
En una época de guerras comerciales, resulta imprescindible animar a las nuevas generaciones a ser partícipes del desarrollo tecnológico, en lugar de resignarse a que muchos de los empleos actuales simplemente los llevarán a cabo robots.
Es por eso que multitud de organizaciones están desarrollando programas de fomento de vocaciones STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) para asegurarnos, como sociedad, de que no nos quedamos atrás en materia de investigación y desarrollo, y de que proporcionamos a nuestros jóvenes una opción de futuro de la que puedan vivir.
Yo soy una de las voluntarias que acuden a los colegios a contar las bondades de la ingeniería y, sin tener nada contra las letras (disfruto como la que más de un libro de historia), es importante ver que, aunque quieras ser filólogo, vas a tener que relacionarte con una inteligencia artificial para hacer tu trabajo. Adiós a las letras puras, hola fusión de conocimientos.
Resulta especialmente necesario motivar a las chicas a elegir este tipo de carreras, ya que, por motivos históricos, por falta de modelos o por prejuicios, ellas están alejándose cada vez más de este tipo de estudios, decantándose únicamente por la rama biosanitaria. Por supuesto que necesitamos grandes cerebros en la medicina, pero no podemos prescindir del talento de la mitad de la población para vocaciones tecnológicas. Es curioso, porque cuando das un taller de robótica en Infantil o en los primeros cursos de Primaria, tanto las niñas como los niños se apasionan igual y juegan encantados con los robots. Sin embargo, en cursos más cercanos a la universidad, la brecha de género es palpable.
Una de las estrategias que más éxito tiene entre las jóvenes de la ESO y Bachillerato es hablarles de mujeres científicas desconocidas, que, seamos sinceros, son casi todas. Verse reflejadas en esas fabulosas pioneras y cómo ellas pueden también dar el próximo paso de gigante en la investigación científica es sumamente motivador. Hemos empezado hace relativamente poco con todos estos talleres y a todos los niveles, pero el feedback que recibimos indica que en los próximos 5 años la demografía de las aulas de ingeniería o física pasará a ser más paritaria.
Esta situación se plantea en múltiples países de Europa (Reino Unido es uno de los que más programas de fomento de STEM femenino promueven) y también en Estados Unidos, donde hasta Michelle Obama está tomando cartas en el asunto de la igualdad entre líderes; y resulta interesante también mirar hacia Oriente; y ni siquiera el lejano, quedémonos en el Medio.
Este verano he tenido la oportunidad de viajar a Abu Dabi como parte de la empresa española Ibticae S.L., una consultora de ingeniería que se dedica también a formación. Nos contrató el gobierno de Emiratos para un proyecto financiado por el gran fondo de inversión
Mubadala, con el fin de fomentar las vocaciones STEM. Estamos hablando de un país donde sus jóvenes tienen todas las posibilidades abiertas, pero se alejan de las ciencias sistemáticamente. Los chicos deciden estudiar finanzas, para gestionar el capital familiar; mientras tanto las chicas, al contrario que en occidente, sí se decantan por carreras más técnicas (ingeniería petroquímica concretamente), aunque tampoco en grandes números. No es que vayan a quedarse sin petróleo en el futuro inmediato, pero están viendo que depender solo del talento extranjero para gestionar sus recursos no parece la mejor estrategia, y ellas lo tienen muy claro.
Creo que el trabajo de Ibticae en la región, con un reto basado en drones y un mítico eggdrop, supondrá una diferencia notable. Las opiniones de los alumnos que pasaron por el programa son unánimes: “La mejor experiencia de mi vida. Voy a ser ingeniero”.