
El pasado 6 de junio tuvimos noticia de la nueva composición del ejecutivo de Pedro Sánchez: 11 ministras y 6 ministros, en un total de 17 ministerios, cuatro más que el gobierno anterior. Por primera vez en nuestra historia constitucional, más de la mitad de los miembros del ejecutivo tenían nombre de mujer, y también, por primera vez en nuestros ministerios, las carteras de mayor peso (Economía, Hacienda, Fomento, Defensa, Trabajo, Justicia, Industria, Educación, etc.) eran representadas por mujeres. Con esta decisión, Sánchez convertía a España en el país de la OCDE con más representación de mujeres en el consejo de ministros (61%) y probablemente en el mundo entero, superando a los pioneros países nórdicos, Francia y Alemania.
La composición de este nuevo ejecutivo fue, a mi modo de ver, una decisión valiente y arriesgada porque incluso la recomendación de paridad recogida en la Ley de Igualdad del 2007, que limita la representación de los sexos a un 40% como mínimo y un 60% como máximo, quedó incumplida a favor de las mujeres. ¿Por qué? ¿Cuál es el mensaje que el nuevo presidente ha querido dar a la sociedad española? Creo que es claro: la igualdad es una prioridad en la sociedad y en la política española actual y, sobre todo, la igualdad de género, con todo lo que ello implica.
Sin embargo, conviene destacar que lo que llama la atención no es solo la imagen mayoritaria de mujeres al frente de los ministerios, sino la alta cualificación, preparación y experiencia de todas ellas –sin desestimar la de los ministros– cuyos frutos habrá que dar tiempo a que maduren. En mi opinión, no hay improvisación en la composición del nuevo ejecutivo; más bien al contrario. Hay inteligencia, reflexión y estrategia.
Este gobierno es un reflejo de las necesidades actuales de una sociedad que el día 8 de marzo salió a la calle pidiendo a gritos la igualdad para vivir en una sociedad libre de violencia de género, y creo que ha sabido recoger las voces que reclaman un cambio de rumbo en este sentido. Parece que Sánchez ha querido demostrar el movimiento andando, y en este movimiento de carteras surgen algunas preguntas que conviene formular. ¿Va a ser diferente la política hecha por mujeres? ¿Tendrán que trabajar más para demostrar su talento? ¿Qué consecuencias puede tener este nombramiento en cuanto al modo de percibir a las mujeres?
En mi opinión, la visibilización de las mujeres al frente de los ministerios más potentes es una forma de “contribuir a la constitución de la autoconciencia de cada sexo”, en palabras de Amelia Valcárcel[1]; o, dicho de otro modo, crea conciencia de género y avanza hacia la conquista de derechos y libertades fundamentales que afectan a las mujeres. Y, además, la imagen de la mujer al frente de los ministerios transforma el modo de percibirlas y les hace justicia de una vez por todas.
Es pronto todavía para valorar las consecuencias de esta nueva formación, pero creo que la participación de ambos sexos en los puestos de poder y en la toma de decisiones políticas es saludable. Y lo creo porque genera la esperanza de conseguir una sociedad más justa y equilibrada, donde las mujeres no sean abusadas, violadas o asesinadas por la violencia machista y donde las generaciones futuras puedan mirarse y celebrar sin que nadie se extrañe y con orgullo un “Consejo de ministras y ministros”.
[1] Amelia Valcárcel, La política de las mujeres, Cátedra, Feminismos, 3ª edición, 2004