
Durante mucho tiempo las personas con discapacidad (o con algún déficit o trastorno) eran recibidas por la sociedad con miedo, incertidumbre. Se llegó a tener creencias como que las causas de esas diferencias eran por estar endemoniados o castigados por algún pecado cometido por su familia. Se creía que eran personas ineducables, que debían estar apartadas de la sociedad.
Hagamos un pequeño recorrido histórico para conocer de dónde venimos y saber a dónde vamos
Conocido por todos es el ejemplo de Esparta, donde despeñaban por el monte Taijeto a los niños con algún tipo de malformación ya que eran un estorbo para el desarrollo de su sociedad militarizada.
A partir del siglo XVI se empiezan a oír voces como la de Ponce de León (1513?- 1584), que frente a la creencia aristotélica de que las personas sordomudas no pueden aprender a hablar y, por tanto, su proceso de enseñanza y aprendizaje es muy complicado, por no decir imposible, Ponce de León comienza su tarea de desmutización en personas que son sordomudas de nacimiento. Este proceso va acompañado de las teorías filoantropológicas sobre la concepción del hombre.
El Renacimiento aporta una nueva mirada sobre la potencialidad del hombre en el aprendizaje, lo que hace que los estudios y trabajos de Ponce de León vayan acompañados de ese nuevo impulso.
La intervención educativa que comienza Ponce de León está muy vinculada a su profesión de monje. En su monasterio se comunicaba con sus compañeros con un lenguaje gestual muy parecido al que usaban las personas sordomudas. Ahí comenzó todo (Doctrina para los sordomudos ). Gracias a ese desarrollo en el ámbito lingüístico se pudo estudiar de cerca la personalidad, las capacidades cognitivas, la intención comunicativa….
Unos de los objetivos vitales de Ponce de León fue dar voz a los que carecían de ella. A este objetivo se han unido personalidades tan relevantes como Bonet, Häuy, Braille, Pinel, Rousseau, Pestalozzi, Froebel, Esquirol, Itard, Seguin, Montessori, Pickler, Piaget, Decroly, Stauss … entre otros.
Mirando hacia atrás vemos como la evolución de la educación especial tiene mucho que ver con la concepción que se tiene del Hombre dependiendo del periodo histórico. Hemos pasado por un periodo de exclusión donde los estudiantes con algún tipo de dificultad estaban excluidos no solo del sistema educativo, sino también del sistema social; no se les consideraba como ciudadanos. En la evolución del pensamiento, llegamos a un modelo segregador (desde el Renacimiento hasta el siglo XX). Estudios e investigaciones nos dicen que tienen capacidad para ser y para aprender, y se empiezan a crear las primeras escuelas para sordos, para ciegos. Es un periodo asistencial que se caracteriza por la homogeneización, muy ligado al modelo médico y centrado en el déficit y en la clasificación de las patologías.
A partir de 1950 nos encontramos con el paradigma de la integración, es decir las personas con discapacidad deben amoldarse a los sistemas educativos ya existentes. Hay un enfoque más individual, se comienzan a hacer las primeras adaptaciones curriculares, y se persigue una normalización. Es interesante cómo surge en 1963 el concepto de dificultades de aprendizajes, usado para aquellos estudiantes que tienen problemas de aprendizaje, pero no tienen ninguna discapacidad.
A finales del siglo XX comienza el último paradigma, el de la inclusión educativa (tuvo mucha importancia la Declaración de Salamanca de 1994. En este congreso se evidenció la diferencia entre integración e inclusión), muy ligado a la visión social de la discapacidad, democratizar la educación de una manera más real y participativa. Es lógico, por lo tanto, que en países con democracias más maduras sea donde antes se empieza a implementar la educación inclusiva. (Para muestra, sirvan las experiencias de Summerhill (A, Neil) escuela inglesa, que gira en torno a la idea de que debe ser la escuela la que se acomode al estudiante y no al revés.)
La inclusión educativa comienza por dar una nueva visión sobre el otro, en la que se caracteriza por la participación de todos en la comunidad educativa, se centra en la “escuela para todos“, reforzado por el paradigma ecológico contextual. Da mucha importancia a los aprendizajes interactivos y contextualizados, con foco en las metodologías cooperativas y colaborativas. Y organiza una serie de apoyos que aseguren una calidad de vida.
Volvemos, una vez más, a esa nueva visión social: la sociedad se adapta a las necesidades de los estudiantes y no al revés. El sistema educativo se centra en las individualidades de la persona y en las necesidades que cada uno pueda presentar para abordarlas y buscar una equidad de oportunidades.
A este paradigma le acompañan de la mano los nuevos avances en neuroeducación. Nos ha dado a conocer cómo funciona el cerebro, cual es la pedagogía que usa, y cuáles son las conductas, y procesos mentales, que hasta hace poco dábamos por supuesto, pero no teníamos ninguna evidencia científica de ello. Todo ello, acompañado de una mirada holística y sistémica del estudiante, donde hay que tener en cuenta no solamente sus habilidades cognitivas, sino sus habilidades emocionales, sociales, motoras, morales…
La plasticidad cerebral es uno de los avances de la neurociencia que nos han alumbrado el cambio de la inclusión, algo que ha venido a demostrar que los estudiantes pueden mejorar y que las patologías pueden no ser estáticas.
Pero también otros como las diferentes formas de aprender (estilos de aprendizajes); conocer que las emociones matizan el cerebro; el saber que cerebro y cuerpo aprenden de forma integrada y que, por tanto, no tiene sentido separarlos; el uso, estructura y funcionamiento de las funciones ejecutivas del cerebro; evidenciar que cada cerebro es distinto al otro, de lo que se deduce que la diversidad es un hecho ya científico….
Desde el ámbito de la educación superior, ya que tenemos el conocimiento de que cada uno de nuestros estudiantes tiene una capacidad distinta y en cada una de sus áreas de desarrollo, nuestra labor como institución educativa es acompañarlos y ayudarles a poder desarrollarse en los talentos, destrezas y aptitudes de cada uno. Siguiendo el legado de todos los maestros citados en el artículo, estamos aquí para “dar voz al que no la tiene”.