
La situación actual en Afganistán en las últimas semanas ha puesto de manifiesto el papel clave de este país en la región y la influencia que sobre él ejercen las grandes potencias. Si bien el foco se ha puesto esencialmente en los factores geopolíticos, no podemos perder de vista los factores geoeconómicos de este conflicto.
Datos generales
Según el Banco Mundial, el Producto Interno Bruto del país (PIB) se sitúa en 19.807 millones USD. El PIB del país no ha dejado de crecer en las últimas décadas, particularmente entre 2000 y 2020, si bien se observa un cierto retroceso entre 2016 y 2018 fundamentalmente debido a la crisis económico-financiera global que implicó una reducción de las inversiones en el país y la reducción de las ayudas al desarrollo (Banco Mundial, 2021).

Como rasgos esenciales de su economía, el Banco Mundial señala la dependencia y la fragilidad, la debilidad del sector privado y la excesiva i del sector primario (agricultura y ganadería), del cual vive directa o indirectamente el 60% de sus hogares (Banco Mundial, 2021). La fragilidad de su economía viene marcada por el contexto de inseguridad, inestabilidad política, instituciones débiles, infraestructuras inadecuadas, lo que ha conducido a su clasificación como uno de los países con mayores dificultades para los negocios del mundo, según el informe “Doing Business 2020” que clasifica al país en la 173ª posición en un total de 190 países (Banco Mundial, 2020).
Riqueza natural
En Afganistán predominan los recursos naturales como el hierro, cobre, oro, plata, tierras raras (como el litio), yacimientos de combustibles (gas, petróleo, uranio), piedras preciosas (esmeraldas, lapislázuli y rubíes) y otros recursos como zinc y mercurio.

Esta riqueza natural podría suponer un valor de superior a los 1.000 billones USD según datos de Naciones Unidas (Bloomberg, 2021); sólo las tierras raras tendrían un valor entre 854 y 2.500 millones USD. Las tierras raras son elementos químicos del grupo de los lantánidos, que incluyen el lantanio, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio. Suelen añadirse el escandio e itrio por aparecer mezclados en los mismos yacimientos que los lantánidos. Como señala el Colegio de Geólogos, no son verdaderamente “tierras” ni son “raras”: no son “tierras”, sino elementos químicos (óxidos principalmente) que reciben este nombre por resultar complicada su separación de la tierra al ser extraídos y no son “raras” ya que sus reservas se estiman entre 80 y 120 millones de toneladas. La producción mundial se sitúa en 160.000 toneladas/año, siendo su principal productor China con el 90% aproximadamente de la producción mundial (Colegio de Geólogos, 2021). El uso principal de las “tierras raras” se destina a tecnología para el almacenamiento de datos y energía, láser, dispositivos electrónicos, dispositivos médicos, superconductores, fibra óptica, turbinas, refrigeración, otros usos como: discos duros, auriculares, altavoces o sensores electrónicos, entre otros (Regueiro, 2013; Colegio de Geólogos, 2021).

Los países más ricos en “tierras raras” como recurso natural son: China, Brasil, Vietnam, Rusia, India, Australia y Estados Unidos, tal y como muestra el siguiente gráfico (Statista, 2021):

Por lo que respecta al litio, éste es fundamental para la producción de baterías en la Cuarta Revolución Industrial –no sólo en dispositivos móviles, sino en otros muchos usos de demanda creciente como el coche eléctrico –. Como hemos señalado, en Afganistán existen importantes yacimientos en la región nororiental del país. La Agencia Internacional de la Energía ha señalado que la transición energética –que nos mueve desde una economía basada en el carbón hacia una economía basada en energías más limpias –, aumentará la demanda del litio 40 veces hasta el año 2040 (International Energy Agency, 2021).

La “paradoja de la abundancia” o “maldición de los recursos”
Algunos insignes economistas –como Jeffrey Sachs y Andy Warner –han estudiado un fenómeno denominado “la paradoja de la abundancia” o “la maldición de los recursos”. En un estudio publicado por dichos autores titulado “Natural Resource Abundance and Economic Growth” se llega a la siguiente conclusión: de manera generalizada, los países con mayor abundancia en recursos naturales, mostraban un desarrollo económico y social más bajo comparativamente que otros países con menores recursos. Las razones que explican este hecho son variadas: dependencia de sus economías con respecto a dichos recursos, menor esfuerzo en competitividad, menor eficacia en la gestión, mayor volatilidad de los ingresos, alta exposición a los vaivenes de los mercados mundiales, menor eficiencia en la gestión, mayor riesgo de corrupción, instituciones más débiles, falta de inversión en desarrollo humano y escaso desarrollo social (Sachs & Warner, 1995). En definitiva, la abundancia de recursos naturales si no se gestiona adecuadamente, puede conducir a una sociedad débil, a unas instituciones cautivas y a una economía poco desarrollada, con alta exposición a las ambiciones internacionales y por tanto, con un mayor debilitamiento interno: se trata de un círculo vicioso del que resulta muy difícil salir.
China y Estados Unidos
China cuenta con más de la mitad de las reservas de “tierras raras” del mundo (alrededor del 55%), siendo además el principal comercializador a escala mundial, actividad en la que alcanza alrededor del 90% de la cuota de mercado. El liderazgo mundial en producción había sido tradicionalmente de Estados Unidos hasta la década de los años 80 aproximadamente. Estados Unidos actualmente importa el 80% de estos minerales de China y en el caso de Europa, llegaríamos al 98. Conforme a los datos anteriores, el conflicto de Afganistán podría constituir una manifestación más de la rivalidad entre Estados Unidos y China por la influencia –no sólo política, sino también y principalmente económica –global.
El corredor China-Paquistán es fundamental para el desarrollo de la “Nueva Ruta de la Seda” china que se orienta a conectar al gigante asiático con el resto de Eurasia mediante el desarrollo de diversas infraestructuras que faciliten el comercio. Sólo la inversión china en Paquistán –país limítrofe con Afganistán, al igual que China- alcanza los 46.000 millones USD. Este proyecto permite que la alianza China-Paquistán rivalice con la alianza Estados Unidos-India en el continente euroasiático. Este estrecho paso llamado “Corredor de Wakhan” cuenta con 220 Km. de longitud y unos 64 Km. de ancho (en algunos puntos se estrecha hasta los 16 Km.). Según señala Guillaume Pitron en “La guerra de los metales raros”, este corredor es uno de los puntos principales para el comercio de recursos naturales con China, que produce el 40% del cobre del mundo, más del 60% del litio y casi el 90% de las tierras raras. En algunas ocasiones, el acceso a los recursos y su paso a través del corredor requieren el acuerdo con los grupos talibanes (Pitron, 2019).

El papel de Rusia
Tras la guerra ruso-afgana (1978-1992), la gran potencia asiática tuvo que abandonar el país, en lo que se conoce como “el Vietnam ruso”. Desde entonces, se ha sucedido el ascenso talibán, la deposición del régimen y una nueva entrada al poder por parte de los talibanes. El papel de Rusia en Afganistán data desde muy antiguo, destacando el importante conflicto con el Imperio Británico en el S. XIX denominado “el gran juego” o “torneo de sombras” o “agujero negro” (Brzezinski, 1998). Los objetivos del Imperio Británico se orientaban a la extensión de la influencia de la India y los objetivos rusos en el acceso al mar y a las riquezas naturales de Asia Central.

Tráficos y actividades ilícitas
Según en el informe antes señalado del Banco Mundial (Banco Mundial, 2021), en Afganistán existen tráficos ilícitos de diferente naturaleza, entre ellos, el tráfico de recursos naturales y otros tráficos como drogas en general y opio en particular. Además de los anteriores, Naciones Unidas ha señalado otras actividades ilícitas que contribuyen a la financiación de grupos talibanes, milicias y otros grupos armados, tales como la extorsión, el secuestro, la explotación de minerales o la recaudación ilegal de impuestos. Según la Oficina de Naciones Unidas sobre Drogas y Delitos (UNODC), Afganistán produce más del 80% del opio mundial (UNODC, 2019). Esta misma institución señala que el tráfico de opio podría reportar entre 1.200 y 2.100 millones USD al año (UNODC, 2019).

Índice de corrupción
Afganistán es considerado uno de los países menos transparentes del mundo con mayor índice de corrupción según Transparencia Internacional, ya que en el Índice de Percepción de la Corrupción 2020 cuenta con una posición 165º sobre 180 países, considerándose el 16º país más corrupto del mundo (Transparencia Internacional, 2020).

Desarrollo humano
Afganistán ha experimentado una mejora generalizada en el Índice de Desarrollo Humano desde 1990, mejorando en todas las variables socioeconómicas de renta, educación y salud, así como en las valoraciones generales del índice. Las dos variables que más han mejorado en este período han sido la educación y la salud, mostrándose la renta per cápita con una fuerte caída en el 2000 con una mejora entre 2000 hasta el 2019 –año de cierre de los datos – (PNUD, 2020). Afganistán está considerado como un país en el nivel de desarrollo humano bajo, con una posición 169ª en la clasificación mundial sobre un total de 189 países.


Ayuda al desarrollo
Afganistán ha recibido en Ayuda Oficial al Desarrollo de los países de la OCDE entre 2010 y 2019 un total de 50.267,33 millones USD (CAD OCDE, 2020). Sólo en 2020 ha recibido 4.301,2 millones USD, siendo sus principales donantes Estados Unidos, la Unión Europea, Alemania, Reino Unido, AIF (Grupo Banco Mundial), Banco Asiático de Desarrollo, Japón, Suecia, Canadá y UNICEF. El principal destino de estos fondos se ha destinado a infraestructuras sociales y servicios y ayuda humanitaria según muestra el siguiente gráfico (CAD OCDE, 2020). La ayuda al desarrollo destinada a Afganistán en 2020 supuso el 42% del PIB del país en ese año (Banco Mundial, 2021). Este dato prueba la afirmación de Banco Mundial sobre la elevada dependencia de Afganistán son respecto a la ayuda internacional.

Conferencia de donantes
Recientemente, el Secretario General de naciones Unidas, Antonio Guterres, ha convocado una Conferencia de Donantes para Afganistán el 13 de septiembre de 2021, ante la perspectiva de una “catástrofe humanitaria inminente” que ya parece entreverse. Tras el ascenso al poder de los talibanes, los principales donantes (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Unión Europea principalmente) han congelado los fondos destinados al país, lo que podría agravar la situación de la sociedad civil. El Secretario General ha reclamado, además, la creación de corredores humanitarios seguros que garanticen la distribución de esta ayuda humanitaria. La situación es bastante crítica, ya que uno de cada tres afganos está en situación de inseguridad alimentaria, 3,5 millones de personas son desplazados internos, además, el Programa Mundial de Alimentos estima que millones de vidas podrían estar en peligro por una conjunción de factores: el conflicto, la sequía, el covid-19 y la falta generalizada de alimentos (Secretaria General de Naciones Unidas, 2021; Programa Mundial de Alimentos, 2021). La cuestión reside en este punto en analizar si se podrá garantizar un acceso seguro de las donaciones en especie y monetarias que la comunidad internacional destine al país y si las redes de corrupción existentes permitirán la distribución de la ayuda de manera justa y equitativa.
Balance: “torneo de sombras” y el factor económico en Afganistán
En el conflicto de Afganistán no se ha considerado suficientemente el factor económico. Desde mi punto de vista, más que un conflicto político –que lo es –parece tratarse más bien de un conflicto con sustrato económico. Los juegos geopolíticos para dominar el país presentan un indudable trasfondo geoeconómico. En un país lastrado por la dependencia y la fragilidad económica, donde existen importantísimas riquezas naturales fundamentales en el cambio económico y la revolución tecnológica, predominan los tráficos ilícitos, existe una elevada corrupción, cuenta con un nivel de desarrollo humano bajo, con una elevada dependencia de la ayuda al desarrollo –lo que se va a ver reforzado en un próxima conferencia de donantes –, no hace más que traer con fuerza la idea que la debilidad política del país permite precisamente su exposición a las ambiciones de poder mundiales que explican el conflicto. Nos encontramos –tal y como se denominó la rivalidad ruso-británica en Asia en el S. XIX – ante un “torneo de sombras” donde no sólo es difícil conocer los factores y sus interacciones, sino más aún prever las consecuencias que tendrán mañana las acciones que llevamos a cabo hoy (Meyer, 2008).
Begoña Casas es profesora de Economía y Empresa en el Grado en Administración y Dirección de Empresas
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