
Micromachismos, microplásticos, microrracismos… parece que estamos ante el triunfo de lo micro. Palabras que hacen referencia a esa pequeña escala, pero que tristemente nos afectan a nivel macrológico. Ya la filósofa Adela Cortina evidenciaba la necesidad de crear nuevos términos para referirse a aquellas realidades existentes que, hasta que no contaban con un apelativo para nombrarlas, o más bien, para denunciarlas, parecía como si el problema no existiera. Se refería al concepto aporofobia, neologismo acuñado por ella misma para aludir al rechazo al pobre, al que excluimos (Cortina, 2017). Igualmente podríamos decir que el neologismo de microrracismo es necesario. Pero ¿estamos realmente ante una nueva realidad en la que el racismo sutil se antepone al manifiesto? ¿Ha cambiado tanto el racismo a lo largo de la historia? A continuación, realizaremos un breve recorrido por los orígenes del racismo y nos centraremos en las nuevas manifestaciones que evidencian cómo estos comportamientos discriminatorios están más arraigados en nuestra cotidianeidad de lo que pensamos.
El sociólogo Giddens nos define racismo como la práctica de adjudicar, equivocadamente, características heredadas de personalidad o de conducta a los individuos que tienen un determinado aspecto físico (Giddens, 2010). Hay que remarcar el adverbio “equivocadamente” ya que se trata de una atribución arbitraria, de un constructo social que ha venido utilizándose como argumento para dar una explicación biológica a los rasgos de inferioridad presuntamente poseídos por personas de una u otra configuración física. No cabe decir que el término obsoleto de raza ha sido sustituido por el políticamente aceptado de etnia, que incluye asimismo rasgos culturales a parte de los vínculos sanguíneos que definen las identidades.
A grandes rasgos, podríamos dividir en dos grandes bloques las explicaciones sobre el origen del racismo. Por un lado, aquellas que dan relevancia a las causas biológicas y psicológicas, y por otro, las que se centran en motivos sociológicos.
Partiendo de una vertiente biológica existe la tesis de la presencia de un “racismo natural”, vinculado fundamentalmente a una serie de prejuicios y creencias propias de la naturaleza humana y que podrían considerarse innatas (Allen, 2002). Desde el punto de vista psicológico, Turner y Tajfel explican que la creación de estereotipos es algo necesario a la hora de categorizar y clasificar aquellos estímulos ante los que nos enfrentamos, como si de un ahorro cognitivo de energía se tratase (Turner y Tajfel, 1979). Siguiendo con otros argumentos de corte biológico, según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, la hormona oxitocina potencia el favoritismo endogrupal: “The result suggest that oxytocin has a role in the emergence of intergroup conflict and violence” (Carsten K. W. De Dreu, 2010). Aunque no se centre en aspectos únicamente raciales, podría ser una explicación más para ese tipo de actitudes, ya que este trato preferencial hacia el endogrupo y el etnocentrismo van de la mano. Tradicionalmente, el cierre de la comunidad está vinculado al proceso a través del cual los individuos reafirman las fronteras que los separan de los demás grupos a través de dispositivos de exclusión. También el miedo social se ha usado para justificar la aparición de estereotipos raciales (Meyer Lindeberg et al., 2010).
Pasando ahora a una explicación meramente sociológica, y probablemente más convincente, podemos afirmar que el racismo está vinculado a estructuras de poder y mecanismos de desposesión directamente relacionados con el nacimiento del capitalismo moderno y el origen de los Estados: “El racismo resultaba útil también como justificación de las jerarquías de clases y de castas; como explicación de los privilegios, tanto nacionales como de clase, era espléndido. Ayudaba a mantener la esclavitud y la servidumbre, allanaba el camino para el despojo de África y para la atroz matanza de indios americanos” (Harris, 1996, pág. 92). En el libro de Christian Geulen Breve historia del racismo, el autor afirma “ni es natural ni universal ni metahistórico, sino un producto, una creación de la cultura y del pensamiento humanos, una forma de conducta y por ello un fenómeno totalmente histórico” (Geulen, 2010, pág. 8).
Contrariamente al pensamiento contemporáneo, el discurso racista de color no fue la primera forma de discriminación ya que originalmente se centró más bien en la separación entre pueblos con y sin religión, práctica que se extendió tras la conquista de América. Este debate se remonta a las discusiones teológicas acontecidas durante la colonización, cuando se cuestionó la humanidad en las representaciones del nativo. Conocidas son las tesis de Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, defensor el primero de que los indígenas podían tener alma, y el segundo, de la no humanidad de estos. El alma daba el derecho de cristianizar y, por tanto, de asimilar al indígena a la cultura occidental; estar despojado de ella, otorgaba un derecho muy distinto, el de esclavizar. Como bien comenta el profesor García de la UNAM, “las diferencias son asumidas, pero únicamente a condición de ser posteriormente integradas en una totalidad, en este caso, la cristiandad. La gestión de lo otro consiste entonces en la asimilación o reconversión de lo ajeno en propio” (García Ruiz, 2004). Este fue el germen de la aparición de los dos discursos preponderantes del imperialismo occidental que han dominado hasta la actualidad: el racismo biológico y el racismo culturalista, de los que profundizaremos más adelante.
Es necesario remarcar que hubo dos factores clave a la hora de determinar el éxito del racismo: por un lado, la invención del concepto de raza por Gobineau en el siglo XIX, y, por otro, el uso del racismo como justificante del dominio colonial permitiendo el tráfico de esclavos al ser considerados como una categoría prácticamente infrahumana, como hemos visto. Fue por ello, que las discusiones sobre la humanidad y la no humanidad no se dejaron de lado sino que se recrudecieron durante el siglo XIX, siendo utilizadas por esclavistas y abolicionistas en las primeras sociedades antropológicas, que debatían sobre el monogenismo y el poligenismo del género humano. ¿Proveníamos de una misma especie o de especies distintas? Era necesario encontrar una explicación científica al dilema, ya que aceptar la condición inferior de los negros permitía legitimar su explotación sin contradecir los principios morales cristianos que dominaban el momento. Pesaba también la influencia de Darwin y la antropología evolucionista que situaba en la cúspide de la pirámide al hombre blanco civilizado, justificando la jerarquización racial y una menor inteligencia asociada a un desarrollo tecnológico menos avanzado de los no caucásicos.
Por otra parte, en el contexto de creación de la nación moderna, el racismo fue la herramienta perfecta para la construcción social de las identidades nacionales a través de procesos de homogenización y exclusión, además de consolidar a las élites, legitimando las desigualdades. Focault en su Genealogía del racismo, destaca como en la modernidad apareció un racismo de Estado defensor de una superraza titular de la norma, que debía luchar contra aquellas subrazas que pudieran amenazar el patrimonio biológico a través de persecuciones, limpiezas étnicas o mediante la segregación (Foucault, 1996).
En el caso español, podemos remontarnos a los procesos de asimilación, exterminio y expulsión de judíos y musulmanes durante el proyecto de los Reyes Católicos de hacer coincidir la identidad del estado con una única identidad nacional. El interés por defender la pureza racial está presente también a través de la invisibilización de colectivos en la imagen pública nacional que potencia el país, teniendo la falsa creencia de que la cultura siempre ha sido uniforme y no fruto de la diversidad. Esta obsesión por la integridad de la estirpe se ve en expresiones propias de nuestro lenguaje, que alaban aquello que es de pura cepa, castizo, el full-blooded; y, sin embargo, estigmatizan lo bastardo, lo mestizo, lo híbrido, cargando de connotación negativa aquellas identidades escindidas que no se ajustan al discurso oficial. Podríamos citar miles de ejemplos, pero uno que está tomando fuerza en sus reivindicaciones durante los últimos años ha sido el de la comunidad afrouruguaya, minoría que ha quedado totalmente silenciada en este país en aras de construir una identidad nacional basada principalmente en la herencia europea.
Este interés por la pureza de sangre sigue quedando patente y es recurrente en discusiones de distintas plataformas actuales de ideología supremacista, una de ellas Stormfront, el principal foro neonazi mundial, del que hemos podido recopilar algunos comentarios de su sección española. En referencia a los latinoamericanos se desacredita claramente al poseedor de diversidad étnica:
- Los indios de verdad tienen cosas más importantes que hacer que estos individuos, que son producto de sabe Dios cuántas mezclas raciales.
- Los latinos cayeron bajo el poder germánico hace más de un milenio.
- Estos son amerindios, muchos de ellos zambos y mulatos. Las cosas como son.
- El título de «latinos» es una excusa más para no mencionar la realidad de la raza. No es lo mismo un sudamericano blanco que un zambo.
- He de decir que me considero supremacista blanca y muy preocupada por la invasión que estamos soportando últimamente. Considero que las razas no deben mezclarse y que tenemos que hacer lo imposible para proteger nuestra pureza racial, igual que se protege el lince ibérico. (Stormfront, 2018-2019)
Vemos cómo, obviamente, las actitudes racistas asimismo están inherentemente unidas a la idea de estigma, término utilizado por el sociólogo Goffmann en los años 60 y que enfatiza la deshumanización aplicada al que consideramos diferente, a aquel percibido como portador de “una mancha” al que etiquetar y despreciar.
- Mientras el extraño está presente ante nosotros, puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás y lo convierte en alguien menos apetecible –en casos extremos en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil–. De este modo dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado (Goffman, 1998, pág. 12).
Se estigmatiza a negros, a musulmanes, a gitanos y a un largo etcétera de grupos sociales. Se estigmatiza a quien se quiere dominar, eliminar o excluir, provocando su cosificación y la de su colectivo de iguales a través de una serie de estereotipos caricaturescos (RAXEN, 2018).
Culturalmente hablando, el forastero siempre ha sido calificado como bárbaro, extraño o inferior moral y mentalmente. Es así como la mayor parte de las civilizaciones han percibido a los miembros de las culturas más pequeñas y lo que ha favorecido el desarrollo de innumerables contiendas étnicas a lo largo de la historia (Giddens, 2010). El otro es concebido como una separación de una identidad originaria que debe ser suprimida o reincorporada. Por tanto, la construcción de la alteridad recae en la perversión de ser la cultura dominante la que tiene el poder de representar la imagen del dominado. Es así como proliferó desde occidente la visión del salvaje en descripciones enciclopédicas, grabados de corte etnográfico y en reportajes fotográficos de revistas divulgativas. En realidad se recreó una autosatisfacción del exotismo a través de imágenes, pero también mediante espectáculos y exhibiciones zooantropológicas que enfatizaban lo primitivo, misterioso y pintoresco de aquellas gentes (Sanz, 2017). Un claro ejemplo actual es el de National Geographic, que reconoció su racismo implícito cargado de tópicos, ya que durante la mayor parte de su historia los negros fueron presentados como personas primitivas no vinculadas a la tecnología, que a menudo aparecían desvestidos o eran mostrados como salvajes. Uno de los más sonados fue un reportaje de 1916 sobre Australia que incluía una foto con la leyenda: “Aborígenes negros del sur de Australia: estos salvajes son considerados como los seres humanos con el más bajo nivel de inteligencia” (Víctor, 2018).
Otro factor clave que promovió el auge del racismo es la tendencia del ser humano a ver todo su mundo conforme a pares opuestos: todo es blanco o negro. El antropólogo estructuralista Levi-Strauss, evidenció cómo la mente humana tiende a organizar la realidad y el conocimiento en base a polos binarios antagónicos: bueno/malo; blanco/negro; nosotros/vosotros. Así pues, vemos como al vocablo negro se le asocia una serie de connotaciones negativas que han cuajado en nuestro acervo cultural. En ese sentido, Hering Torres hace un análisis histórico sobre la percepción del color en la piel del ser humano:
- El simbolismo medieval del color operaba como trasfondo cultural para relacionar valores, colores y seres humanos. En ese entonces, los colores no eran pigmentos observables objetivamente; ante todo, el color se asociaba con idearios y valores religioso-morales. Desde la antigüedad el color blanco se ha relacionado con lo bueno, lo bello y lo divino; el negro, con la amoralidad, la perversión y lo diabólico. Esta fuerza simbólica repercutió evidentemente en la taxonomía de Linneo. (Hering Torres, 2007, pág. 21)
Siguiendo esta línea, encontramos en el caso español que, de las veinte acepciones que presenta el término negro en la RAE, la mitad mantiene ese carácter negativo: “Dicho de una sensación negativa: pena negra; muy sucio; que no tiene la blancura que le corresponde; infeliz, infausto, desventurado; muy enfadado o irritado; mala suerte; dicho de ciertos ritos y actividades que invocan la ayuda o la presencia del demonio; dicho de la novela o del cine que se desarrolla en un ambiente criminal y violento” (RAE, 2001). Asimismo, el término denigrar, etimológicamente nos lleva al latín denigrāre, que significa “poner negro” o “manchar”.
Según la opinión de diversos autores, es necesario acentuar cómo esta visión tradicional del racismo se ha transformado desde hace algunos años, señalando que hemos pasado del tradicional racismo biológico basado en la creencia de una superioridad de unas razas sobre otras, a otro mecanismo más sutil, conocido como racismo posmoderno o racismo culturalista (Welsch, 1999). Este segundo tipo de racismo no usa argumentos de inferioridad ni de raza, sino que se sustenta en la idea de que existe una diferencia cultural insolventable que genera una imposibilidad de diálogo entre etnias, casi como si de un choque de civilizaciones se tratara, enmascarando la posibilidad de convivencia en un mismo territorio (Huntington, 1996). La psicología social se ha encargado de estudiar estos tipos de racismo, en el que el prejuicio está encubierto y apenas somos conscientes de ello. En 1986, dos psicólogos sociales, Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio acuñaron el término racismo aversivo para definir el racismo de quienes no consideran que tienen actitudes negativas hacia los miembros del grupo discriminado, pero, sin embargo, les atribuyen la responsabilidad de su situación, debido a cuestiones no asociadas con la raza, como la criminalidad, el robo, el tráfico de drogas o la culpabilización por no comportarse según los valores mayoritariamente aceptados.
Pero ¿qué ocurre en el caso español? Existe el mito de que España no es un país racista. De hecho, si valoramos las respuestas del CIS en materia de Actitudes hacia la inmigración (CIS, noviembre-diciembre 2016), un alto porcentaje de la población tiene la impresión de no ser racista. Consultando los datos disponibles en la encuesta del año 2017, podemos ver que únicamente un 0,4% de la población se considera racista, frente a un elevado 62,5% que se percibe como nada o muy poco racista. Solamente un 0,6% de la población le da importancia, a la hora de permitir a una persona extranjera venir a vivir a España, al hecho de que sea de piel blanca. Por otra parte, casi un 27% considera que se trata a los inmigrantes con normalidad, igual que si fueran españoles. En cuanto a los grupos con los que se tiene una mayor afinidad, están los latinoamericanos, con un 16%, dejando a los africanos con un 4%. Por último, con el tema de las relaciones sociales, es donde las respuestas son mucho más tolerantes, llegando a responder un 72,2% de la población que no pondría ninguna objeción a que su hijo se casara con una persona inmigrante.
Esta aparente negación del racismo choca directamente con los datos a los que nos enfrentamos: si nos paramos a revisar el número de incidentes racistas contabilizados por año, SOS Racismo registró en 2016 un total de 309 denuncias por racismo en España, siendo un 82% referentes a racismo institucional, y un 51%, a conflictos y agresiones racistas. Así, también, el estudio Los perfiles de la discriminación en España del CIS de 2014 indica que el 49,1% de las personas extranjeras señalan haber sido víctima de discriminación a lo largo de su vida. Es más, en 2018, el informe de la ONU del Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes acerca de su misión a España denunció que este colectivo es víctima de «racismo» y «discriminación racial» en todos los ámbitos de la sociedad: «desde los centros escolares hasta el mercado de trabajo, pasando por la vivienda, la sanidad y otros servicios sociales». Además de evidenciar un alto racismo institucional con el uso de perfiles raciales como criterio para llevar a cabo detenciones e identificaciones aleatorias por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad. (ONU, 2018)
Para constatar la presencia real de la existencia de microrracismos, vamos a realizar una recopilación de algunos de estos testimonios extraídos de diversas fuentes. Es notoria la cantidad de ejemplos de racialización presentes en nuestros artefactos culturales, desde la polémica del blackface de los pajes de la Cabalgata de Reyes de la ciudad de Alcoi, a títulos de películas como El negro que tenía alma blanca, musical de 1934. Para la mayoría de la población blanca, gran parte de estas manifestaciones no plantean ninguna problemática e incluso le son difíciles de identificar, puesto que están enraizadas en nuestra memoria cultural. No nos sorprende escuchar expresiones como “lápices de color carne” o ver anuncios de “negritos del África Tropical” o “conguitos”, reflejo de contextos coloniales. Curiosamente, cuando algunas minorías denuncian este tipo de actitudes, se las tacha de victimistas y exageradas.
Más casos de esos racismos sutiles los encontramos sobradamente en varias plataformas que se han encargado de denunciar estos racismos cotidianos, entre ellas Afroféminas o SOSRacismo. Estas conductas están presentes fundamentalmente en el imaginario que tiene el español sobre el negro, una representación rodeada de tópicos. La excusa suele ser siempre la misma; España es un país de inmigración reciente, no ha existido el contacto con esa otredad por excelencia, y por eso, el distinto se trata de forma despectiva, exótica y en el mejor de los casos, se invisibiliza.
Se citan, a continuación, algunos de los comentarios que encubren ese racismo inconsciente: preguntar si un negro se quema al sol, felicitar a un miembro de un grupo étnico diverso por su buen dominio del español, asumiendo que no pueda ser su lengua materna al haber nacido aquí; llamar morenito o negrito a un negro para no ofenderle, dando por hecho que negro es una ofensa; o tocar el pelo de un negro porque resulta curioso. Maisha Z. Johnson, redactora de Everyday Feminism, comenta al respecto de la costumbre de manosear el cabello afro, la importancia al respeto del espacio personal que parece perderse en estos casos: “La cosificación y fetichismo de los cuerpos negros ha sido parte de la cultura del mundo desde la esclavitud, y es todavía una de nuestras luchas cotidianas” (Johnson, 2015). Siguiendo con estos testimonios, se extraen algunas de las frases obtenidas de distintas asociaciones de denuncia que reflejan el tipo de comentarios que sufren estos grupos de manera habitual en España:
Soy latinoamericana. ¡Pero si eres blanca y alta!
Eres muy guapo para ser negro/asiático/latino.
Oye, para ser mora, ¿no llevas la falda un poquito corta?
¿Eres gitana entera? No, soy mestiza. ¡Ah claro!, por eso hablas tan bien.
Pero ¿los negros soléis llegar a este curso?
Otro caso de microrracismo lo sufrió Antoinette Torres, creadora del Proyecto Afroféminas, que narra así su experiencia: «Vino un señor del Círculo de Lectores a mi casa, porque éramos socios, y me preguntó si podía llamar a la señora”.
Como vemos, muchas veces, el exterminio del “otro” no es esencialmente físico, ya que frecuentemente observamos que se revela a través de un aniquilamiento simbólico, es decir, mediante la ausencia de representaciones o de la construcción de un discurso en el cual se les invalida reiteradamente (Pineda, 2016). Es el caso de la carencia de diversidad étnica en la ficción española, o cómo en los titulares de medios de comunicación se suele hacer hincapié en la nacionalidad del delincuente. Cabe destacar que en la mayor parte de series españolas, la presencia de otros grupos étnicos viene asociada a clichés negativos o conflictivos, como el de los marroquíes de El Príncipe, los africanos de Mar de plástico o las presas negras de Vis a Vis. No hay más que recordar el inmigrante “Machu Pichu” que presentaba la serie Aída, que suele utilizarse en las comedias como el personaje ignorante o servil. Sorprendente es la declaración de un actor afrodescendiente que en una entrevista para el periódico Eldiario.es afirmaba: “A los actores negros nos obligan a poner acentos de África… ¡Si soy de Móstoles!» (Gutiérrez, 2017). La diversidad, por tanto, no puede ser contemplada de manera normalizada si no encaja siempre en la eterna imagen del inmigrante, pobre y criminal. Las actrices negras suelen interpretar a prostitutas, limpiadoras o mujeres maltratadas, pero si hay algún papel en el que algún personaje no blanco va a la universidad, hay que explicarlo y justificarlo en el guion. También es notable el hecho de que, si se realiza una entrevista a un negro en algún medio de comunicación, un alto porcentaje de las veces será para hablar de racismo, lanzando de este modo el mensaje sutil de que no tienen nada más que aportar en otros ámbitos. Como señalábamos, frecuente es también la remarcación de la nacionalidad en los titulares de prensa asociados a criminalidad. Podemos citar como emblemático el mediático caso de Ana Julia Quezada, asesina del niño Gabriel. En un alto porcentaje de noticias, se hacía hincapié en que era dominicana y negra. Fueron tantas las manifestaciones de odio sobre su color y el hecho de que fuera migrante que SOS Racismo, realizó un comunicado afirmando que ningún caso, por doloroso que resulte, puede dar rienda suelta al racismo y la misoginia más feroces. En redes abundan expresiones sobre ella como “puta, negra, chimpancé o inmigrante”, utilizadas como causa para explicar el crimen (Cáceres, 2018).
Somos testigos, pues, de cómo la presencia de estas manifestaciones de odio proliferan no únicamente en espacios de discusión de extrema derecha, sino que son constantes en cualquier plataforma digital, desde comentarios de YouTube, tuits o foros de temas variados. En internet, el racismo soslayado ha dejado paso a afirmaciones intolerantes totalmente abiertas y cada vez más radicales. Si analizamos algunos comentarios encontrados en foros, podemos ver la profusión de esos prejuicios generalizados. Sirva como muestra la plataforma Forocoches.com, donde son recurrentes las afirmaciones discriminatorias que recaen en la criminalización, el trato vejatorio y la supuesta anormalidad de las personas negras. Se exponen a continuación algunos hilos de discusión datados entre los años 2006 y la actualidad.
¿Por qué casi todos los negros son calvos o se rapan?
Para correr más rápido que la policía (sic.), igual que los nadadores.
Para tener el pelo ese de esparto que no se moja prefieren no tener nada.
Con ese pelo de mierda cuanto más lejos mejor.
¿Qué pensáis de los negros?
Es raro verlos conducir una moto o un coche, y si lo llevan es que son camellos.
Pues que a veces pecan por sus actitudes poco «normales».
Que si se tardó tanto tiempo en «demostrar» que tenían alma, sería por algo (Forocoches.com, 2006-2019).
Estos ejemplos evidencian la facilidad que presenta internet a la hora de generalizar un lenguaje ofensivo, ya que en ningún momento el moderador del foro intervino ante este tipo de respuestas. A través de redes sociales, blogs, foros y webs racistas y xenófobas, se está creando un clima que normaliza la intolerancia y la violencia frente a todo aquel que no encaje en la raza aria. El Ciberodio se define, pues, como aquel que ˝abarca todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras formas de odio basadas en la intolerancia, incluida la intolerancia expresada por agresivo nacionalismo y el etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y las personas de origen inmigrante˝ (Consejo de Europa, Recomendación 97.20).
Una de las redes más activas en Europa de denuncia al respecto es INACH, que aúna a diversas ONG, entre ellas a Movimiento contra la intolerancia. El problema principal del racismo digital radica en que muchos de los servidores de estas webs se alojan en el extranjero, dificultando legislar sobre ello. Según el último estudio anual de la Fundación Simon Wiesenthal, se calcula que unas 10.000 webs promueven el odio a nivel global, y en España, el Informe RAXEN estima que existen más de 400 con especial incidencia en el mundo hispanohablante.
Frente a esta alarmante situación, el Consejo de Europa convocó a la acción ciudadana mediante la campaña NoHate Speech, y se dirigió especialmente a los jóvenes, a los que se les pidió movilización cibernauta contra este discurso.
Por otro lado, también el humor es método habitual para convertir los ataques en tema de tertulia, de ahí la proliferación de memes con tono discriminatorio. Realizando el sencillo experimento de buscar memes racistas, podemos encontrar hasta 6.980.000 resultados. La mayor parte de estos gifs son de difícil control, como el que se difundió en Instagram, titulado Nigger crime death counter, que fue capaz de colarse en las redes, ya que según afirmaron los responsables de la plataforma, hubo un fallo en los filtros de monitorización. El meme no es más que un trampolín, puesto que la sátira y las bromas racistas han existido mucho antes que este tipo de imágenes.
Más ejemplos de racismo digital los encontramos recientemente con un grupo de usuarios que ha intentado sabotear la campaña en redes sociales a favor de la tolerancia #EstadoEspañolNoTanBlanco. Su ataque ha consistido en colgar comentarios despectivos basándose en el color de la piel. Se citan textualmente algunos de ellos: «Si viene desparasitado y con la cartilla del veterinario te subo a 1.200 euros»; «Si me dejáis soltarlo en mitad del campo y cazarlo, 1400 euros». Afortunadamente, este tipo de comentarios pueden tener consecuencias jurídicas, como le sucedió a un individuo en Palma, acusado por publicar cientos de tuits racistas y condenado a 11 meses de cárcel por su delito de odio: “Los negros que intentan alcanzar suelo español en patera deben ser ametrallados en el mar y sus cuerpos, ser comida para tiburones”, afirmaba.
Ahondando nuevamente en Stormfront, el foro citado anteriormente con ideología neonazi, encontramos más casos que redundan en la animalización del grupo discriminado, la criminalización y una muestra de miedo atávico ante la idea de eliminar la pureza racial a través del mestizaje:
Os habéis dado cuenta de que últimamente salen muchos negros en los anuncios? Qué opináis al respecto?
Y aveces en ves (sic.) de poner un negro que tiene mezcla blanca, osea, un negro que no se ve tan mono, ponen a un simio come-banana mas (sic.) negro que el culo de King Kong con una rubia de ojos celestes. Es ridículo y tan obvio.
Muchos? (sic.) Yo diría que plagado esta todo el espacio de negros y no blancos, parejas interraciales haciendo el ridículo popularizando al mestizaje. A cada rato salen en Internet comerciales y anuncios con dichas parejas y sus camadas de mulatos.
No lo entiendo… sinceramente debería estar prohibido, si vivimos en España lo obvio es que aparezcan españoles en los anuncios, empezando por ahí. Y luego no veo para nada bien que promuevan las relaciones interraciales y el mestizaje. Lo único que nos falta ya es que aparezca un yihadista con una rubia vamos !!!Que maldito asco.
Chinos celebran año nuevo… en MI (sic.) barrio…
La invasión China ya es un hecho: nos invaden, se quedan con la economía del país, ensucian nuestra raza y encima cuelgan farolillos en nuestros árboles. Me parece perfecto que celebren sus años nuevos; muy bonito todo, siempre y cuando lo hagan en China, que es de donde no tendrían que haber salido. Yo hago boicot a las tiendas de inmigrantes. Y tú?
Nunca he tratado con ellos, pero me han dicho que son basura de gente, muy «mafiosos».
(Stormfront, 2018-2019)
Asimismo, es notorio el hecho de que grupos musicales como Batallón de castigo, a los que el fiscal ha reclamado de cinco a once años de cárcel para algunos de sus miembrospor difundir ideología nazi en su letras y promover la violencia, pueden tener colgadas en YouTube sus canciones sin ningún tipo de repercusión legal, como vemos en una de sus letras en contra de los musulmanes: “Es su vida una lucha contra un invasor/Asentado en nuestra tierra por una traición/¡Que su sangre riegue el suelo de nuestra Nación!/Sin descanso lucharemos hasta su expulsión” (Batallón de castigo, Campeador, 2010).
Finalmente, para cerrar este recorrido por la arbitrariedad de la racialización, nos gustaría destacar el proyecto fotográfico de Angélica Dass, una artista que a través de retratos de personas de distintas etnias, pretende redefinir el significado de raza y mostrar el espectro cromático humano. En su proyecto Humanae, en el que han participado más de 4.000 voluntarios, ha asociado miles de tonos de piel con las gamas de una paleta cromática estándar para mostrar lo absurdas que pueden ser las clasificaciones raciales. “Nací en una familia llena de color. Incluso si parezco negra, también soy blanca y nativa de la India. (…) el sistema Pantone era una escala neutral donde ningún color tiene más importancia que otro” (Dass, 2018).
A lo largo de estas líneas hemos podido comprobar cómo la inconsistente categorización de las personas resultante del concepto de raza se ha generalizado como criterio primordial para la distribución de la población mundial en estructuras jerárquicas de poder.
Podemos llamarlo microrracismo, racismo sutil, racismo cotidiano, racismo cultural, racismo aversivo; puede tener mil nombres, pero lo que está claro es que todos esos racismos se refieren a un mismo hecho: una discriminación injustificada presente en todos los ámbitos de la sociedad. No debemos banalizar al hecho de adjudicarle el calificativo de micro, ya que la cotidianeidad no es otra cosa sino el reflejo de las instituciones; y a su vez, el pensamiento institucional es espejo de la sociedad, siendo, pues, un fenómeno estructural.
Se dice que el racismo de color como tal ha menguado, que son otros racismos los que abundan, pero, sin embargo, nuestro día a día sigue plagado de este tipo de situaciones. Discriminar por el color de la piel es tan absurdo como lo sería clasificar a las personas por el color de sus ojos o la textura de su pelo. Podemos afirmar, por tanto, que además del discurso de lo políticamente correcto, encontramos, cada vez más explícitamente, otras confesiones abiertamente racistas en el contexto español e internacional, no solo en el ámbito cotidiano, sino también en discursos públicos y otros medios de comunicación.
Nuestra identidad poco debería tener que ver con la tonalidad de nuestro envoltorio; en un mundo global no hay razón para percibir nuestra sociedad como una realidad congelada que ve en la transformación, la diversidad y el mestizaje un rasgo de subversión. Quizá la cuestión radique en plantearnos hasta qué punto tenemos tan interiorizado el racismo que ni siquiera podemos otorgarle la importancia que merece.
Bibliografía
Allen, T. W. (2002). The Invention of the White Race: Racial Oppression and Social Control. Verso Books.
Cáceres, P. G. (2018, marzo 13). El País. Retrieved from “Cuando se instrumentaliza el dolor para expandir el racismo!»
Carsten K. W. De Dreu, L. L. (2010). “Oxytocin promotes human ethnocentrism”. PNAS, 1262-1266.
CIS. (Noviembre-diciembre 2016). Actitudes hacia la inmigración (ix) distribuciones marginales. Estudio Nº 3161.
Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre: Un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós. Estado y Sociedad.
Dass, A. (2018). “El espectro cromático humano”. National Geographic, 20-23.
Foucault, M. (1996). Genealogía del Racismo. Museos de Buenos Aires.
García Ruiz, P. E. (2004). “Representación del otro. Figuras de la alteridad en la conquista de América. Una propuesta fenomenológica”. VII Congreso Internacional de Fenomenología. “Interculturalidad y Conflicto”, (pp. 219-231). Salamanca.
Geulen, C. (2010). Breve historia del racismo. Alianza.
Giddens, A. (2010). Sociología. Madrid: Alianza Editorial.
Goffman, E. (1998). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
Gutiérrez, I. (2017, febrero 26). Eldiario.es.
Harris, M. (1996). El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura. Madrid: Siglo XXI.
Hering Torres, M. S. (2007). “Raza. Variables Históricas”. Revista de Estudios Sociales, 16-27.
Huntington, S. P. (1996). El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Simon & Schuster.
Johnson, M. Z. (2015, septiembre 14). Afroféminas. Retrieved from “8 razones por las que quieren tocar el pelo de las mujeres negras y por las que decir que no”
Meyer Lindeberg et al. (2010). “Absent racial stereotypes in Williams syndrome: Dissociable genetic influences on social bias”. Current Biology 20.
Mullings. (2013). “Interrogando el racismo. Hacia una Antropología antirracista”. CS No. 12. Cali, Colombia, 325–375.
ONU. (2018). Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes acerca de su misión a España.
Pineda, E. (2016). “Discriminación racial y vida cotidiana en américa latina: empleo, educación y medios de comunicación”. Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, Vol. XXII, No. 2 , 121- 144.
RAE. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.).
RAXEN. (2018). Informe RAXEN .
Sanz, H. L. (2017). Zoos humanos, ethnic freaks y exhibiciones etnológicas. Una aproximación desde la antropología, la estética y la creación artística contemporánea. Concreta.
Turner y Tajfel. (1979). “An integrative theory of intergroup conflict. The Social Psychology of intergroup relations”. W.G. Austin y S. Worchel. Monterey, CA: Brooks- Cole, 33-47.
Víctor, D. (2018, marzo 14). “National Geographic reconoce su pasado racista y busca cambiar su futuro”. New York Times. Welsch, W. (1999). “Transculturality: The Puzzling form of Cultures Today. In M. F. Lash”, Spaces of Culture. City-Nation-World (pp. 194 -213). London/Thousand Oaks/New Delhi: Mike Featherstone & Scott Lash.