
¿Sabías que en Ámsterdam existe un proyecto donde el alumbrado público se regula en función del contexto?, ¿que estas farolas consumen menos que las convencionales y adaptan intensidad y color en aras de la eficiencia? ¿Y que en Singapur hay sensores conectados a internet para recabar datos en tiempo real –tráfico, calidad del aire, aparcamientos libres, etc.– y poner así la tecnología a merced del ciudadano? ¿Y lo de Barcelona, que cuenta con una de las redes inalámbricas –públicas y gratuitas– de conexión a internet más grandes de Europa? ¿Y conocéis el Parque de Negocios Ciudad Empresarial de Santiago de Chile, primer prototipo de ciudad inteligente con control de la gestión eléctrica, edificios domóticos, pantallas informativas y medidas para cuidar el medio ambiente?
Son algunos ejemplos de smart cities, ese concepto futurista cada vez más en boga. “Esto es la aplicación de las nuevas tecnologías, la informática, las comunicaciones y la innovación social para mejorar la vida urbana”, apunta Víctor Manuel Padrón, profesor del Departamento de Ingeniería Industrial y Aeroespacial de la Universidad Europea. “Es crucial que la tecnología esté al servicio del ser humano y que sirva para hacernos más libres, más cultos y más plenos”.
Según la ONU y el Banco Mundial, la mitad de la humanidad –unos 3.500 millones de personas– vive en ciudades y en 2030 lo hará un 60% de la población. Aunque las urbes suponen solo un 2% del mapamundi, acaparan entre el 60% y el 80% del consumo energético y el 75% de las emisiones de carbono. Sin duda, todo avance es bienvenido. En España, según el Ministerio de Fomento, el 80% del censo convive ya en las distintas metrópolis. No hay marcha atrás, de ahí que la imprescindible I+D+i cobre una importancia capital y la llamada smart city se imponga para afrontar los retos del presente. El futuro ya nos mira sin rodeos.
Dispositivo tecnológico, motor cotidiano
En nuestro país existen iniciativas como la Red Española de Ciudades Inteligentes, que agrupa a 81 poblaciones que emplean tecnologías propias de smart cities. También se han creado redes temáticas de investigación, entre ellas, la Red de Excelencia en Ciudades Inteligentes CI–RTI, donde la Universidad Europea participa bajo la tutela de la Universidad de Málaga. El docente Víctor Manuel Padrón valora muy positivamente el trabajo académico que se está desarrollando y recalca que las TIC más punteras hoy “son Big Data, Inteligencia Artificial o el Internet de las Cosas”, que se estudian conjuntamente en materias como Programación, Electrónica, Sistemas de Comunicaciones, Ingeniería del Software o Algoritmia.
Precisamente, la profesora de Urbanismo Esther González, de la Escuela de Arquitectura, Ingeniería y Diseño de la Universidad Europea de Valencia, investiga las transformaciones de las ciudades contemporáneas vinculadas a las TIC. “La ciudad se va a vivir, organizar y construir bajo la influencia del dispositivo tecnológico”, enfatiza. Y desde las aulas se debe “convertir el saber científico en saber práctico para la mejor comprensión de la cada vez más compleja urbe contemporánea”, razona.
Porque el futuro, admitámoslo de nuevo, ya está aquí. Mientras, el rompecabezas perdura. ¿Podemos basar las decisiones únicamente en datos? “La especialista de la Universidad de Columbia Saskia Sassen explica que las experiencias urbanas son bastante más complejas que los datos”. Véanse los efectos directos de la tecnología en los viajes. “¿Quién no ha ido últimamente a lugares como Venecia, Barcelona, Ámsterdam o Berlín, con vuelo y alojamiento low cost comprados por internet?”, plantea la profesora Esther González. “Cada vez es más barato, más frecuente, más rápido y más fácil viajar gracias a internet. Esto está contribuyendo al aumento descontrolado del turismo en el centro de muchas grandes ciudades”, resuelve gráficamente.
Un porvenir digital imprevisible
¿Y hacia dónde vamos? Predecir qué ocurrirá a medio plazo sigue siendo una incógnita. Sin embargo, la digitalización de nuestro entorno es imparable. Por ejemplo, cada vez acudimos menos a las oficinas de la Agencia Tributaria o nos ahorramos trámites presenciales gracias al teléfono, el ordenador o el smartphone. Acciones impensables hace apenas unos años. Las smart cities han conformado “un metaciudadano que se relaciona a través de los medios interpuestos de comunicación, conectados por hiperredes globales y conectando las megaciudades de hoy”, afirma José Luis Esteban, catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad Europea. Este experto recomienda los programas informáticos para prevenir el crecimiento vertiginoso de las “megaciudades planetarias, híbridas, mitad humanas y mitad máquinas, permanentemente cambiantes, como Nueva York, Shanghai, México DF o Lagos”.
Datos, progreso y nuevo humanismo
Los proyectos de smart cities moverán miles de millones de dólares a lo largo de los próximos años en tecnología aplicada en movilidad y transporte, infraestructuras físicas, eficiencia energética, seguridad y salud. En cualquier caso, los cálculos e hipótesis oscilan enormemente según los diferentes informes. Se trata de un crecimiento imponderable, inexacto como las leyes del propio mercado, pero lo que está claro es que las smart cities no retroceden, sino todo lo contrario. Y a pasos agigantados.
Ruth de León, profesora especialista en urbanismo en la Universidad Europea de Valencia, reflexiona: “Las ciudades de hoy se dotan de diferentes dispositivos para canalizar el flujo de información y lograr entornos urbanos más confortables. Los datos se convierten en conocimiento para la mejora de la calidad de vida”.
¿Pero cómo gestionar toda esa información? “Necesitamos nuevas herramientas, entre ellas, las de posicionamiento espacial”, indica. Como los Sistemas de Información Geográfica. “Imaginemos que el Ayuntamiento dispone de paneles solares repartidos por la ciudad. Cada uno de estos paneles está posicionado y suministra información a lo largo del año respecto a las horas de sol. Estos datos nos podrían servir para obtener conclusiones sobre qué zonas deberían tener más arbolado para hacer sombra o dónde se podría generar suficiente energía solar para que las farolas funcionaran con esa energía”, explica.
Y sí, más allá de sus innegables bondades, las smart cities deben construir sinergias en la sociedad. Un humanismo nuevo en esta vida repleta de apps. En definitiva, una ciudad inteligente en todos los sentidos.