
Más de 783 millones de personas no tienen acceso a agua limpia y potable, según datos de Naciones Unidas. Cientos de mujeres y, sobre todo, niños se levantan cada día con la única misión de encontrar y transportar hasta su hogar ese líquido tan necesario para la vida. Y para ello, caminan hasta 6 kilómetros y hacen el mismo camino de vuelta con 20 litros sobre sus cabezas.
La falta del agua es la mayor de las pobrezas y afecta a 36 países en todo el mundo, según un informe de Unicef publicado en 2017. Y la vida en una tierra seca y árida no es fácil: los cultivos no crecen, los más jóvenes se convierten en porteadores en lugar de ir a la escuela y muchos mueren por las enfermedades que causa el agua contaminada. Cada día fallecen unos 1.000 niños.
El déficit hídrico, que padecen muchos rincones del mundo, tiene lugar cuando la demanda excede con creces el suministro renovable y disponible. Algunos de los factores agravantes y que influyen en la calidad y cantidad del agua son el aumento de la temperatura y del nivel del mar, las crecientes inundaciones, las sequías, el deshielo así como los sistemas de saneamiento inadecuados.
La sed mata y pone en peligro el futuro de millones de personas que viven en estas regiones del planeta. El acceso a agua potable y a unos servicios de saneamiento adecuados es imprescindible para la salud y la vida. Por eso, la Asamblea de las Naciones Unidas reconoció en 2010 el derecho de todos los seres humanos a tener disponible una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal; que sea segura, asequible y accesible físicamente.
Diversos organismos trabajan para poder ofrecer una gota de esperanza a los países más afectados. Uno de ellos es la Fundación Cerro Verde, una organización privada sin ánimo de lucro dedicada a la cooperación y desarrollo de la región de Choluteca, en Honduras, principalmente. La Universidad Europea colabora con ellos desde 2013, lo que permite que desde entonces, cada verano, un grupo de estudiantes se desplace hasta el lugar y pueda poner en práctica sus conocimientos y llevar a cabo proyectos relacionados con el desarrollo sostenible de la comunidad.
La aldea de Cerro Verde y las de sus alrededores solían disponer de fuentes naturales de agua; sin embargo, una prolongada sequía ha dejado las fuentes de la zona sin una sola gota y a los 600 habitantes del pueblo sumidos en la más profunda pobreza. Las familias viven en pequeñas casas edificadas por ellos mismos de forma muy rudimentaria y apenas existe actividad económica alguna, solo una pequeña muestra de agricultura y ganadería que subsiste con dificultades dada la falta de agua.
Pobreza, miseria y fuentes secas
La Fundación trata de mejorar las condiciones de vida y el entorno de Cerro Verde. Por eso trabajan para crear nuevos pozos en las aldeas, establecer una red de abastecimiento de agua potable y concienciar a la población de la importancia de implementar un sistema de saneamiento que evite la contaminación de las aguas subterráneas y superficiales.
Sin embargo, la tarea no es fácil. El principal impedimento es la falta de recursos para realizar estudios técnicos, lo que les obliga a perforar la tierra sin saber si encontrarán agua. Esto, como explica María Olga Bernaldo, profesora en Ingeniería Civil de la Universidad, “resulta muy frustrante y el porcentaje tan elevado de fallos nos ha hecho pensar en desistir en más de una ocasión”. Pero los habitantes de la aldea, que sobreviven en unas condiciones de extrema pobreza, son el motor que les empuja a seguir intentándolo.
María Eugenia Meiler, estudiante del Máster en Salud Pública de la Universidad Europea, pasó 10 días en Cerro Verde durante el verano de 2017. Además de llevar a cabo su proyecto de fin de máster sobre los problemas de salud que afectan a la población, pudo vivir en primera persona el momento en el que agua brota de la tierra tras perforar un pozo. “Poder celebrar la llegada del agua con la gente de la aldea y compartir su ilusión fue una experiencia indescriptible”, recuerda.
Un proyecto de cooperación similar fue también la semilla de Auara, una marca de agua mineral que destina el 100% de sus dividendos a crear pozos en lugares donde el déficit hídrico crea miseria. “Tras conocer de primera mano lo que significa vivir sin agua potable y cómo afecta a las comunidades más pobres, decidimos hacer algo para cambiarlo”, explican sus fundadores. Y así, vendiendo agua en el primer mundo, consiguen saciar la sed de las personas que viven en países desfavorecidos.
A lo largo de 2017 llevaron a cabo once proyectos en siete países: desde Haití hasta Camboya, pasando por Etiopía o Uganda. Su objetivo principal es dar acceso a agua potable a través de perforaciones o sistemas de almacenamiento. Así, en los últimos 12 meses han ayudado a más de 7.000 personas con un millón de litros de agua potable. “Por cada dos botellas que vendemos en España, estamos aportando al menos dos litros de agua en comunidades desfavorecidas”, añaden. Su reto para 2020 es ayudar a más de 50.000 personas.
Otras grandes ONG como UNICEF consiguen llegar con su labor a 29,9 millones de personas a quienes se les facilita agua limpia para beber, cocinar y asearse cada día. “Los programas de Agua, Saneamiento e Higiene (WASH) de UNICEF ofrecen a millones de niños y niñas en todo el mundo la oportunidad de crecer sanos y felices. Elementos tan básicos como un grifo, una pastilla de jabón o una letrina previenen la diarrea (una de las principales causas de mortalidad infantil) y otras enfermedades, reducen la desnutrición, contribuyen a que los niños tengan un buen rendimiento en la escuela y ofrecen un entorno limpio y adecuado para el desarrollo de los más pequeños”, explica Blanca Carazo, responsable de Programas de UNICEF Comité Español.
Aumentar el acceso, la eficiencia y la reutilización del agua es clave para garantizar la disponibilidad de los servicios de agua y saneamiento. Se estima que el consumo aumentará en un 50% en los próximos años por el crecimiento poblacional, la demanda del sector agrícola, la industria y la energía. Pero para hacer frente a esta situación y erradicar la pobreza hídrica, resulta fundamental hacer una mejor gestión del agua disponible en el planeta.