
Aprovechando el carácter abierto con que ha sido concebido el I Foro de la Comunicación Global, queremos plantear una reflexión inicial sobre el propio concepto de “comunicación global”. Las líneas que siguen son una breve disquisición sobre el asunto, articulada a partir de ideas y conceptos que tienen su origen en la teoría de la comunicación y en la etnografía de la comunicación, y pretenden una caracterización del concepto de comunicación global desde las perspectivas de estas áreas de conocimiento, sin menoscabo de las aproximaciones que puedan hacerse desde otras.
En el mundo actual lo global y lo local, dos tendencias en principio contradictorias, cruzan sus caminos. A la globalización empujan la internacionalización de la economía, la frecuencia y la dimensión de los movimientos migratorios y la omnipresencia de los medios de comunicación masivos. A su lado, en parte como reacción directa a lo global, la localización enfatiza lo propio y diferente frente a lo general y neutro, impulsada por la facilidad que la tecnología nos ofrece para acceder al conocimiento exhaustivo de todas las tradiciones culturales (actuales y pasadas). Comunicar adecuadamente en este contexto complejo, global y local a un tiempo, nos exige el desarrollo de una competencia sociocultural y discursiva que permita adecuar nuestros mensajes a los entramados culturales de las personas a quienes van dirigidos.
El comunicador global se configura, de este modo, como un emisor cualificado, que habla en nombre de una institución pública o privada (fundación, organismo, compañía, corporación…); capacitado para articular correctamente un mensaje manejando diferentes códigos (lingüísticos, paralingüísticos y extralingüísticos[1]); formado para difundirlo a través de todos los canales que la tecnología multimedia proporciona; dotado de la sensibilidad sociocultural necesaria para construir el mensaje más adecuado para cada receptor, no importa cuáles sean sus identidades lingüísticas y culturales; y que posee un conocimiento del contexto global y local de las personas a las que se dirige.
Este comunicador global ideal aúna la honestidad de un periodista, la persuasión de un publicista, la sensibilidad cultural de un traductor, el rigor de un economista, la potencia narrativa de un comunicador multimediático y la comprensión del contexto de un experto en relaciones internacionales. La yuxtaposición de estas competencias con los elementos que configuran el esquema clásico de la comunicación nos permite establecer estas correspondencias:
Emisor la honestidad de un periodista
Receptor la sensibilidad cultural de un traductor
Mensaje la persuasión de un publicista
Código el rigor de un economista
Canal la potencia narrativa de un comunicador multimedia
Contexto la comprensión del contexto de un experto en relaciones internacionales
Por otro lado, del mismo modo que desde la lingüística aplicada se ha descrito la “competencia comunicativa” de los hablantes (para especificar las habilidades y saberes propios del que domina una lengua), podemos igualmente describir la “competencia comunicativa global”, considerada como un tipo especial de competencia comunicativa, que por eso consta de sus mismas subcompetencias (semiótica, sociocultural, discursiva y estratégica), si bien definidas de manera diferente. Así, la competencia comunicativa global se compone de:
- Una subcompetencia semiótica, definida como el conocimiento de diferentes tipos de códigos (naturales y artificiales, lingüísticos e icónicos, etc.)
- Una subcompetencia sociocultural, que consiste en la capacidad de interactuar con destinatarios poseedores de universos culturales muy distintos, adecuando los mensajes a tales universos.
- Una subcompetencia discursiva, referida a la capacidad de construir discursos multimodales, que integren coherentemente todos los elementos que contribuyen a la construcción del sentido comunicativo (lingüísticos, pero también gráficos, visuales, matemáticos, etc.).
- Una subcompetencia estratégica: al igual que los aprendices de lenguas desarrollan estrategias para suplir las lagunas que les surgen a la hora de comunicarse con otros hablantes (así como para agilizar el proceso de aprendizaje), la subcompetencia estratégica se concreta, en el ámbito de la competencia comunicativa global, en el empleo de habilidades que permitan compensar las dificultades que surjan durante el curso de la comunicación (y que estén originadas por cuestiones culturales, lingüísticas, sociales, técnicas, etc.).
De lo esbozado en los párrafos anteriores se desprende la necesidad de un acercamiento interdisciplinar a la comunicación, pues solo la conjunción de perspectivas emanadas de diferentes tradiciones académicas puede dar cuenta de la complejidad de los procesos comunicativos tal y como se configuran en el mundo actual. Dicho de otro modo, si queremos describir y explicar cabalmente la comunicación global, necesitamos tener en cuenta las aportaciones de diversas ciencias sociales y humanas (la lingüística, las relaciones internacionales, la traducción, la comunicación audiovisual, la economía, el periodismo, la publicidad…). La comunicación se constituye como un espacio centrípeto, un territorio en el que estas disciplinas convergen, posibilitando el intercambio de conceptos métodos y prácticas, originalmente concebidos en el ámbito de una disciplina concreta. Este intercambio es, precisamente, lo que caracteriza a la interdisciplinariedad frente a la multidisciplinariedad (concebida como las aportaciones individuales que diferentes ciencias hacen para explicar un objeto de estudio común).
[1] Entendiendo por códigos lingüísticos las lenguas naturales; por códigos para-lingüísticos la quinésica – lenguaje corporal y la proxémica – empleo y percepción del espacio físico; y por códigos extra-lingüísticos los lógicos, sociales y estéticos.