifrables pero seductores. Ya no vale decir lo que quieren escuchar los liderados.
El segundo es la confiabilidad, que se remonta a la historia trazada por ese líder a lo largo de su proceso de liderazgo. Esta variable otorga especial cuidado a aquellos que han cumplido con las expectativas, aunque no sean del agrado de todos. Lo ya conocido va a primar, y mucho, en la nueva normalidad. Apostar por alternativas que son una incógnita o que su fundamento es cambiar ya no es la opción elegida. El miedo a las sorpresas se ha instalado; la necesidad del cambio permanente ha sido sustituida por la tranquilidad de lo que hay. Años atrás, el ansia de cambiar a cualquier precio, de cambiar por cambiar, prevalecía en la toma de decisiones. Si no cambias, envejeces, desapareces, etc. Hoy el liderazgo apuesta más por lo seguro que por la aventura, por mantener lo que se tiene, aunque no sea lo mejor, que por arriesgarse a lo desconocido si eso provoca alteraciones imprevistas en la normalidad.
Y el tercer criterio es el de la seguridad; aumenta las posiciones de la confiabilidad. El líder tiene que ofrecer seguridad, aliviar el miedo que cala en una sociedad que se ha visto vulnerable, que ha comprobado la debilidad del ser humano ante la naturaleza.
Uniendo estas variables, la conclusión es que tanto Iñigo Urkullu como Núñez Feijóo ofrecen transparencia, confiabilidad y seguridad a sus ciudadanos, y por eso les han votado mayoritariamente. Además, sus partidos políticos, PNV y PP, son marcas líderes en los respectivos territorios. Sumar el liderazgo del partido y el liderazgo individual de la persona que lo representa ante unas elecciones descubre las claves en la toma de decisión del electorado vasco y gallego. En este partido y en este líder confío, me aportan seguridad, son transparentes, no lo han hecho mal y ahora es mejor no cambiar por cambiar y mantener lo conocido, que ha dado resultado. Estas son algunas de las reflexiones que provocaron tanto Iñigo Urkullu y el PNV, como Núñez Feijóo y el PP.
Una última reflexión sobre un concepto que surge tras la suma de las tres variables anteriores y que va a tener gran repercusión en la próxima década: la autenticidad. Qué significa ser líderes auténticos. Tiene que ver con lo original, es decir, con el origen. Ahora se busca la autenticidad en la raíz, no en el tallo o en las hojas.
La autenticidad debe entenderse desde tres perspectivas:
Emocional: Saber reconocer al líder en su respuesta a los acontecimientos. No puede haber incoherencia entre lo que hace el líder y las emociones que provoca.
Conductual: Humildad y hacer del aprendizaje un hábito.
Social: La búsqueda del éxito de los demás.
En conclusión, el éxito de las opciones de Iñigo Urkullu y Núñez Feijóo hace prever la toma de decisiones más conservadoras, que están haciendo virar la acción del líder a propuestas más seguras, de resistencia, de gestión de los recursos, de tranquilidad y de confiabilidad.
Moisés Ruiz es profesor de comunicación y liderazgo en el Grado de Dirección y Administración de Empresas