
El ictus se ha convertido en un problema de salud pública ya que, junto con las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, es una de las primeras causas de muerte. Además, en la edad adulta, es la primera causa de discapacidad permanente, por lo que determinar los factores de riesgo y poder realizar una detección precoz es fundamental. (1)
Factores de riesgo
Existen diferentes factores de riesgo, relacionados con su posibilidad de ser modificados. Encontramos, por tanto, factores modificables, parcialmente modificables y no modificables. (2)
Factores modificables
Son aquellos cuyo control o manejo puede modificar el riesgo de padecer ictus. Destacan la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, dislipemia, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo y un consumo excesivo de alcohol y drogas. Pasemos a profundizar en los más importantes:
- Hipertensión arterial. Se trata del factor de riesgo más importante. Puede verse modificado con estilos de vida saludable que provoquen una reducción en las cifras objetivo, por debajo a 140/90 mmHg).
- Diabetes Mellitus. La diabetes aumenta el riesgo vascular y, por tanto, de sufrir ictus. Por tanto, un buen control en las glucemias puede disminuir este riesgo.
- Dislipemia. Niveles elevados de colesterol en sangre están asociados a un mayor riesgo vascular, y, por tanto, a un mayor riesgo de sufrir un episodio de ictus.
- Obesidad. Podemos diferenciar entre obesidad general (medida por el índice de masa corporal) y la abdominal (medida por el índice cintura-cadera). Ambos tipos se asocian con la existencia de los principales factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, dislipemia y diabetes).
- Tabaquismo. Existe relación entre el aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular y el hábito tabáquico, por lo que una forma de prevención sería abandonarlo.
- Alcohol. Aunque el consumo es un hábito socialmente aceptado, tomarlo en excerso eleva el riesgo de enfermedad cardiovascular e ictus.
Factores potencialmente modificables
Son aquellos factores relacionados con diversas patologías que pueden causar ictus, pero cuyo tratamiento, como ocurre en diversas angiopatías, relacionado en muchos casos con la anticoagulación, provoca una disminución del riesgo de sufrir un ictus.
Factores no modificables
Se trata de aquellos factores inherentes a la persona que no van a poderse ver modificados, como son la edad, el sexo y la raza, pero que no por ello deben ser olvidados.
Por tanto, la prevención del ictus debe llevarse a cabo trabajando sobre los factores de riesgo modificable, a través de unos hábitos saludables que incluyan:
- Actividad física. Se asocia la práctica de, al menos, 30 minutos diarios, con un menor riesgo de episodios vasculares.
- Dieta. La dieta va a ser una gran aliada, ya que el aumentar el consumo de frutas y verduras, la incorporación de pescados y la disminución de ultraprocesados y dulces va a ayudar a reducir las grasas totales, mejorar las cifras de colesterol y el peso.
Síntomas más comunes para una detección precoz
Si bien es cierto que existen múltiples síntomas a nivel neurológico que pueden dificultar el diagnóstico precoz, existen una serie de manifestaciones que pueden aparecer de forma súbita o progresiva (a lo largo de horas), cuya rápida detección puede mejorar el pronóstico. Uno de los principales objetivos a la hora de atender a un paciente que comienza con clínica de ictus es que el tiempo entre la identificación de los síntomas hasta su llegada al centro hospitalario sea el menor posible.
Aunque el desenlace va a venir determinado, sobre todo, por el origen, su gravedad y su localización, el tiempo transcurrido hasta el inicio del tratamiento va a determinar, en gran medida, el pronóstico final.
Los síntomas más comunes se detallan a continuación: (3)
- Parálisis repentina en cara, brazos o piernas, con o sin aparición de adormecimiento.
- Pérdida repentina del lenguaje o dificultad para hablar o comprender.
- Pérdida de visión, que puede manifestarse en un solo ojo o darse como pérdida de visión en la mitad del campo visual, derecho o izquierdo.
- Dolor de cabeza de aparición súbita y brusca, con intensidad muy fuerte, y sin ninguna causa aparente.
- Pueden aparecer de forma aislada trastornos de la sensibilidad, que incluyen acorchamiento u hormigueo de la cara, brazo o pierna de un lado del cuerpo.
- Cualquiera de los síntomas previos, acompañados de otros tales como sensación de vértigo, pérdida de equilibrio o caída brusca inexplicable, deben ser susceptibles también de atención urgente.
Conocer los factores de riesgo que se pueden modificar para disminuir la incidencia de ictus, por un lado, y por otro, conocer los síntomas para detectar de forma precoz la aparición de un ictus van a poder mejorar las cifras relacionadas con incidencia, prevalencia y pronóstico de este. Es una cuestión de todos.
Raquel Valera es profesora de Enfermería en el Grado de Enfermería
(1) Sierra Martinez L, Casaval Camara ML, De la Hija Casaval M. “Ictus”. En: Niño Martín V. Cuidados enfermeros al paciente crónico. Vol. I. Serie Cuidados Avanzados. Madrid: Difusión Avances de Enfermería (DAE); 2019. p. 303-52.
(2) Arribas Gutiérrez AR. “Paciente neurológico en atención primaria”. En: Párraga Bermejo JL. Cuidados al paciente con alteraciones neurológicas. Serie Cuidados Especializados. Madrid: Difusión Avances de Enfermería (DAE); 2011. p. 354-372.
(3) Cebada Sánchez S, Rovira Gil E. “Accidentes cerebrovasculares. Infecciones del sistema nervioso”. En: Rovira Gil E. Urgencias en enfermería. Vol. II. Serie Cuidados Avanzados. Madrid: Difusión Avances de Enfermería (DAE); 2020. p. 547-54.