
Celebrar diez años del programa Premios Jóvenes Emprendedores Sociales es una ocasión perfecta para reflexionar sobre el trayecto recorrido y los desafíos que en cada edición se suman a esta fascinante iniciativa. Un alto en el camino que invita al balance y nos da la oportunidad de valorar el gran impacto que estos premios han generado en todos nosotros.
De una manera muy especial, los Premios JES han sido y son una verdadera escuela que nos ha permitido acercarnos de lleno al mundo del emprendimiento social y de la mano de quienes realmente lideran proyectos que, independientemente de sus estructuras o ámbito de actuación, están aportando soluciones innovadoras a retos o problemáticas que afectan a comunidades concretas.
Esta iniciativa vio la luz hace diez años porque teníamos la certeza de que emprender socialmente era algo necesario, un desafío que como universidad debíamos asumir con firmeza porque nos da la oportunidad de inspirar a nuestra comunidad universitaria, de hacerles partícipes de proyectos que están mejorando nuestro entorno más cercano. En definitiva, convencidos de que la educación es una de las herramientas de transformación social más valiosas, esta apuesta reforzaba nuestra misión: formar profesionales capaces de contribuir al progreso social desde un espíritu emprendedor y de compromiso ético. Porque, de alguna manera, todos podemos contribuir al cambio.
A lo largo de este tiempo, hemos observado que la experiencia JES marca un antes y un después en la trayectoria de los emprendedores galardonados. Desde nuestro compromiso, hemos trabajado para ofrecerles recursos, visibilidad y herramientas clave que les ayuden a liderar proyectos de impacto social, dentro o fuera de la empresa, multiplicando así sus oportunidades de éxito profesional. De esta manera, y en los últimos años del programa, hemos puesto cara e identificado a los “nativos sociales”, jóvenes nacidos bajo el paraguas de la generación millennial, con un dominio nativo de la tecnología y el propósito de convertirse en catalizadores del cambio en sus comunidades. Son ellos el alma de estos premios y los artífices de que la iniciativa siga hoy más vigente que nunca.
Edición tras edición, hemos tenido la oportunidad de quitarnos prejuicios, repensar prioridades y comprobar la importancia de lo social entre las nuevas generaciones. Hemos vivido experiencias únicas junto a estos emprendedores, hemos colaborado en campañas de sensibilización en nuestros diferentes Campus y, sobre todo, hemos establecido un vínculo natural entre la Universidad y diferentes proyectos que están apostando por la sostenibilidad medioambiental, social y económica de nuestro país. Esta conciencia global en pro de un mundo más justo se ha contagiado entre los miembros de esta comunidad universitaria y nos ha hecho ver que todos somos, o podemos ser, agentes de cambio.
Un cambio que parece marcar la agenda actual, ya que durante estos años hemos ido comprobando cómo los estados, las empresas, las instituciones educativas y la sociedad civil se han puesto de acuerdo para avanzar juntos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, o lo que es lo mismo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, 17 metas para las que los jóvenes de hoy son clave, pues serán ellos quienes abanderen este movimiento en los próximos años, desde lo personal hasta el ámbito de la empresa. Este compromiso global ha proporcionado una hoja de ruta de consenso para asegurar la sostenibilidad de nuestro planeta y esto es una buenísima noticia.
Los ODS nos han dado la oportunidad de mirar más allá y salir de nuestra zona de confort para descubrir que hay mucho que hacer todavía, mientras que los Premios JES nos han mostrado el camino, ese que no incluye fórmulas mágicas y que se llena a base de ideas, perseverancia y compromiso. En este sentido, es determinante que pasemos a la acción y asumamos nuestro rol como agentes de cambio, pero ¿por dónde empezar? Sin duda, adoptando en nuestras rutinas prácticas que marcarán la diferencia.
Podríamos hablar de cuestiones obvias, como acostumbrarnos a no imprimir para evitar el gasto en papel; o de cuestiones que requieren una mayor implicación, como investigar previamente y comprar solo productos o servicios a compañías que sepamos promueven prácticas sostenibles. Las opciones son numerosas. Podemos desconectar todos los dispositivos electrónicos cuando no estén en uso; priorizar las duchas y evitar el baño en el que tanta agua se consume; reciclar papel, plástico, vidrio y aluminio para evitar que los vertederos crezcan; donar lo que no usamos; apostar por la bicicleta o el transporte público para ir al trabajo; levantar la voz contra cualquier tipo de discriminación en la oficina, etc.
Lo cierto es que esa lista de recomendaciones básicas puede ser tan extensa como deseemos; en realidad se trata de que los ODS no solo estén en la agenda política y pasen de lleno a nuestra agenda, a nuestras rutinas. Porque no hace falta ser un superhéroe para hacer de nuestro entorno un lugar más saludable y sostenible, basta con nuestros compromiso, ese compromiso que tanto hemos visto en nuestros Premios JES y que nos ha ayudado a entender que todos somos agentes de cambio. Todos.